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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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The Humantra
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Carlos Alejandro Hernández Andrade

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 3

Mi nombre es Alejandro, entre mis hobbies destacan leer y escribir. Durante el periodo de la pandemia descubrí una herramienta que me ayudó a apreciar más la resiliencia y pienso que es funcional para todas aquellas personas que estén dispuestas a valorar todos los recursos que tienen a su disposición y a ponerse en paz con la incomodidad. Me pareció lo suficientemente importante todo esto para compartirlo con la comunidad a través de un podcast.

Lo que ven mis ojos, lo que veo yo

Número 6 / AGOSTO - OCTUBRE 2022

¿Cuántos de nosotrxs sabemos distinguir entre nuestra conciencia, nuestros pensamientos, nuestros “yo” y la realidad?

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Carlos Alejandro Hernández Andrade

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 3

Ayer salí a caminar a la calle transitando por lugares conocidos, todo estaba en su lugar, las escuelas, el quiosco, la base de taxis; los lados de la calle se peleaban por mí, uno cubriéndome con su sombra y frescura y el otro abrazándome con las corrientes de luz solar que, cuando pasaba a un lado de los árboles, se filtraban entre las ramas generando pequeños destellos que me hacían sentir en una escena de alguna película, solo que no había ningún guion que seguir, ningún director, nadie apuntándome con una cámara y diciéndome qué tenía que hacer, solo improvisaba y mi improvisación era perfecta. Percibía cómo al caminar mi cabeza se desplazaba a ambos lados continuamente y mi espectro de vista también, de repente era consciente de que mi cuerpo se desplazaba, solo materia y mis sistemas operando; respiraba, regulaba la temperatura, luchaba contra la gravedad, no entendía cómo no sé qué en mi cabeza o quizás fuera de ella estaba haciendo no sé qué para que yo entendiera eso, no tenía razones suficientes para concluir que el pensamiento solo emergía adentro de mí. ¿Qué tal si provenía de afuera? Detrás de esa materia que operaba en el mundo y en mí como parte de él, pues creo que la materia no cuestiona a la materia, en fin, debía aprovechar ese poder y seguir imprimiendo inteligibilidades porque junto con la memoria planeaban algo. Mi reloj pudo seguir funcionando hasta que sus baterías ya no transmitieran corriente, pero eso no me garantizaba nada, sin embargo, las hojas caídas que indican las estaciones transitando, el tinte blanco que emerge desde la raíz de la cabellera de mis padres y continúa floreciendo en mis abuelos y la falta de caras conocidas que continúan su rumbo privándose de rutas que me acostumbré a verlos cruzar, eran claros; el tiempo discrimina con discreción mas no a través de un artilugio cíclico acomodado en la muñeca.Crucé un pabellón en donde los árboles me recibieron acomodados en columna por enfrente de mis costados con hojas caídas por muchas partes como un paisaje extranjero, hasta que al final de éste, dentro de una vitrina, se encontraba una bella mujer con manto estrellado y diferentes adornos para asegurarme de que seguía aquí. Señoras con sus hijas salían por muchas partes como hormigas caminando con un cacho de dulce dirigiéndose a la colmena con intenciones de huir del corrupto oso hormiguero, que cuando crecieran pretendía mantenerlas ciegas de su existencia, sus tácticas eran más efectivas y aquel futuro más incierto. Y, por cierto, en la entrada de la colmena decía “Colegio”. Varias personas me perseguían trotando de frente y detrás con cables colgando de los oídos; después me senté en una banquita casi al final del pabellón para observar que yo era la única garantía de que esas personas estaban caminando por ahí en esa coordenada espacio-tiempo, aunque no era la primera vez que lo hacían, tampoco iba a ser la última porque la rutina asesina los recuerdos, a la mayoría no les interesa un día cualquiera aunque sí la suma de todos ellos, pero este no era cualquier día, sino el día en que decidía escribir de “el día”. Existen días menos representativos, pero igual de importantes en su conjunto porque si fueran pequeños tabiques en una inundación evitarían que te ahogues. Vi también a dos personas longevas corriendo una a un lado de la otra sin parar, como siguiendo a Forrest Gump, de repente, al cruzar la calle acabó la canción que ambientaba mi secuencia de pensamiento, por una un tanto diferente y pensé en cambiarla, pero me detuve, porque me acordé que captaba lo natural, lo espontáneo y no quería violar ese principio, hasta que cambié la canción porque aborrecía la secuencia mientras me convencía que no había violado ningún principio y la espontaneidad no existía, solamente eran causas precedentes que no podemos entender. Me encontré también en algún techo viendo los residuos del sol, en ningún otro lugar más que aquí, en donde hay tendederos de ropa, tinacos, varillas de construcción y una vista hacia la calle. Suena una melodía dulce, pero que empuja en su intento de mostrarse tragediosa, el viento da su rondín mientras hace que las plantas bailen, un par de montañas que parece se están inundando de construcciones, un crucifijo que parece muy viejo y quemado y divide los dos terrenos por razones sugerentes… y nosotros somos los buenos, claro. Miro a todos lados obligando inspiración porque así la encuentro, y es que no me levanto con ella, y es que la vida no es una inspiración y si lo fuera viviríamos menos de la mitad de lo que dormimos, y es que cuando dormimos soñamos. No sé qué sea soñar ni qué tan distante esté de la existencia, ni me parece obvio pensar que no es real, y es que puedo soñar ser una mariposa que vuela en el jardín de rama en rama solo teniendo conciencia de mi existencia como mariposa sin tener la de mi personalidad de hombre, para despertar con la duda de si era yo el que soñaba ser una mariposa o si era una mariposa que soñaba ser yo, como escribió Chuang-Tse. La duda no tiene sentido para el pensamiento, sino que es propia de la posición del hombre con cadenas, me aventajo de no vivir del pensamiento sino de conciencia, sin embargo, éste me ayudó a diferenciar las etapas de mi vida porque un día un niño caminaba por la inocencia, confundía conceptos que los adultos mencionaban, pero nada era más importante que una caja de Legos, videojuegos y algunos muñecos de plástico. Solo siguió jugando y haciendo gestos raros en las fotos muchas veces motivado, muchas veces contento, muchas veces berrinchudo y serio, con pocos compañeros como si hubiese elegido uno por disposición por cada etapa de su vida, cada año notaba cambios en sus concepciones más abstractas que se volvieron costumbre y que solo esperaba inminentemente cuando sus cumpleaños se aproximaban como un regalo sin moño. Pronto se dio cuenta de que los puntos no eran de la misma naturaleza que las estrellas, que había muchas preguntas, pocas respuestas o quizás muchas personas que no quisieron compartirlas porque no pensaban que las ameritaba y murieron con ellas. Ese niño se asomaba por encima de la copa de su árbol para poder apreciar los grandes y maduros troncos que veía tan serios e incorporadas a un mundo productivo, sin embargo, mientras la copa de su árbol se iba despegando del suelo se dio cuenta de que aquella seguridad y astucia era solo una parte de esos árboles, como una apariencia que los fortalece superficialmente y, cuando analizas el tronco un poco más, admiras cómo aquel pilar grueso y resistente se va haciendo más delgado hasta desembocar en pequeñas y abundantes ramas que sostienen pequeñas hojas verdes delicadas, a las que no puede acceder cualquiera, muchas veces ni ellos mismos; se forman perfiles allá abajo adecuados a su lugar de operación como un mecanismo de resistencia al rápido acceso ajeno a la debilidad de sus hojas, hay troncos más gruesos que las ramas, hojas más escondidas, más numerosas, ramas más o menos gruesas, antes anhelaba su control, ahora anhelo lo que ignoran, lo que ignoro, lo que ignoramos porque hay cosas que conozco que conozco, como un lápiz; también hay cosas que conozco que no conozco, como vida en otros planetas; pero también hay cosas que no conozco que no conozco y mientras la tierra siga dando vueltas con mi persona pegada como un chicle a su superficie me parece importante nunca priorizar lo que ven mis ojos por encima de lo que veo yo.

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Lo que ven mis ojos, lo que veo yo

3 respuestas

  1. Excelente escrito, muy inspirador me hizo pensar en los constantes momentos de mi vida cotidiana y saber si es posible que sea realmente lo que observó o lo que mis ojos solo desean ver.

  2. Simplemente me haces vivir el momento me lleves a vivir las escenas de una manera tan intensa 😍 gracias por lo que me.regalas felicidades!!!

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