Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Edgar Humberto Soto Monrroy

Facultad de Filosofía y Letras

Pequeño aviario

Número 17 / ABRIL - JUNIO 2025

Poemas sobre amor y aves atravesados por la historia del corazón

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Edgar Humberto Soto Monrroy

Facultad de Filosofía y Letras

1 Torcaz

 

Para Manolo

 

Amigo, me he hecho de un navegante

durante las tardes silenciosas,

por allá, en el sur de este valle,

durante las tardes musicales.

 

Somos diez en círculo, sentados

dentro de la cristalina cúpula,

los hilos de los arcos tensados,

para que vuele la flecha trémula.

 

¡Oh, que vuele trémula la flecha,

que trinen los pardos pajarillos!

Sus cuerpos gravemente resuenan,

retumban también sus grandes picos.

 

Marinero, viajero sonriente,

que tantas leguas has recorrido,

observando las maravillosas

criaturas del enorme Océano.

 

Amigo, que estuviste en Oriente,

cuéntame de los muy sabios ibis,

háblame de las nobles torcaces,

¿es tanto lo que deleitan a Iris?

 

¡Oh, que vuele trémula la flecha,

que trinen los pardos pajarillos!

Entre resuellos bate las alas,

con elegancia silban silbidos.

 

Nauta, dueño eres de un aviario,

el más curioso visto jamás

de los creados en un navío,

¿qué misteriosa ave nos mostrarás?

 

¿De qué lejanas tierras trajiste

a este noble ejemplar plumado,

en cuyo cuello un collar luce,

y de su pico oyes doce cantos?

 

¡Oh, que vuele trémula la flecha,

que trinen los pardos pajarillos!

Su pecho con tus brazos rodea,

escucha atentamente el latido

 

Su latido escucha con atención,

mientras acaricias suavemente 

las vocales cuerdas con plumón,

y su cabeza gentil sostienes.

 

Deja que duerma y te adormezca,

deja que sueñe y sus sueños cante,

deja que te cante, que te hable,

que a tiempo vayan las dos voces

 

¡Oh, que vuele trémula la flecha,

que trinen los pardos pajarillos!

A ti, que te llaman “de madera”

permite que yo cante contigo.

 

Quiscal

 

Para mis hermanos

 

  1. Quisquilloso

Tornasolado

pedacito de noche,

lúgubre canta.

 

Grácil y esbelta

¡vuela obsidiana!

con extrañeza.

 

Fruto del árbol,

las ramas su escondite,

chilla cantando.

 

Tornasolada

va una sombra volando

graciosamente.

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