En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Amir Villalobos Martínez

Facultad de Derecho

Soy estudiante de segundo semestre a nivel licenciatura en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. Soy afín a los tópicos relativos a la política y la democracia, procurando mantenerme objetivamente informado al respecto. Disfruto de la lectura y la música, así como de las expresiones artísticas. Procuro llevar el mejor aprendizaje de cada experiencia.

Por el bien de nuestra democracia, contamos todas, contamos todos.

Número 13 / ABRIL - JUNIO 2024

Un llamado a ir más allá de la polarización

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Amir Villalobos Martínez

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La función central de la democracia es la edificación de decisiones colectivas, procurando la mayor convergencia de opiniones y evitando con ello la imposición a toda costa. La democracia es producto de la institucionalización y del contraste de ideas en un ambiente de equilibrio y equidad, cuyo carácter público permite la colectivización de las afinidades políticas.

 

Lo anteriormente descrito es una de las formas en que podemos aproximarnos a concebir la democracia, sin embargo, esta no se reduce al momento de la elección de candidatos a ocupar un cargo público administrativo o un cargo de representación popular, va más allá, es la expresión reiterada de la participación de un conjunto de individuos organizados para alcanzar un bien común en un tópico determinado, desde las decisiones vecinales, hasta los procesos más complejos.

 

Norberto Bobbio propuso seis reglas que permiten llevar a cabo el juego democrático de forma óptima: la primera consagra la igualdad en la garantía de derechos políticos del ciudadano, sin excepción; la segunda consagra la igualdad en valor de cada voto ciudadano; la tercera permite el pluralismo informativo para la creación de un criterio propio; la cuarta garantiza el pluralismo político para la toma de decisiones entre alternativas reales; la quinta propicia el triunfo de la mayoría numérica; la sexta ampara a las minorías frente al potencial abuso de poder que pueda ejercer esa mayoría. Aquella sexta regla es crucial para la supervivencia de la democracia, pues impide la hegemonía de quienes conforman la mayoría sobre aquellos que no comparten la visión preponderante, evitando la vulneración de sus derechos políticos y su integridad. Impide que la quinta regla caiga en un exceso en cuanto a su aplicación.

 

En un sentido legal, nuestra Constitución ampara al ciudadano frente al potencial abuso del poder político por parte de aquellos que lo detentan, identificados en las mayorías, como en el caso de los poderes legislativo y ejecutivo, principalmente, acotando dicho poder con recursos como la división de poderes, la representación proporcional, la discusión y su forma de ejercicio en el proceso legislativo, entre otros. Cada mayoría que ejerce el poder ha buscado de una u otra manera transgredir o eliminar dichas garantías,  e  incluso  ha  tratado  de  tergiversar  conceptos fundamentales como el de democracia, pueblo, política, entre otros. Nuestra contemporaneidad no ha sido la excepción, hemos caído en el vicio de asociar democracia con el principio de mayoría. Si bien, la eficacia de la democracia reside en la mayoría numérica que impera al momento de decidir, se han excluido ilegítimamente las opiniones de aquellos que difieren, e incluso, se ha optado por llamarlos enemigos y traidores.

 

El criterio amigo-enemigo de Carl Schmitt ha contribuido en este sentido a la laceración democrática, al obstaculizar la instauración del diálogo con quienes divergen, al excluirlos del debate y propiciando su vulneración mediante la violencia en su sentido amplio, haciendo de la mitigación del disenso y el conflicto una tarea dificultosa. Es cierto que el modo en el que se ha manejado el sistema de partidos no abona para bien en la construcción del consenso, e incluso ha propiciado el encono de la polarización. Lo es también la degradación del juego democrático a una forma electorera. La guerra fratricida entre mexicanos, movida por intereses ajenos al bien común, generalmente de carácter partidista, ha desvirtuado la importancia de la participación ciudadana en la toma de decisiones colectivas.

 

El disentir crítico e informado de la ciudadanía respecto de las imposiciones arbitrarias fraguadas desde el poder no es una traición, es por el contrario, un acto justo y necesario que refleja el compromiso que cada ciudadano tiene para con su país. Las decisiones tomadas desde el poder, por mejores que sean las intenciones contenidas, deben ser debatidas y consensuadas, no el producto de la unilateralidad. La ciudadanización de la toma de decisiones, como forma de acotar la influencia partidista, es esencial en la democratización de la vida pública. La reivindicación del protagonismo del ciudadano en la democracia resulta fundamental en su esencia. Lo es también la reflexión por parte de los representantes populares alrededor del respeto de las formas consagradas en nuestra Constitución para la construcción y ejecución decisional.

 

La democracia no es un juego de suma cero, por eso invito a reflexionar a la ciudadanía y especialmente a aquellos que resulten triunfadores en los próximos comicios, a reflexionar sobre qué queremos para nuestro presente y los tiempos venideros; si queremos la convergencia y el bien común en un Estado de Derecho, con la construcción de puentes de diálogo entre todos, o la imposición arbitraria de unos cuantos. Como ciudadanos, nos toca elegir, tomar el protagonismo, actuar en consecuencia. Por el bien de México y por el bien de nuestra democracia, contamos todas, contamos todos.

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