En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Crédito: UNICEF
Picture of Diana Lynn Morales Reyes

Diana Lynn Morales Reyes

Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala

Soy Lynn, estudiante de psicología en la FES Iztacala. Amo escribir, escuchar música, la brujería, el feminismo, tejer, dibujar, la tecnología, el cheerleader, la gimnasia, los crímenes que engloban a México y aprender de todo un poco. En mi lista de próximas actividades está aprender a tocar algún instrumento y cocinar.

Miradas reprobatorias, reflexiones sobre el acoso sexual en la escuela

Número 15 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2024

Docentes y compañeros que revictimizan a las alumnas

Picture of Diana Lynn Morales Reyes

Diana Lynn Morales Reyes

Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala

Un recorrido por aquellos pasillos que murmuraban nuestro nombre, instigaban al llamado del abuso desde la voz del adolescente varón morboso, chicas descubriendo la misoginia interiorizada y maestros que desde el hombro nos miraban juzgandonos por ser víctimas. México vive en el marco machista y misógino donde la mujer es constantemente oprimida por el simple hecho de ser mujer, ya sea por nacimiento o por identificación. Mujer en México es sinónimo de juguete de servicio, estigma que aprendemos a las malas desde niñas.

La educación básica está destinada a no solo educarnos con conocimientos universales como matemáticas o historia, sino a reforzar valores aprendidos desde casa. ¿Por qué desde niños aprendemos que el hombre es el fuerte, el inteligente, el héroe, el valiente y el que tiene poder de la palabra? Mientras, las mujeres aprendemos que se nos cataloga como sirvientas, amas de casa, débiles, frágiles y tontas. Al entrar al ambiente escolar los maestros y maestras quienes, por su profesión, deberían de reforzar los valores equitativos, no nos advierten que la realidad está llena de violencia hacia la mujer.

En la escuela siempre fue un: “Miriam, no traigas la falda tan corta, provocas a tus compañeritos”, y nunca “Pablo, tienes que respetar a tus compañeritas independientemente de cómo se visten”. Como mujeres, lo único que hacíamos era defendernos de los constantes hostigamientos de nuestros compañeros. Aunque en casa aprendiéramos a ser amables con todos, las mismas autoridades escolares se encargaban de formar una rivalidad entre hombres y mujeres. Nos repetían que como mujeres debemos de cuidarnos de los hombres, cuidar nuestra “dignidad” y ayudarles en lo que nos pidan. Nunca se les cuestionó a mis compañeros el porqué veían a mis amigas de manera desagradable, nunca se les dijo nada por morbosear su desarrollo físico, ni por hacer muecas de asco cuando hablábamos de nuestro periodo, cosa que como “damitas” debíamos mantener en privado y avergonzarnos por ello.

La secundaria es una etapa donde nos descubrimos, hablamos de sexualidad con nuestras amigas, buscamos la aceptación de nuestro entorno social, empezamos a tener nuestros primeros acercamientos a parejas amorosas y estamos altamente vulnerables a los comentarios de otras personas, en este contexto conocemos a nuestro primer novio o a grupo de amigos.

La escuela promovía comportamientos y pensamientos machistas conservando un diálogo misógino, culpándonos de nuestro inminente acoso. Ya sea por desarrollarnos de forma rápida, maquillarnos para “provocar”, utilizar los tipos de faldas que más nos gustaban, quitarnos el suéter porque hacía calor, usar shorts en educación física, comer helados, hablar de sexualidad abiertamente, y muchos etcéteras. Sin embargo, nunca escuché a mis docentes regañar a mis compañeros por robarnos besos a mí y a mis compañeras, por tocarnos sin nuestro consentimiento, por levantarnos la falda, darnos nalgadas, por ponerse debajo de las escaleras para ver nuestras partes íntimas, por acosar con comentarios a mis amigas en clase, por enseñarnos su miembro en las horas libres, por hostigarnos enfrente de esos mismos docentes que evaden el problema mirando a otro lado. Se ensordecían ante nuestra mirada que gritaba incomodidad y auxilio.

Lastimosamente esto no lo es todo. El acoso cesaba con llegar a casa después de la escuela, pero con la entrada de los celulares llegó el ciberacoso; en cualquier horario recibíamos fotos explícitas de nuestros compañeros, acompañadas del mensaje más desagradable que pudiésemos leer y por la culpa, la baja autoestima, amenaza, cedíamos a la insistencia de “mandame una foto tuya, así, sin ropa.” Aunque compete a las autoridades judiciales, la escuela fungía el papel de mediadora de la situación; te culpaba a ti, mujer, por compartir fotos, videos, audios, mensajes, o lo que fuese; eras culpable del acoso recibido y esa responsabilidad no te la quitaba nadie.

Nuestros compañeros reforzaban el estigma con comentarios: “puta”, “qué asco”,“hay que educarte”,“tenías que ser mujer”, “tú solo estás para que te toquen”, “zorra”, mismos  que adornaban los pasillos por los que pasábamos todos los días. Avergonzadas, agachando la cabeza, con un profundo sentimiento que aún hoy duele recordar, nos ponía a nosotras mismas como verdugo de nuestro dolor: “me lo merezco”.Por su parte, las compañeras y maestras perpetuaban competencia mujer vs. mujer, “es tu culpa, tú lo provocaste perdiste tu dignidad, te tienes que dar a desear.”

Un día, en mi salón de tercer año de secundaria, el profesor decidió hablar sobre la chica de segundo, que compartió fotos a su novio, dijo: “ella dice que la amenazaron, ustedes y yo sabemos que ella mandó las fotos por su voluntad, nadie le puso una pistola en la cabeza, si la molestan es porque ella se puso en ese lugar.” Miré a mis amigas y a mis compañeras, y, silenciosamente agaché la cabeza, se formó un nudo en mi garganta, una lágrima brotó, mis manos temblaron, sentí náuseas, observé a los chicos que me molestaban, estaban burlándose. Mi corazón empezó a latir cada vez más fuerte, me hormigueaba la cara y finalmente la venda se cayó. 

Más sobre ¿Otra escuela es posible?

La magia y esencia del salón de clases

La magia y esencia del salón de clases

Por Emiliano Arechavaleta
¿Cuál es el significado de existir de estos espacios?

Leer
“Todo es culpa del capitalismo”: mi experiencia desde las aulas

“Todo es culpa del capitalismo”: mi experiencia desde las aulas

Por: David Sandoval Medina
Era una prisión tan sofisticada que no necesitaba rejas

Leer
A la hora del almuerzo

 A la hora del almuerzo

Por Antonio Bernal Quintero
Cuento sobre la imaginación para enfrentar la pobreza

Leer

Regreso a casa después de clase

Por Alexis Boleaga
La poesía es una muestra de la cotidianidad vuelta belleza

Leer
La Huelga de 1999 en la UNAM: una mirada pedagógica

La Huelga de 1999 en la UNAM: una mirada pedagógica

Por Jocelyn Vianey Mayen Cruz
¿Qué papel juega la pedagogía en los movimientos sociales?

Leer
El mítico desgarro social atraviesa a los retraídos sociales

El mítico desgarro social atraviesa a los retraídos sociales

Por Bruno de Leone C.
Reflexiones sobre el recuerdo de la preparatoria

Leer

Deja tus comentarios sobre el artículo

Miradas reprobatorias, reflexiones sobre el acoso sexual en la escuela

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

fourteen − 4 =