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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Lisa Fotios/Pexels
Picture of Yareni Ataid Albarrán Eleno

Yareni Ataid Albarrán Eleno

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9 Pedro de Alba

Mi nombre es Yareni pero la mayoría me dice Yare, me gusta mucho escribir, y me centro más en la escritura de novelas o cuentos, algunos hasta son un tanto fantasiosos. Este cuento lo escribí para el concurso Interpreparatoriano de Literatura y es mi trabajo más reciente. Uno de mis miedos era publicar lo que escribo, pero si no los publico jamás podré crecer como escritora así que aquí estoy, dispuesta a seguir aprendiendo.

Mil mundos detrás de una puerta

Número 5 / ABRIL - JUNIO 2022

Más que para acumular conocimiento, la lectura puede ser un espacio de imaginación, viajes y aventuras

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Yareni Ataid Albarrán Eleno

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9 Pedro de Alba

El día comenzó como cualquier otro, hacía frío, estaba nublado. Para mí, era sólo otro día aburrido. Sin ganas, me levanté, bajé a la cocina y todo era rutinario, mi madre puso el desayuno frente a mí, mi padre se despidió y se fue al trabajo. Cuando acabé de comer, sin muchos ánimos busqué mi abrigo y mi mochila y mi madre me llevó a la escuela. En el camino empezó a llover.

–Genial –dije por lo bajo.

–Será un buen día –dijo mi madre con ánimos; ella es tan positiva.

Llegamos a buena hora a la prepa, así con calma me incorporé al salón y en mi asiento me recosté en la mesa rodeando mi cabeza con mis brazos y esperé a que el timbre sonara. La clase pasó sin problemas, y al final, el profesor nos recordó del trabajo final, era leer un libro, pero no había ni escogido el libro que leería. Al salir del salón comencé a leer la hoja con las lecturas disponibles, el título que más llamó mi atención fue “Estampas del Popol Vuh”, por el nombre inusual que tenía. Revisando el día de entrega, todos los libros habían sido entregados en las horas en las que yo tenía clase, mi única esperanza era el de El Popol Vuh, pero ¡se había entregado hace treinta minutos! De un brinco me paré de donde estaba sentado y corrí hasta la biblioteca, pero cuando llegué ya estaban recogiendo; aún con un poco de esperanza, me acerqué a preguntarle a la señorita que estaba doblando un mantel:

–Disculpe, el libro de El Popol Vuh, ¿se acabó? –pregunté algo ansioso y esperando a que me dijera que no, pero la chica me dijo que sí con la mirada. Me giré desanimado.

“Este parcial seguro repruebo por no entregar el trabajo”, pensé mientras me dirigía a la salida de la biblioteca cuando una voz me interrumpió.

–Alexis –me llamó alguien en un tono amable, cuando dirigí mi mirada hacia la voz, vi que era el profesor de Literatura, mis ánimos regresaron, a lo mejor él podría ayudarme.

–Profesor… –dije mientras me acercaba a él.

–¿Te perdiste de la entrega? –preguntó

–Sí… había tenido clases y no había leído bien la hora.

–Yo puedo prestarte mi libro, ya está algo viejo, pero es la misma versión –dijo con una sonrisa ligera para después buscar el libro dentro de su mochila, cuando lo encontró me lo dio–. Mucha suerte con su trabajo, y trate de ver la historia de todos los puntos posibles.

–Muchas gracias, profesor –dije sin poder ocultar el alivio en mi voz y sin darle importancia a la última frase. El timbre sonó, me despedí del profesor y me dirigí de nuevo hacia el salón. De ahí, todo el día continuó con su curso hasta la hora de salida. Salí de la escuela y me dirigí al Soriana donde mi mamá trabajaba de cajera. A mitad del camino entre la plaza y la prepa, comenzó a llover, “No puede ser”, dije mientras apresuraba mi paso. Cuando llegué a la plaza, busqué la camioneta y como siempre, mi mamá ya la tenía lista para irnos a casa.

Llegué a casa algo cansado, así que después de dejar mi mochila al lado del sillón, me acosté por unos minutos, hasta que mi mamá me recordó que tenía tarea que hacer; de mala gana me senté en el sillón y acerqué la mochila. Lo primero que vi al abrirla fue el libro, que brillaba de una forma extraña, como si me estuviera llamando. Saqué el libro de mi mochila y me acomodé en el sillón. Tomé el libro entre mis manos y lo primero que noté fue lo delgado que era, lo cual tenía sentido, pues era una lectura que deberíamos terminar en máximo dos días. Regresé a la portada del libro y lo abrí, se dejó ver una luz dorada, algo cegadora, lo que me hizo cerrar los ojos, cuando los abrí, ya no me encontraba en la sala de mi casa. Era un lugar oscuro, estaba en el espacio, era el mundo antes de la creación de la tierra; yo estaba sentado en una estrella, una estrella con la capacidad de moverse, como una alfombra mágica, di algunos giros alrededor del hermoso paisaje en el que me encontraba y entonces lo comprendí, ¡estaba dentro del libro! No podía creerlo, debía ser un sueño. ¿Cómo podría estar dentro del libro? Estaba muy confundido, pero también con mucha curiosidad, así que dejé las dudas a un lado y me adentré en el nuevo mundo que veía ante mis ojos. Conforme iba pasando las páginas el paisaje cambiaba, y según donde me encontraba, mi ropa y la forma en la que me transportaba también cambiaba, podía acercarme a cada personaje, podía hablar con ellos. Estaba viendo la historia desde muchos puntos distintos… ¡Esa frase! El profesor de Literatura me la dijo después de darme el libro. A esto se refería: nos pedía dejarnos llevar. De estar en la sala de mi casa sin nada que hacer, me encontraba en un mundo recién nacido, viviendo todas las aventuras que El Popol Vuh narraba en primera persona, realmente no deseaba estar en otro lugar que no fuera allí. Cuando terminé de leer el libro, regresé a la sala de mi casa, donde no había otro ruido más que el que hacía la lluvia, aún no podía entender qué había pasado, pero estaba seguro de que no había sido un sueño.

Cuando me paré del sofá, en el piso había un camino dorado, como si hubieran tirado brillantina. Seguí el camino hasta la pequeña biblioteca que teníamos en casa, y al abrir las puertas del lugar, me encontré con muchas puertas que parecían esperar por mí. Todas me llevaban a un mundo diferente y en cada mundo conocería a personajes diferentes, no sabía qué podía estar esperándome.

Desde ese día, mis días dejaron de ser iguales. Siempre volvía a la pequeña biblioteca y siempre me encontraba con puertas distintas. En ese lugar, descubrí que la misma pregunta, ¿a qué mundo me iré hoy?, podía responderse de mil formas.

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