Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala
Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala
Nunca fui un estudiante regular o sobresaliente, digo esto debido a varios episodios en mi vida. Pasé la secundaria de la única manera que había para mí, por autocompasión; y lamentablemente, la preparatoria, o mejor dicho el CCH, lo pasé como la palabra con la que siempre se referían a mi desempeño, “mediocre”. Con un promedio de 7.05 y un cuarto año asegurado (en el bachillerato), decidí enfrentarme con dudas y angustia a un examen que, en la sociedad mexicana, es un reto bastante amenazador: el concurso de selección 2022 al nivel licenciatura, y como era de esperarse por el título de este texto, y como ya se podrá inferir, no me quedé.
Antes de indagar más en este tema, considero que es necesario compartir algunos datos para que se entienda mejor el contexto, en caso de que –afortunadamente– quien me lea no haya pasado por lo mismo. En México, tan solo en este 2024, 143 mil 427 jóvenes se postularon para presentar el examen, y de esos sólo 14 mil 151 estudiantes fueron aceptados (129 mil 276 fueron rechazados). En términos porcentuales, menos del 10% de los postulados ingresaron y más del 90% no lo consiguieron.
Al menos en México, esta situación puede atribuirse a varios factores que influyen y pueden ir, desde fallas en el propio sistema educativo donde en última instancia los estudiantes reconocen su bajo nivel y rendimiento, pasando por el estigma social que implica que por el simple hecho de ser de un bachillerato distinto a la UNAM o el IPN los aspirantes piensan que no son lo suficientemente buenos, hasta el estrato socioeconómico al que pertenecen los aspirantes, ya que a quienes presentan condiciones desfavorables en este sentido, se les dificulta tener acceso a mejores opciones educativas.
En cualquier caso, la respuesta emocional a un rechazo así es un cúmulo de sentimientos más o menos predecibles: tristeza, desesperación, coraje, frustración, impotencia, auto-culpabilización, miedo… Y después de obtener estos resultados, los adolescentes se enfrentan a otra dura realidad: “¿Que haré?” Esto invade su mente y es una invitación a la reflexión sobre qué es lo que pudieron haber hecho mal, qué es lo que les faltó y la puesta en duda de sus habilidades. La lluvia de ideas negativas por la presión del momento se empieza a hacer presente: explorar otras opciones educativas o un empleo para “no quedarse sin hacer nada”, hacer otra actividad, buscar otra carrera con menos demanda, e incluso, desertar completamente. También está lo la que para mí fue la mejor opción: prepararse para un nuevo intento.
La penuria de enfrentarse a lo que pasó y sobre todo, la angustia al desconocer la reacción de tus familiares es algo complicado (los padres pueden ser comprensivos o no). Las amistades, por su parte, pueden brindar otro tipo de apoyo y distracción, aunque si uno de ellos fue partícipe del mismo examen y sí quedó, no queda más opción que callar. La solidaridad del momento, para bien o para mal, ahuyenta los malos pensamientos, pero el fracaso sigue ahí. Y sólo queda continuar con la vida.
Yo también fui un joven al que rechazaron. Como comenté antes, yo no fui un buen estudiante, me saltaba clases con regularidad y si logré concretar mis estudios a nivel medio superior fue por apoyo de mis profesores que se apiadaron de mí y también gracias a extraordinarios y recursamientos; es por ello que mi promedio refleja muy bien mi mentalidad de ese entonces. Ahí fue mi primer declive, ya que, pese a que terminé mi preparatoria, mi promedio no me alcanzaba para la carrera que quería y necesitaba aplicar para el examen de admisión. Y aunque pueda parecer lo contrario, me esforcé y estudié lo más que pude para mi primer intento, compré y leí la guía para el ingreso a la UNAM, aprendí las preguntas y me metí a un curso… y, sin embargo, no quedé.
Fue la noche en que los resultados en la página del DGAE (Dirección General de Administración Escolar) fueron publicados que, según me habían comentado, ya se podían ver con tu número de folio. En ese entonces había aplicado para el examen junto con mi pareja, Paola. Decidimos revisar los resultados del otro. Me metí a la página y busqué su folio, con emoción le dije que ella sí había sido aceptada, pero, lamentablemente no fue el mismo caso para mí. No sé si lo hizo para protegerme o por angustia, pero tardó más que yo en decirme mis resultados: “No quedaste, amor, lo siento…” Decir que sentí miedo sería quedarse corto, pues me invadió el terror de no saber qué hacer y entonces todo se detuvo. Decidí no contarles a mis padres hasta el día siguiente por miedo a que me reprendieran. Al día siguiente, me sentía derrotado y me reconfortaba acompañándome con la canción “Hey Jude” de The Beatles y con el apoyo de mi novia. Mi papá entró esa noche a preguntar por los resultados y no tenía la cara de enfrentarme a mi realidad, a mi error, a mi mediocridad y a mí mismo: sólo le pude decir que no lo había logrado, se quedó en silencio y me abrazó, trató de consolarme, pero yo no podía pensar en otra cosa que no fuera “¿Que será de mí?”. Después llegó mi mamá, una mujer que siempre había creído en mí pese a mis errores, que me había apoyado, pero, ¿que se suponía que le dijera? Lloré amargamente y lo único que pude hacer fue echarme a dormir.
Las personas señalan el fracaso en este tipo de situaciones, resaltan el hecho de que no somos suficientes para una institución educativa de alto prestigio y que probablemente no seremos nadie en la vida, que si no quedamos fue por falta de motivación, “por no echarle ganas”, o por una excusa tan burda como la de que somos burros e irresponsables. Nadie nos ha enseñado cómo hacer que las gotas de lluvia dejen de caer, cómo sanar un corazón roto, nadie nos ha dicho nada sobre el dolor.
Afortunadamente, mis padres y mi pareja me brindaron el apoyo de poder ponerme de pie y volver a intentarlo, entré a un mejor curso y por un año estudié sin parar para el próximo examen; para motivarme escuchaba canciones como “Lo pasado, pasado” de José José o “My way” de Frank Sinatra. En el proceso conocí a personas maravillosas que en la actualidad son mis mejores amigos, que me comprendieron y supieron lo que era estar en esta situación. Aquí dejo el testimonio de algunos:
David, 21 años, estudiante de primer semestre de psicología:
La verdad, la primera vez que recibí mis resultados en 2022, al principio, antes de verlos estaba confiado, con un sentido de que lo iba a lograr a la primera, pero cuando vi que no lo había logrado sentí una gran desesperación y tristeza por no haberlo logrado. El siguiente año, ya estaba más condicionado a que no me quedaría por mi baja autoestima, depresión y desconfianza, y aunque no sabía aún si me había quedado, el sentimiento de tristeza fue muy fuerte; constantemente me estuve reprochando por no quedarme antes, que no estaba dando lo suficiente. Condicioné mi respuesta a que solo iba a ser feliz hasta que lograra entrar a la uni.
[…]
El día que dieron los resultados de mi segundo intento estaba comiendo alitas en un restaurante junto con mis amigos y mi pareja. Una amiga dijo que ya habían publicado los resultados por medio del folio, poco a poco mis amigos fueron revisando los suyos y recibían grandes noticias; por el miedo, yo no quise ver al mismo tiempo, quería ver yo solo así que me levanté para ir al baño, encendí mi teléfono, me metí a la página, busqué mi folio y ahí estaba: “Aspirante seleccionado”. Corrí a abrazar a mi novia y a mis amigos, le mandé un mensaje a mi familia, lo había conseguido. El proceso de inscripción fue bastante tedioso, no mentiré, pero el día que entré por primera vez a mi facultad como un joven universitario, sabía que todo ese dolor, esa pena y, sobre todo, mi esfuerzo había servido para algo y me habían llevado al lugar en que estaba en ese momento.
Ayax, 23 años, estudiante de tercer semestre de ingeniería:
Pues la primera vez que no me quedé me sentí mal, no sabría cómo describirlo más que como decepcionado de mí porque pues, yo supe que realmente a pesar del esfuerzo no conseguí la gran maravilla. Yo sabía que realmente podía, bueno, más bien, en esos tiempos yo creía que podía dar más, y en realidad sí podía aunque terminé decepcionado. Como yo realmente me tenía en baja estima, no tenía una gran expectativa como para lograr esa meta.
La tercera ocasión, cuando me quedé, sentí mucha paz, a pesar de que yo ya estaba aceptando que no me iba a quedar, aun así sabía que había puesto mucho esfuerzo en ello y que esto finalmente no definiría lo que soy, cuando vi los resultados sentí mucha tranquilidad y felicidad por haber logrado lo que me propuse, el resultado era la mayor felicidad que podía tener en la vida.
Cuando ya lo logré pues me sentí orgulloso, ya no más decepción porque ahora mi esfuerzo me dio muchos frutos, de hecho. Y actualmente, esos frutos me ayudan actualmente, en todo me ayudan, a hacer algunas cosas de la escuela, que aún sigue siendo bastante difícil, claro, pero es un gran paso [haberme quedado] y fue como una forma de demostrarme a mí mismo que no era lo que lo que yo creía, incluso lo que muchos pensaban de mí, que soy más de lo que yo creía.
El motivo de este texto no es el de compadecerse de los miles de adolescentes que no pueden concretar sus estudios, claramente es una situación grave y un problema en el desarrollo académico, los métodos de enseñanza y de aprendizaje. Es un tema bastante serio y que como sociedad tenemos que analizar y profundizar más a fondo para que esta problemática ya no se repita. Mi texto va dirigido a los jóvenes que se sienten estancados y en la incertidumbre de no saber que pasará, el motivo por el que escribo esto es para que sepan que no están solos y que, aunque pareciera que es una situación de donde no hay salida, siempre habrá una respuesta.
Para finalizar, quiero compartir un diálogo del videojuego llamado Superliminal que me ayudó a no rendirme y a saber que todo iba a ser temporal y que, con mucha dedicación, podría volver a brillar:
Hola, mi nombre es Dr. Glenn Pierce, y a estas alturas ya se habrá dado cuenta de que todo esto ha sucedido exactamente como tenía que suceder. Verá, todos los que acuden al instituto lo hacen porque sienten que ya no controlan algo importante para ellos. Pero, la mayoría de las veces, el problema no es que los problemas a los que nos enfrentamos no puedan resolverse, el problema es que tenemos tanto miedo al fracaso que nos negamos a ver nuestros problemas desde una nueva perspectiva y por eso hacemos las mismas cosas una y otra y otra vez. Y ahí, por supuesto, encontramos exactamente el fracaso que estábamos buscando.
Tu vida siempre será una lucha y siempre tendrás problemas. Pero hoy has tenido la oportunidad de ver las cosas de otra manera. Aunque eso supusiera enfrentarte a obstáculos que al principio parecían imposibles, pensaste fuera de la caja y los superaste. Como has visto las cosas desde todos los ángulos, las has entendido tal y como eran. Porque seguiste avanzando, sin importar lo lejos que te dijeran que ibas o lo inesperado que resultara… encontraste tu camino.
Dentro de unos minutos, estarás de vuelta en el mundo real, y una parte de ti dirá que nada de esto era real: ¿cómo podía significar algo? Pero, al igual que el poder de la perspectiva, habrá sido tan real como tú creías que era. Lo único que tienes que hacer es… despertar.
Por: Mariana Shanti González Almaguer
Los libros son amores para la eternidad
Por: Sebastián Coronel Osnaya
Mi paso por la carrera de Derecho en FES Acatlán
Por: Ximena Cortés Gutiérrez
¿Por qué Carrie es la protagonista, si ella parece ser todo un desastre?
Por: Diego Cisneros Godínez
Esta película es además una crítica al neoliberalismo