Facultad de Derecho de la UNAM
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El término generación de cristal es utilizado de manera estigmatizante para descalificar a una generación que efectivamente es vulnerable, pero evade explicar y abordar las causas de tal fragilidad e inseguridad. Sin embargo, esto no implica que nuestra generación esté indignada o posea una verdadera conciencia de sí misma y del mundo, más allá de sumarse periódicamente a tendencias o modas en redes, donde se realizan algunas críticas sociales aisladas y desde lo individual.
Según la Encuesta de las Naciones Unidas sobre Juventudes de América Latina y el Caribe, aplicada a personas de entre 15 y 29 años, en el contexto de la pandemia de Covid-19, 64% expresaron preocupación relacionada con la economía familiar, y un 45% lo hizo respecto a su economía personal. Entre 12 y 33% tiene inquietud por no encontrar trabajo después de la cuarentena o no continuar sus estudios, les preocupa su salud mental, la escasez de alimentos o la falta de acceso a los servicios de salud.
Estos datos hacen evidente que la criticada fragilidad e inestabilidad de la denominada generación de cristal, provienen estructuralmente de la falta de seguridad social y la disolución del tejido comunitario, fenómenos ocasionados en todo el mundo por el neoliberalismo y su filosofía posmoderna dominante, productos de un capitalismo salvaje que debilitó o desapareció las instituciones del Estado de bienestar, construido por el movimiento obrero durante el siglo XX, además de pretender ser el fin de la historia y de las ideologías.
Las crisis económica y sanitaria que se reflejan a nivel individual en una profunda frustración y desesperanza, alimentadas por la ausencia de horizontes revolucionarios colectivos como en décadas anteriores, fue para las juventudes la lucha por la construcción del socialismo, explican buena parte de las características y estigmas que carga la generación de cristal.
Por otra parte, las grandes empresas promueven como objeto de consumo y vehículo para la difusión de los valores capitalistas, la transgresión individual, que no debemos confundir con una indignación realmente consciente sobre los problemas de la humanidad. No solo en las redes sociales, sino en el cine, las series, las Universidades y en otros centros de producción cultural, se legitima o aplaude la “rebeldía” individualista, sin ningún compromiso vital con proyectos colectivos.
Se pone en un pedestal y como alternativa de acción contra las múltiples crisis, acciones que van desde, dejar de comprar popotes para salvar al planeta, postear un tuit sin organizarse en la escuela, el barrio o el trabajo; hasta glorificar a las y los encapuchados que “rompen todo”, aunque detrás de la máscara se encuentre un policía o las directrices de políticos y empresarios conservadores impulsando las llamadas “revoluciones de colores”. Basta ver con mirada crítica, las últimas películas del Joker o Cruella.
La indignación individualista refuerza al sistema económico y social hegemónico, es una falsa conciencia, que generalmente no tolera el debate serio de ideas, ni le importa el estudio de los fenómenos sociales. Promueve verdades incuestionables, que tienen más parecido a dogmas de fe que a análisis científicos. De ahí proviene la denominada cultura de la cancelación o funa, tan típica de las redes.
No obstante lo anterior, la estigmatizada generación de cristal no es la primera responsable de la tremenda confusión ideológica y la falta de alternativas, individuales y colectivas, para salir de las crisis. Las generaciones anteriores, sobre todo a partir de la década de los noventa, también se vieron envueltas en la desesperanza. Vieron caer el muro de Berlín, fueron testigos de la gran ofensiva neoliberal en todo el mundo y del auge de los “nuevos” movimientos sociales identitarios, de realidades fragmentadas, que no tienen proyecto de humanidad más allá del capitalismo.
Por supuesto que, hay y siempre hubo excepciones dentro de la generación de cristal y otras anteriores, millones de personas seguimos convencidas a partir de un análisis científico y objetivo de la realidad, que la construcción de un modelo de sociedad socialista, es un proyecto viable para la superación de los problemas de la humanidad. No es casualidad que, a los grandes empresarios, los conservadores o incluso a sectores supuestamente progresistas, les incomode tanto el “fantasma comunista” en México y en el mundo.
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