Escuela Nacional Preparatoria Plantel 7
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Sonido etéreo de la catarsis
Ella, que tranquilizó mi soledad precoz
guardando en mi memoria la repetición de cada canción,
contrarrestando el tiempo al oscurecer…
saludando a esa esfera encantadora.
A ella mi fiel devoción.
Ella, sonido de reflexión en medio de la vida.
Aquella que me enseña a ser humana
me pregunto el mañana sin vivir el hoy
sintiendo cuestiones que alteran mi sociedad holística.
Ella, que me cobija en la incomprensión de cariño propio.
Querido coro con el que soy diferentes formas.
Ese ritmo que connota el alejamiento raudo de mi ofuscación.
Ella, que me acurruca en el inicio del sueño.
Presente en el momento de tranquila satisfacción
que pasa a sobresalto cuando,
tras la catarsis del piano,
regreso de los brazos de Morfeo.
Aquel arte último que escucho para caer inconsciente.
Ella, música que enamora mis oídos.
Espejo
Mientras estés lejos de un espejo
te descubrirás en el reflejo.
Sonreirás y embellecerás tu alma;
llorarás y fortalecerás tu espíritu;
estarás sereno y tranquilizarás tu pulso.
Da varios pasos a él,
se plasmaron muchos sueños.
Imagina que la luz queda detrás de ti,
tu rostro desaparece… es una sombra, la tuya.
Te empujará al pozo oscuro del miedo.
Tan acostumbrado estabas de verte siempre.
Envuelto en los ecos de tu alteración,
te mojará la primera gota de lluvia;
aquella que refleja la calidez del amor.
Casi podrás palpar la alegría,
para cuando haya caído la otra
que irradia la magia de la familia,
y en cada aspiro,
absorberás el origen del nacimiento.
La tercera y última gota calurosa de la amistad,
la fuerza sonora de las carcajadas alumbra el cielo.
Finalmente
el soporte del cariño, sin importar la sangre.
Al fin verás el resplandor de tu interior en el espejo.
Ahí develarás una de las estelas de tu ser…
tan fluctuante entre la pureza y la ausencia.
Valorarás los sentimientos de los tuyos.
Estarás en paz para iniciar de nuevo.
Súplica
Despliegue sus alas blancas para protegerme.
Ilumine mi rostro empapado del líquido de su venero con resplandor.
Déjeme extender mis brazos al agua cristalina,
quiero leerme.
Deje de volar por debajo de mí,
también pide por abandonar mi interior.
Mire que ya es el amanecer,
una oportunidad rotunda de nuestro pecado,
aquel infinito de quedarnos con quien nos lastima.
Sus venas se enredaron en mi cuello,
por favor, es inapropiado.
Acaricie los últimos murmullos de la razón y desista.
Mi reflejo quedó empañado con la bruma de los árboles,
esos que se lamentan por habernos unido.
Hoja tras hoja,
el otoño al atardecer ya no da lugares sombríos,
¿recuerda?
En los que jugábamos al corazón jubiloso.
El estío se volvió cálido,
pues promete que es pasajero y vendrá nuestra corriente vital.
Aceptando que mi fuego se hizo cenizas,
dejo caer sus manos sin calor.
Es cierto, fue temporal.
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