9 de julio de 1971

Paola, respondo tu plegaria de mayo recién ahora, esperando que después del ataque ya te encuentres mejor en tu cama.

La vida ha sido pesada; poco ligera, poco digerible, poco amena. Me atrevo a pensar que tu espalda está cansada, desgarrada, pero más cansada está la mente, que imagino debe estar acorralandote ahora.

Paola, ¡Paola!, respondo a tu plegaria, si pudiera traerte conmigo a casa lo haría, pero al igual que tú, estoy herido, no encuentro salida. A veces olvido cómo llegué aquí. ¿Es el manicomio mi hogar eterno?, ¿qué tan eterno, es lo eterno?, ¿y si lo eterno durara un momento, cuán eternos seríamos nosotros?

Paola, ¿me quieres después de todo?, porque yo te añoro, todos los días, y todas las noches. Todo en ti me gusta, y confío en que tu mente sanará pronto. Sin embargo, la mía no ha encontrado salida, y aunque ambos estemos casi muertos, mi último respiro me ruega calma.

No es fácil para mí decírtelo, pero no te quedarás sola, mi alma siempre estará contigo: en la música que tanto te gusta, en el cielo que tanto ves, en las voces que tantas callas, en el amor que siempre me has dado. En todo, siempre estoy contigo.

Te amo Paola, encontrémonos en otro tiempo, en otro momento, en otra vida; encontrémonos con la mente tranquila, y esperemos coincidir en todas las vidas que siguen: sanos, eternos y vivos.

No te dejo sola, sólo me voy de viaje, llevo una maleta con nuestros mejores recuerdos, y nuestras mejores fotos.

Te esperaré el tiempo que sea necesario, te esperaré mayo, agosto, diciembre…, primavera, verano, otoño e invierno; te esperaré tiempo, colores, aromas, clemencias y sabores; te esperaré un segundo o mil momentos. Ven cuando quieras, que yo aquí te espero.

Con cariño,