Quiero escribir consuelo en tus ojos,

quiero borrar todo lo que han trazado sobre ellos

y reconstruir contigo la persona de quien eres dueño.

He visto cuando el mundo se transforma en un tribunal cerrado frente a ti, atrapándote en un juzgado donde cada sentimiento puede ser usado en tu contra. He visto cómo te haces cada vez más pequeño después de estar ahí, cómo los insultos se escabullen entre tu mente cambiándote mil veces de nombre. Terminas con recelo y con manchas de ese lugar; diciendo que no puedes confiar en ti porque te dijeron que te callaras, que no eras nadie. 

Quiero ayudarte. Veme a los ojos: cuando sientas que el mundo te encierra de nuevo, crearé un espacio en el que puedas hablar seguro. Sólo quiero que sepas que yo no te juzgaré. Ya puedes dejar atrás aquel frío edificio, hace tiempo que nos hemos alejado. Ve a tu alrededor, ahora estás conmigo, con nosotras, y sé que a ambos nos pesan tus cadenas, así que vamos a soltarlas. 

Sé que no es sencillo dejar ir lo que te hizo daño y que será difícil compartirme lo que sientes, pero si sirve de algo te contaré un secreto: aquel tribunal tan temido se construyó con mentiras de ladrillos, diciéndole a los hombres que no eran personas, sino seres superiores 

que siendo tan PODEROSOS

debían ser insensibles.

En cimientos falsos, juicios ficticios. 

 Nada de lo que te hicieron creer tenía un 

 fundamento real. 

Digo todo esto sólo para ofrecerte una idea: construyamos un espacio en el que puedas expresar cómo te sientes, donde sepas que nadie te hará daño y entonces encuentres calma, te vistas de libertad y compartas tu voz con los demás.

Y yo qué gano, me preguntas desconfiado. Obtendré paz. Me carcome verte herido, atrapado entre las ganas de querer llorar y no poder hacerlo. Un nudo en tu garganta grita que no sabe cómo solucionarlo. Y yo sé que si sigues sin escucharlo un día tus emociones consumirán tu cuerpo, tiñéndote eternamente de negro desamparo. Todo eso no puedo ignorarlo. Si aceptas mi propuesta ganaré el intento, solo eso, saber que te ayudé. 

Bien sé que al final la última palabra estará en tus labios, pues mis manos están atadas, y no me corresponde moldear el cambio. Tampoco puedo entrar a ayudar si no quieres dejar la puerta abierta, así que lo único que puedo ofrecerte son mis palabras. Palabras de apoyo, sonidos de herramientas; y recordarte que aquí estaré, atenta a tu camino. 

Aún sin pluma mágica y solución a su trazo, conservo mi voz y moldeo con ella palabras de aliento:

Aquí estoy.

Te escucho, te entiendo.

Aprenderé a guardar silencio, para regalarte un poco cuando el tambor de tu pecho te impida escuchar tus sentimientos. 

Encontraremos la solución, inventaremos juntos nuevas palabras de aliento; reescribiremos tu vida y lloraremos cuantas veces sea necesario. 

Puedes contar conmigo, no me iré a ninguna parte. Puedo fabricar barcos para navegar entre tormentas y convertirnos en piratas expertos en sortear las nubes, seremos inmunes a la ardiente lluvia que caerá desde tus ojos. 

Cuando llueva prometo quedarme.

Te haré un espacio entre mis brazos, un abrazo permanente a donde volver. 

Guardaré, junto al silencio, un espejo mágico que te recuerde lo grandioso que eres,

y olvidaremos pronto el agobio y las voces que te hicieron dudar.

Te presto mi voz para que construyas un nuevo hogar, y con ese poder tangible que existe en el alma, decirlo lo convierte en hecho; ahora hay un lugar para ti entre mi abrazo, entre tu miedo y el tráfico de tu cabeza. Tenemos tanques de oxígeno y provisiones para cuando la vida te intimide, también un vapor de certeza llenando el espacio. 

La vida no es un juzgado cuando tienes buenos amigos. 

La vida es un lápiz de regalo y unos ojos de papel para trazar la forma en la que quieres verla. Dibuja sobre ellos libertad.