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Picture of Citlali Itzel Acevedo Torres (Zelitli)

Citlali Itzel Acevedo Torres (Zelitli)

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 3

Me llamo Citlali Itzel Acevedo Torres, me gusta que me digan “Zelitli”, me gusta mucho leer, escribir y los idiomas.

Pensamientos de un marciano y una labia sinsentido para algunos (Parte 2)

Número 6 / AGOSTO - OCTUBRE 2022

Quiero dar a conocer mi experiencia, mi historia y mis pensamientos relacionados con la salud mental

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Citlali Itzel Acevedo Torres (Zelitli)

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 3

Mis pies descalzos tocan el piso frío de mi habitación por la noche, me asusta sentirlo así porque antes estaban calientes en el cobijo de las sábanas. Siento un escalofrío pero no me dan ganas de ponerme calcetas o regresar a la cama, así que termino acostándome en el piso donde el frío termina invadiendo mi cuerpo casi semidesnudo y vulnerable, como si mis pies y mi cuerpo estuvieran flotando sobre un vacío. Es extraño pero lo siento un poco reconfortante. ¿Por qué?, no lo sé, pero no me gusta sentirme así.

A la mañana siguiente me esfuerzo lo más que puedo para sentirme mejor, intento acercarme un rato a mi familia pero están ocupados o no quieren platicar. Le mando mensaje a algunos amigos para hablar un rato y lo único que responden después de 5 horas es un “¿Bien y tú?”, o en ocasiones ni siquiera ven los mensajes. Sé que algunos pueden estar ocupados, pero hay otros a los que al parecer ni siquiera les importa: me rindo aventando el celular en el librero, al parecer soy tan invisible que nadie nota mi presencia ni mi ausencia. Intento no pensar en ello, pero las redes sociales y todo en general no me llenan, voy a mi recámara y me recuesto en mi escritorio para ocultarme como si fuera un fantasma, siento que voy a explotar así que le mando mensaje a mi psicóloga.

Si bien la terapia me ha ayudado en muchos aspectos, aún no me recupero del todo, recuerdo que desde la secundaria empecé a sentirme mal y les pedí a mis papás que me llevaran a una terapia psicológica ya que a mi hermana mayor la llevaban, me dijeron que lo analizarían, pasaron unos 4 o 5 años más o menos e incluso llegaron a llevar a mi otro hermano cosa que me sorprendió puesto que él no la había pedido, llegó a ir unas cuantas sesiones, sin embargo, desconozco la razón por la que dejó de ir. Mientras tanto yo seguía en el limbo comiéndome, encajando mis emociones, así que todo empeoró, y más aún con el encierro de la pandemia.

Mis problemas se agravaron con el encierro y con el tener que estar con mi familia 24/7 en la casa (nunca me ha gustado del todo estar en “casa”), al grado de hablar sola en voz alta ya en un grado bastante grave, me temblaba el ojo y en ocasiones los músculos, insomnio (lloraba en las noches), autolesiones, automedicaciones, ansiedad, estrés postraumático y depresión en su máximo esplendor al grado de que incluso me dió una crisis nerviosa en el momento más inapropiado… Pareciera que después de que me vieron “realmente mal” fue cuando mis padres recordaron que yo ya llevaba años pidiendo terapia pero como soy la más “feliz,” “sonriente” y “tranquila” de la casa minimizaron mi petición hasta aquel incidente.

Pasaron 2 meses y ya me encontraba yo en frente de una señora en una oficina hablando sobre por qué me encontraba ahí, describiendo por qué quería o necesitaba la terapia. A partir de ahí he estado luchando contra mis fantasmas, y la lucha contra ellos se vuelve complicada ya que por el precio sólo voy una vez cada 15 días y en ocasiones olvido o no abarco todo lo que quiero.

Todo se vuelve más lento. En ocasiones voy a terapia y hago notas de los más relevante para juntarlo todo pero en ocasiones una hora y media o casi dos no son suficientes para vomitarlo todo; entiendo que en mi familia siempre hemos estado un poco cortos de dinero, incluso desde antes de que mi papá se jubilara y por esa razón mi hermana y yo vamos cada 15 días, y ni al caso intentar con los especialistas, donde una cita te la dan hasta 6 meses después y donde te toca ir una vez cada 3 meses, o el precio se duplica.

¿Qué más puedo esperar en un país donde la salud mental hasta parece un chiste? Y es irónico ya que a pesar que la carrera de psicología es de alta demanda en la UNAM, mucha gente no cree en la terapia psicológica o tiene una mala perspectiva o simplemente no le alcanza el dinero para ir.

Se supone que la salud es un derecho, ¿entonces por qué tenemos que pagar tanto para que un médico nos dé herramientas para sanar nuestros fantasmas mentales? Es algo extraño y decepcionante al mismo tiempo, si bien es cierto que con la pandemia la terapia psicológica se volvió aún más popular y aceptada debido a que empezó a ser más solicitada eso no significa que sea una moda.

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