Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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A usted que me está leyendo, quisiera que se pregunte: ¿cuál fue la última película de terror que le dio miedo? No me refiero al miedo infantil que nos llevaba a dormir con las luces prendidas o a taparnos el rostro con la cobija, sino al horror que permanece después de dejar la sala de cine y te deja pensando un rato con la pregunta, ¿por qué esta situación hace eco en mí?
Ese tipo de terror es el que se puede experimentar con el largometraje La sustancia (2024), el cual ha surgido de la mente creativa de la directora y guionista Coralie Fargeat, quien haciendo gala de sus estudios cursados en el Instituto de Estudios Políticos de París, presenta una historia crítica y original con una perspectiva de género, misma que nos invita a cuestionarnos: ¿qué tipos de violencia sufren las mujeres dentro y fuera de la pantalla?
Aunque la violencia no es ajena al cine ni al género cinematográfico de terror, resulta sorprendente encontrar en la pantalla grande escenas que perturban por su cercanía con la realidad. Este filme de horror corporal (o body horror) presenta un fino trabajo de tejido que entrelaza lo visual con lo narrativo, las brutales escenas bañadas en sangre se combinan con la violencia estética que vive la protagonista.
La violencia estética, término acuñado por la doctora en ciencias sociales y socióloga venezolana Esther Pineda, se explica a profundidad en su libro Bellas para morir. El establecimiento del canon de belleza femenina como una nueva forma de misoginia (2014), y lo define como:
…conjunto de narrativas, representaciones, prácticas e instituciones que ejercen una presión perjudicial y formas de discriminación sobre las mujeres para obligarlas a responder al canon de belleza imperante, así como, el impacto que éste tiene en sus vidas, es lo que he denominado violencia estética; la cual además se fundamente y erige sobre la base de premisas sexistas, gerontofóbicas, racistas y gordofóbicas. (Pineda, 2014: p. 109)
Es decir, es una forma de control de los hombres sobre los cuerpos femeninos. En el siglo XXI, los medios de comunicación han hostigado a las mujeres con estereotipos de belleza, que obedecen al ritmo acelerado de vida exigido por el capitalismo. Esta industria de la belleza y sus secuaces ponen a la mujer en una posición dual donde es sujeto consumidor y objeto de consumo, ¿para quién? pues para los hombres que definen la belleza a costa de la salud e incluso la vida de las mujeres.
La película ejemplifica magistralmente esta situación, aunque la protagonista llamada Elisabeth Sparkle es una mujer atractiva de acuerdo a los cánones de belleza hegemónicos, su tiempo de vida como objeto de deseo ha caducado para el productor Harvey, quien decide despedirla, lanzándola a un espiral de autodesprecio donde estará dispuesta a pagar caro recuperar su estatus de mercancía deseable.
Lo verdaderamente aterrador de la película radica en su capacidad de conectar con la audiencia, principalmente femenina, mostrando una escena que particularmente me enchina la piel, por lo cercana que es para mí y para muchas. En esta escena la protagonista a punto de salir se da un último vistazo en el espejo donde se encuentra con su peor pesadilla…su propio reflejo.
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