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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Karen Paola Gallardo Rodríguez / ENP Plantel 5
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Megan Fabila Manzur

Facultad de Filosofía y Letras

Estudio filosofía. Estudié traducción literaria. Me gusta leer, dormir y platicar con mis amigxs.

Política de la traducción

Número 13 / ABRIL - JUNIO 2024

La importancia vital de posicionarse en el lenguaje

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Megan Fabila Manzur

Facultad de Filosofía y Letras

Históricamente, la figura de quien traduce en el mundo literario ha sido considerada, metafóricamente, como un puente. Esta metáfora pretende posicionar a quien traduce como una conexión directa, fiel e imparcial entre dos gramáticas excluyentes; es decir, como una figura que tiene voz propia. Pero la realidad es otra. Pues nadie —ni quien traduce— se salva de venir al mundo sin historia. La metáfora del puente no suele tomar en cuenta que siempre todo texto está situado en algún lugar; ni que, históricamente, la figura de quien traduce ha sido menospreciada, ocultada y sobre todo invisibilizada. Tampoco considera —sino que incluso oculta con vergüenza— que quien traduce le da, inevitablemente, intención al texto. En una palabra: esta metáfora está muy despolitizada.

Al igual que un ensayo, un poema, un cuento, una opinión, una nota periodística o un fanzine, una traducción —explícitamente o no— siempre parte de algún punto; aquí empieza a derrumbarse el famoso puente, pues ¿no se supone que quien traduce debe ser imparcial y la imparcialidad, precisamente, no puede partir desde ningún punto? La imparcialidad parte de la nada, de la no-historia, del no-sujeto. La imparcialidad es la pretensión de eliminar lo subjetivo, lo extraño, lo personal, lo político. Y si no eliminarlo, por lo menos ocultarlo, o hacerlo a un lado por un rato. Pero como toda traducción siempre parte de algún punto, toda traducción es una posición y, por lo tanto, un acto político.

Para empezar, la traducción es, y siempre ha sido, una cuestión de relaciones de poder. Relaciones de poder que tienen efecto no sólo en lo intratextual, es decir, el texto mismo; sino también en lo extratextual, es decir, sus efectos en el mercado de libros, las migraciones, la geopolítica y la construcción de identidades. Un ejemplo de esto es la construcción del género: cada idioma (aunque similares entre ellos) tiene su  manera de articular, concebir y expresar el género. En español, se manifiesta gramaticalmente: es una marca morfológica que clasifica a los sustantivos, adjetivos, artículos y pronombres en dos categorías principales: masculino y femenino. En cambio, el género en inglés no tiene marca sintáctica, por lo que muchos estudiosos de gramática, traductores y académicos lo clasifican como neutro. Esto dista mucho de la realidad, que es más compleja. 

En el libro Gender in Translation, Cultural Identity and the Politics of Transmission, Sherry Simon expone de qué forma y con qué objetivos algunas traductoras del inglés se han posicionado políticamente en contra de la omisión —e inclusive, invisibilización — del género femenino en los textos; pues a pesar de la ausencia de una versión estricta de género gramatical, la distinción de género continúa operando masivamente en el idioma inglés. Pese a la falta de marca gramatical, el género en inglés existe, pero existe solo en lo psicológico y lo metafórico. Por esta razón, algunas traductoras, en su posicionamiento no solo como feministas, sino como traductoras feministas utilizan deliberadamente marcas morfológicas para visibilizar el género femenino ahí donde este se pretende neutro. 

Es bien sabido que la ausencia o no de género en el esqueleto de un idioma impacta profundamente el significado simbólico de lo que se expresa y por lo tanto, de lo que puede ser expresado. Es correcto traducir utilizando el masculino genérico en español. Pero es correcto sólo bajo una gramática/política que obedece a una lógica de exclusión. Es un efecto de la suma de relaciones de poder que el género (pensado en clave binaria) ha implicado en la historia de la lengua. Y dichas relaciones tienen como efecto último la exclusión, la invisibilización y la opresión de cierto sector de la sociedad. Posicionarse como traductora en contra de esta tradición impacta no solo al texto, sino también, a su historia. De ahí que sea fundamental posicionarse y hacerlo explícitamente en contra de la violencia. La supuesta neutralidad no existe. Y si existe, existe solo en lo discursivo para perpetuar lo ‘‘normal’’, lo ‘‘natural’’ que de natural no tiene nada. No posicionarse, es decir, permanecer apolítica, es perpetuar la exclusión, la invisibilización y la opresión.

Si toda traducción parte de algún lugar, pretende llegar a otro. Aunque a veces —muchas veces— no se sabe a dónde. Ahí, la responsabilidad de quien traduce, antes de posicionarse, es encontrar su posición: leer, investigar, preguntar y preguntarse por la política. Tomar una postura política como traductora es, por supuesto, tomar una postura política en general. Y una vez habiendo encontrado una posición que resulte benéfica para las demás personas, es indispensable no ocultarla: no pretender neutralidad al momento de traducir. 

Como dice esa famosa frase italiana: quien traduce, traiciona. Y si la metáfora lo permite, es responsabilidad de quien traduce elegir a quién traicionar: es responsabilidad de quien traduce no traicionar a quien sufre los efectos de la historia. Confío en que quien traduce sabrá a quién traicionar. Confío en que quien traduce tomará posicionamiento más temprano que tarde. Y confío en que quien traduce sabrá dejar de ser un puente. 

 

Bibliografía 

-Bassnett, Susan. Translating for the Theatre: The Case Against Performability

-Simon, Sherry. Gender in Translation, Cultural Identity and the Politics of Transmission

-Benveniste, Émile. Problemas de Lingüística general I

-Bassnett, Susan. Translation Studies

-Benjamin, Walter. La tarea del traductor