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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Kenya Robles

Kenya Robles

UNAM, UnADM y Academia de Lengua de Señas Mexicana de la CDMX

Penélope y las eternas cuidadoras

Número 1 / ABRIL - JUNIO 2021

¡Qué odisea tan grande la de aprender lengua de señas! Eso decimos cuando comenzamos en esta travesía que aparenta ser interminable

Kenya Robles

Kenya Robles

UNAM, UnADM y Academia de Lengua de Señas Mexicana de la CDMX

¡Qué odisea tan grande la de aprender lengua de señas! Eso decimos cuando comenzamos en esta travesía que aparenta ser interminable. Justo lo que vivió Odiseo, quien tras muchos años de guerra y otros tantos de navegar sin rumbo regresó a casa: Ítaca. ¿Qué vivió Odiseo en todos esos años? Odiseo, rey de Ítaca, el guerrero que marcó la diferencia en la guerra pues fue de él la idea de ”El Caballo de Troya”, además fue quien luchó contra la ira de los Dioses, monstruos, caníbales, peligrosos cantos de sirenas, para al fin regresar victorioso a casa donde lo esperaba su esposa, Penélope. ¡Grande la odisea de Odiseo!

Cada vez que logramos un gran reto, cuando crecemos como seres humanos, incluso cada que regresamos con el ser amado tras un largo viaje, estamos haciendo una odisea al realizar tan grandiosas hazañas, nos estamos convirtiendo en un Odiseo. La historia no termina ahí, pues paralelo a todos estos magníficos eventos, Penélope tuvo que esquivar a cientos de pretendientes que venían en busca de su mano, y quienes no se conformarían con un “no” por respuesta. Para evitar otra posible guerra, Penélope fijó un plazo: ella tejería una prenda para su suegro y al terminarla decidiría con cuál pretendiente unirse. Todas las noches la destejía sólo para volverla a tejer por las mañanas, una tarea aparentemente no tan valerosa, memorable ni formidable. Así llegamos al día en que Odiseo por fin regresó a casa, entonces Penélope dejó el tejido para regresar a las labores correspondientes de una esposa que cuida y ama a su esposo. La literatura no está desvinculada de la realidad, son más bien un entretejido, lo que precisamente hacía Penélope todos los días, tejer.

La realidad está provista de historias donde las mujeres tenemos un papel más bien pasivo; debemos ser proveedoras de ternura, de atención, de paciencia, de amor incondicional y sobre todo, de cuidados. Si alguien debe hacer una odisea, siempre será un Odiseo, y si alguien debe esperar, cuidar del hogar, cuidar incluso de sí pero sólo a razón de cuidar del otro, será una Penélope. En mis años de estudio de la lengua de señas me he dado cuenta de un fenómeno poco hablado y es que quienes estudia lengua de señas mexicana son principalmente mujeres. Aunque es cuestión aparte con las personas sordas, pues es evidente que el deseo de estudiar lengua de señas surge de la necesidad de comunicarse (ninguna persona nace sabiendo LSM, así como ninguna persona nace sabiendo español, o inglés o cualquiera que sea su lengua materna). Lo que nos interesa conocer es ¿quiénes son el medio para que dichas personas sordas tengan acceso a la lengua de señas, y en general al mundo que está adecuado para los oyentes? Así es, hablamos de más Penélopes.

¿Y los Odiseos? ¿Acaso aprender LSM no es epopeya suficiente para ser enfrentada? Con suerte habrá uno o dos alumnos varones, quizá tres. Este desbalance pareciera mera coincidencia, pero no lo es, pues todas las tareas que se entiendan por “labores de cuidado” son asignadas a las mujeres y es aquí donde la lengua de señas, el feminismo y las tareas de cuidado se entretejen para explicar dicho fenómeno. Por tareas de cuidado se puede entender “cuidar al más desprotegido” o “al que más lo necesite” y es a la mujer a quien históricamente se la ha destinado ese cuidado. Cuidamos del padre, del esposo, más adelante del hijo, e incluso a veces más del esposo que del hijo. Como bien diría Silvia Federici, desde que el término mujer se convirtió en sinónimo de ama de casa, cargamos, vayamos donde vayamos, con esa identidad y con las “habilidades domésticas” que se otorgan al nacer mujer.

En el tiempo dando clases de LSM me interesaron las motivaciones de mis alumnxs por aprender tan bella lengua y me encontré con algo muy curioso. “Yo quiero aprender LSM porque tengo un hijo sordo”, me decía María; “yo estudio derecho y quiero que el acceso al mismo sea fácil para lxs sordxs”, exponía Vanessa; “yo quiero una sociedad más inclusiva, donde no se discrimine a nadie por ser diferente”, afirmaba quién sabe si Jennifer, Maribel o Daniela; “yo estudio para aprender junto a mi hijo”; enunciaba muy emocionada Mimí con Nahún, su hijo que siempre entraba a las clases; “yo soy maestra de primaria y quiero abarcar las necesidades de todos mis alumnos y de paso involucrar a lxs niñxs que no son sordxs”, entusiasta declaraba Alejandra. Por otra parte mis alumnos varones mencionaban otras muy diferentes “yo quiero desarrollar mi capacidad cognitiva y de paso aplicarlo a mi profesión para ser más creativo”, sostenía uno de los pocos que tuve. Cuando lo ponen en palabras, mis alumnas siempre buscan procurar al otro, se pensaría incluso como una tarea más de cuidado que debemos asumir aún sin ser llamadas, mientras que los hombres lo hacen desde un beneficio personal, o incluso como un gesto falso de solidaridad que implica tener poder sobre colectivos desprotegidos.

Para este punto te estarás preguntando ¿es o no es la LSM una tarea de cuidados? La respuesta es sí y no. Lo es cuando la niñez sorda necesita de la crianza pues no se aprende LSM aislado (en general uno no se hace por sí solo nunca), lo es cuando tenemos un abuelo sordo, cuando alguien pierde el oído por un accidente y necesita adaptarse al nuevo mundo con la carencia de un sentido (el oído). Pero deja de serlo para transformarse en una responsabilidad ética y moral cuando ya se es adulto funcional y ahora necesita herramientas.

Será más fácil ser un adulto funcional si el metro tiene focos a modo de señales en un contexto que apenas ha comenzado a cambiar, pues durante años el Estado fue indiferente a las personas sordas y sus necesidades; si pueden hacer las compras sin ninguna ayuda porque existe toda una logística que lo permita; si usar la LSM en la calle no es motivo de discriminación, desaire ni menosprecio. Necesitamos replantear el papel del varón en los cuidados y además necesitamos asumir que este ser agente de cambio debe ser equitativo entre los géneros. Precisamos más Odiseos aprendiendo LSM. Será más fácil para un sordo estudiar si tiene una maestra usuaria de la LSM, o si accede a un intérprete fácilmente. No representaría ningún problema tener por doctora a un mujer sorda y así, sólo así, lxs sordxs podrían vender más que sólo dulces que nos dejan en el regazo, en el metro, y luego con torpeza uno puede o no comprar. A manera de cierre lxs invito a dos cosas: primero a aprender LSM, y segundo a dejar de delegar las tareas de cuidado únicamente a las Penélopes, para empezar a tejer juntos, y darnos cuenta que la construcción de un mundo distinto exige del compromiso de todxs.

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Penélope y las eternas cuidadoras

3 respuestas

  1. Muy buen texto, y es cierto que las mujeres siempre toman el papel de “mamá” pero mas que por ser mujer es porque al vivir en una sociedad donde la mujer siempre ha tenido desventaja frente a los hombres se ha formado una “alianza” entre los grupos con desventaja como las propias mujeres, las personas con alguna discapacidad o que pertenecen a alguna etnia y que por lo mismo son discriminadxs. Entonces nuestro papel ha sido unir a los grupos con desventaja.

  2. Excelente exposición, de una problemática por muchos ignorada , y si queremos ser parte de un cambio con impacto social sería muy bueno exigir mayor cobertura de la enseñanza de LSM, que bien podría ser en educacion básica y asi se podría involucrar a hombres y mujeres por igual

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