Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad, UNAM
Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad, UNAM
Hace unos años, en una mudanza, decidí empacar los libros ordenándolos por sexo. El saldo fue: una caja de libros escritos por mujeres y cinco cajas de libros escritos por hombres. Esta diferencia, que es más bien una desigualdad, se replica en los libreros de muchas casas, en las librerías, bibliotecas públicas, programas de cursos escolares y un sin fin de ámbitos. No sólo en la literatura, sino en la ciencia, el arte, la religión y en todas las áreas del conocimiento, ha dominado la mirada masculina. Resulta inquietante, sobre todo si consideramos que más de la mitad de las personas habitantes en la Tierra son mujeres.
¿Dónde quedaron los ojos y las palabras de las mujeres? En algunos casos quedaron bajo seudónimos o firmas de “anónimo”; en otros casos quedaron silenciadas; y en el mejor de los casos están ahí, resistiendo y haciéndose un lugar entre las cajas y cajas de palabras de hombres.
Si, como afirma Donna Haraway, el conocimiento se construye desde la experiencia situada y corporal, hemos aprendido a ver y entender el mundo a través de la experiencia masculina. La literatura, por su parte, nos lleva a sumergirnos en las profundidades de lo humano. Las novelas, cuentos, poemas construyen también un tipo de conocimiento sobre los demás y sobre nosotras mismas; nos ayudan a dotar de significado a nuestras experiencias. Sin embargo, ¿qué nos puede decir de nosotras mismas la experiencia y la palabra de un hombre blanco, rico, heterosexual? ¿que somos bellas cuando callamos porque parecemos como ausentes?
Cuando leemos sólo a hombres, nos perdemos de otras formas de ver y entender el mundo y a nosotras mismas. Aún más, reproducimos en alguna medida la desigualdad de género, pues históricamente son ellos quienes han ocupado el espacio público, la palabra, la explicación dominante del mundo. Para mí, leer mujeres es otra forma de lucha feminista, porque significa recuperar ese poder de la palabra, entrar al mundo desde otros lugares, sentir el cuerpo en la escritura.
Esta lucha por reconocer a las mujeres en las letras ha tomado fuerza en los últimos años. Desde 2016, cada lunes cercano al 15 de octubre se conmemora el día de las escritoras. Esta iniciativa busca señalar y combatir la discriminación histórica de las mujeres en la literatura, evidenciando la estructura de desigualdad que ha llenado de obstáculos el camino de las mujeres que escriben. Sumémonos a esta lucha, preguntémonos: ¿cuántos libros escritos por mujeres hemos leído?, ¿cuántas autoras se incluyen en los programas de las materias escolares?, ¿por qué?, ¿qué tipo de conocimiento estamos construyendo?, ¿qué formas de ver el mundo estamos reproduciendo?, ¿cómo ver de otro modo?
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8 Responses
Muy buen post. Gracias por compartirlo.
No solo ha habido un borrado e invisibilización de las obras escritas por mujeres, también en la pintura, música, ciencia, etc; pero hoy día se rescata este trabajo y se reconoce el mérito y el derecho de la autora. Un profesor universitario de cualquier carrera debe tomar en cuenta esto en su programa de estudio, hay libertad de cátedra y debe abrir un espacio a la cosmovisión femenina…
Como dijo una persona durante una marcha: ningún monumento es más importante que la vida de una mujer. Creo que las personas justas estarán de acuerdo con esta afirmación. Pero esto no puede significar que el coraje por la violencia sufrida desde siempre por las mujeres se tenga que manifestar contra los monumentos u otros objetos, y mucho menos contra las mujeres policías. La violencia es violencia, independientemente de quien la ejerza. La inteligencia nos debe indicar la forma de contrarrestar a los entes agresores: los hombres brutales, las leyes injustas, las costumbres que perpetúan la inequidad en todos los terrenos (educativo, científico, económico, cultural, etc.) entre las personas, sobre todo entre hombres y mujeres. Y a todos los elementos anteriores los adjetivé, porque no podría culpar en general a LOS HOMBRES, LAS LEYES, LAS COSTUMBRES.
Es evidente que la solución a estos problemas es social, no individual, y que para avanzar se requieren reflexiones profundas y, como resultado de ellas, acciones que provoquen los cambios que se desean. Impulsemos esas reflexiones y sus consecuentes actos y moldearemos un futuro más justo para toda la gente.
La frase de la persona “durante una marcha” sobre el valor de la vida de una mujer y los monumentos, está fuera de toda razón de ser, y por tanto esa persona está fuera de toda razón. Y si hablamos de “las personas justas”, tenemos que empezar por elaborar frases justas. No porque una mujer (o para ser justos, la de cualquier persona) valga más que una vaca, nos vamos a ir a matar a las vacas que no tienen vela en el entierro.
Esta reflexión es absoluta, en este momento no puedo ir a separar autoras de autores. Me daré a esa tarea, puedo asegurar el resultado. Hasta en la expresión más simple, la palabra, existen enormes y avasalladora desigualdad.
Excelente iniciativa! Felicito a todas las entusiastas y dignas estudiantes. En especial a Erika Pérez Domínguez por su colaboración, su enfoque es original y de lectura sencilla. FELICITACIONES! Un saludo a John Ackerman.
Ya va siendo tiempo que se conozca nuestro punto de vista sobre el mundo y sobre nosotras mismas, que se publiquen mas nuestras historias, somos mas que capaz de hacerlo
Cuando empecé a comprar mis primeros libros, no me fijaba si era mujer u hombre el autor. Años después si me di cuenta que eran menos las mujeres y una explicación muy real, creo de Poniatowska, es que las mujeres tienen menos tiempo para hacerlo porque crían hijos, atienden la casa…
La verdad que en literatura no encuentro diferencias de género, es bueno o buena o mala o malo. Si son ensayos y opiniones, entonces sí hay diferencia porque de lo poco que conozco, pocos hombres comentan sobre feminismo.