Escuela Nacional Preparatoria Plantel 5 José Vasconcelos
Escuela Nacional Preparatoria Plantel 5 José Vasconcelos
Muchos ya sabrán acerca de esto, y muchísimos otros no. Pero no importa, porque, de todas formas, voy a explicarlo, con el fin de que el espectador sepa que esta historia no es como las demás, al menos no como aquellas de mi autoría. Todos los escritos que he publicado en este periódico han sido obras generadas gracias a mi imaginación, yo mismo clasificándolas como “ficción”, claro que, dentro de la ficción hay vivencias, formas de pensar, y pensamientos reales, pero siempre con el toque que solo la mente humana le puede dar. Siempre he creído que a través de la forma y lo que alguien escribe, se puede ver reflejada la forma en la que piensa su cerebro, una profunda característica que sólo puede verse reflejada entre las líneas de su escrito, en mi caso siempre con ese toque de exageración, drama, horror y fantasía que tanto me gusta. Creo tener más afinidad al género del terror. Nunca he comprendido la razón exacta, ni me he molestado en buscar comprenderla. Solo sé que es un género que desde siempre me ha cautivado y generado emociones que ningún otro ha podido, como expliqué ya en alguno de mis textos.
Pero por primera vez, dejo a un lado la ficción, haciendo mi mejor intento de crear un texto digno de la historia que estoy por contar. Así que, como siempre, ruego al espectador preste atención porque por primera vez en mi vida, escribiré algo que no fue sacado de lo más profundo de mi mente, sino que, vengo a presentar un relato vivido en carne propia. La vez que vi a la muerte a los ojos.
II
Mi ignorancia me hace desconocer si la situación presentada en este relato está presente en todos y cada uno de los rincones del país. En realidad, por lo que se dice y escucha, podría decir que sí. Sin embargo, no me gustaría confirmarlo con tanta confianza en ello, ya que, en realidad, no me consta personalmente que sea así. Pero confiando en el público y personas de este país, puedo decir que en efecto todos o la mayoría han siquiera escuchado de algo similar a mi situación.
Solo asumiré que es así, y hoy, vengo a contar otra historia, otra narración, otra minúscula gota de ese enorme mar de historias que ya fueron contadas y están por contarse. Una contribución más.
La gente me dice que tengo un talento, un “don”, y que debo utilizarlo con sabiduría y responsabilidad, para hacer el bien. Por eso estoy aquí hoy, decidido a que mi historia sea escuchada para todo aquel que quiera escucharla. Expresándolo de la única manera que sé, escribiendo.
III
Salí por la noche de la escuela, lo único que iluminaba a la ciudad eran los desgastados postes de luz, las luces de las casas, y claro, la luz de la Luna, a quien tanta envidia le tenía. Me despedí de mis amigos, cada uno tomando su camión, “combi”, correspondiente, algunos afortunados, esperando a sus padres en la entrada de la escuela. Yo en particular, siempre espero a que todos mis amigos se dirijan a su casa para yo dirigirme a la mía. Me subí a la “combi” que va desde mi escuela al metro más cercano de mi casa, llevaba ya una semana de clases, por ende, una semana regresando a mi hogar por mi cuenta, acompañado únicamente de la luna.
Recuerdo particularmente, que cuando hice la parada a la “combi”, me acerqué a la puerta, abriéndose gracias a una cuerda que va desde la puerta al asiento del conductor, claramente, usando la tecnología más avanzada conocida por el hombre: el ingenio. Asomé mi cabeza al interior. Mi perspectiva me hizo ver que todos los asientos estaban llenos, y tendría que esperar otro poco para tomar otra “combi” que me lleve a mi hogar. Sin embargo, en ese momento, bendita mi suerte fue, que una anciana recorrió sus piernas y se compactó lo más que pudo, para que yo pudiera subir y sentarme. No culpo a la señora por lo que pasó, pero la historia sería diferente si hubiese tenido otra mentalidad.
Subí a la “combi”, agradeciendo particularmente a la anciana. Para ser completamente honesto, ignoré a los demás pasajeros, no vi a nadie a la cara, no analice los movimientos de nadie ni como actuaban, sentía que no había necesidad de hacerlo. Simplemente me subí, me coloqué mis audífonos y emprendimos ese largo viaje.
Para cuando llevábamos un rato de trayecto, comencé a pensar, y, es curioso porque precisamente en ese viaje, estaba analizando lo que escribiría para mi próximo texto del periódico, pensando en lo mucho que yo extrañaba escribir. Para este punto, comencé a usar el ambiente que me rodeaba, buscando un tipo de inspiración para ver qué podía salir de mi mente. Alguna vez escuche que el artista se encarga de ver la belleza en eso que parece simple, y retratarla de la mejor manera que pueda. Y yo en el esfuerzo de encontrar esa belleza o interés, use el que me encontraba para crear un texto: La “combi”.
Pensaba escribir acerca de cómo es que los individuos que viajan en una “combi” están tan separados y tan unidos a la vez. Un escrito que explicase diferentes historias, con diferentes atmósferas. Jugando un poco con la narrativa y la forma de escribir, un tipo de texto experimental. Contaría cómo es que no importa que pase en la vida de uno.
Muchas veces, todos nos dirigimos al mismo destino, utilizando el transporte público como una metáfora. Escribir sobre la belleza del pago en la “combi”, confiando en que nadie se quedará un sólo peso, demostrando la unión del pueblo mexicano. Y usando muchos otros ejemplos, para representar eso, la belleza del transporte público.
Yo tenía mis ojos cerrados, recargando mi cabeza en mi mochila, con música a un volumen alto, reflexionado esto. Pensando en las distintas atmósferas que podría añadir a mis historias “romance…, tristeza…, aventura…, terror…”, he de admitir que incluso estaba quedándome dormido. Cuando un grito me sacó de la reflexión en la que estaba metido, un grito que a duras penas logré escuchar gracias a la música.
Abrí los ojos, preguntándome qué había ocurrido. Y ahí, la vi, un ente que simplemente con mirarla generaba respeto y temor, un ente que con su mirada fulminaba todo deseo, objetivo y pensamiento que tengas en esta vida. La muerte me miró a los ojos, y yo la vi a ella, en forma de pistola, apuntándome directamente a la cabeza. Haciendo presión sobre mi frente.
IV
Me quedé paralizado, dejé de escuchar, de sentir y de pensar. Mi mente comenzó a pensar todo lo que he hecho y todo lo que no hice por miedo, mi vida no pasó por mis ojos como dicen, pero sí pensé mucho en la misma, e incluso a día de hoy, sigo pensando que ha sido de mi vida.
Le entregue lo que me pedía, ni siquiera lo pensé o lo dudé. Salió de la “combi” y corrió, a una dirección desconocida. Seguí en estado de shock hasta llegar a mi casa. Para tranquilizar a mis papás y amigos. Comencé a hacer bromas al respecto, una especie de mecanismo de defensa, que para ser honesto, me ayudaba a mí también. Pero no pude dormir toda la noche, ni la siguiente, ni muchas noches más. Me quedé reflexionando y pensando que podría estar muerto.
No he dejado de pensar en eso. He pensado tanto en la muerte, que incluso se asemeja más a un recuerdo. La vida como la conozco cambió drásticamente, y a pesar de que me refugie en la comedia sobre la situación, la escritura es mi verdadero desahogo, y por fin me alegro de poder explicar esta historia como es debido.
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