Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza
Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza
Mirna miraba el pasto, el lodo entre sus manos, las babosas caminando, la sangre brotando de sus rodillas. Podía sentir un dolor estrujante que no la dejaba respirar, un intenso dolor de cabeza que le impedía pensar. Mirna acaba de caer en un barranco.
—Así que, aquí estás ahora—escuchó una voz cálida al fondo. Al principio pensó que era una alucinación, hasta que vio a su novio aparecer de repente— ¿te has lastimado, Mirna?
—Sá…sácame de aquí…No p…uedo…respirar…
—Shhh…-dijo su novio—tú no estás aquí Mirna; tú estabas conmigo, ¿por qué huiste del baño?
—Sáca…me… por fav…or
—Shhh… ¿Recuerdas lo que me dijiste? No me dejarás, ¿verdad?
—No…no… sácame… de aquí
—No puedo prometer nada Mirna. Como yo lo veo, tampoco yo estoy aquí—de la nada, su novio desapareció, Mirna comprendió que sólo estaba alucinando.
Mirna comenzó a mover rápidamente sus ojos, buscando a alguien o algo que le pudiera ayudar, pero no podía moverse, su cuerpo yacía inerte en medio de la hierba. Podía sentir el sabor de la sangre brotando de su boca.
—Ayuda… ayu…da—dijo antes de desmayarse.
Al despertar se encontraba dentro de un cuarto, amarrada a una cama. Ya no sentía el dolor de la caída, pero sí el dolor causado por una tristeza profunda al no encontrar una salida.
—Mirna, ¿estás cómoda?
—¿Dónde estoy, Joaquín?
—Shhh… estamos juntos, eso es lo que importa, ¿no?
—Necesito… tengo que ir al baño.
—Está bien, yo te llevaré y regresarás a la cama, ¿de acuerdo? —Joaquín sacó un arma de un cajón-pero si intentas hacer algo, no volverás a salir.
—Sí… sí, sólo llévame—Joaquín la desató y la condujo a un cuarto estrecho. Una vez adentro, Mirna buscó desesperada una salida, misma que encontró en una pequeña ventanita por donde apenas cabía. Salió desesperada y corrió por el bosque hasta que se cansó.
—¡Mirna! Dijiste que eras mi novia, ¡déjate de tonterías y vuelve a la cama!
Mirna volvió a correr hasta que tropezó con una piedra y cayó en un barranco profundo, golpeándose todo el cuerpo. Mirna miraba el pasto, el lodo entre sus manos, las babosas caminando, la sangre brotando de sus rodillas. Podía sentir un dolor estrujante que no la dejaba respirar, un intenso dolor de cabeza que le impedía pensar.
—Así que, aquí estás ahora…
II
A mi estimado pavloviano
Él se ha robado mi corazón entre las pantallas de la clase.
A veces prende su cámara, otras parece distante.
Sus labios sólo se abren para reír ante un chiste del profesor.
Sus ojos se muestran fijos al monitor, escuchando la última clase.
Mis ojos lo miran por última vez, el día se ha ido.
Adiós hermoso… adiós.
Aunque sólo pueda observarte virtualmente, tu rostro invade mi mente.
Permanezco la tarde y la noche esperando ver tu faz de nuevo.
Y a pesar de que aún no lo sabes, espero de ti un “te quiero”.
Por Natalia López Hernández
Matices sobre la desigualdad, el dolor y la rabia
Por Christian Osvaldo Rivas Velázquez
El romance y la teoría social se cruzan en C.U.
Por Antonio Bernal Quintero
¿Hasta qué límites salvajes nos podrían llevar las disputas por el agua?
Por Carlos Damián Valenzuela López
Un caligrama describe mejor que mil palabras