Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Para las juventudes, la forma de vestir ha representado un gran cambio en el paradigma cultural y de la moda, pero es necesario hacer una recapitulación sobre aquellos impedimentos que tenemos a la hora de vestirnos o elegir la ropa que nos agrada, por lo que nos convendría comprender las dificultades que tienen, o podrían tener, los varones o aquellas personas que se identifiquen con el género o expresión masculina. Lo anterior haciendo referencia a que existe una masculinidad tóxica, hegemónica y dominante que se constituye como un tipo de manual, reglamento o norma que busca dar una clasificación a lo que debería o no ser un “hombre” y que aceptamos como una especie de contrato social.
En este sentido, es necesario anotar que la masculinidad hegemónica se construye como una oposición a la feminidad o en rechazo de todo aquello que, construido mediante roles y estereotipos de género, pueda identificarse como femenino. Esta dicotomía se ha construido en sociedad para internalizar la realidad y gracias a ella podemos observar que las diferencias anatómicas que atribuimos a mujeres y hombres se han constituido en estereotipos que consolidan lo que es ser hombre o mujer y que se extiende a diversos ámbitos de nuestras vidas en relación con, por ejemplo, colores, profesiones, juguetes y una industria de la moda que en consecuencia determina, piensa y diseña formas o maneras de vestir.
Desde niño recuerdo estar rodeado de una normativa sobre lo que implicaba ser varón, más de uno recordará a sus familiares o maestrxs en la educación preescolar o primaria señalando las cosas que eran de niño o de niña y por ende se nos prohibió, a más de uno, jugar con muñecas o casitas que seguramente fueron cambiadas por autos y figuras de acción. Desde que somos socializados durante nuestras primeras infancias, encontramos una de las primeras normas entre la masculinidad y la feminidad, la especie humana trata de comprender e internalizar su realidad con dicotomías, lo que no es bueno es malo, lo que no es blanco es negro, lo que no es público es privado y lo que no es masculino es femenino, es por eso que como “varones” se nos aleja de aquello que no pertenece a “nuestra lado de la dicotomía”.
Una de las primeras normas de la masculinidad hegemónica es la prohibición del uso de los colores que se asocian a lo femenino, es decir, la presencia del color y su diferenciación en la forma en que nos vestimos. Desde infantes se nos indica cuáles son los colores de niño y en consecuencia cuáles no podemos utilizar. Un ejemplo muy claro lo vemos en los colores de las prendas que se han elegido para representar lo femenino y lo masculino, por un lado el color rosa, morado y tonos pastel, y por el otro, el azul, rojo y negro, además, esto se extiende cuando experimentamos con estilos, estampados, formas, cortes, accesorios y en general todo aquello que se sale de lo normativo. Hay una gran diferencia basada en colores que podemos y no usar de acuerdo con las normas de la masculinidad hegemónica y esta diferencia puede construir una gran crítica de los varones a sus pares que utilicen los colores asociados a lo femenino.
Si bien, en nuestros tiempos el paradigma de la oposición a los colores se ha deconstruido y ahora podemos utilizar aquellos que se encontraban en la parte de la dicotomía femenina, es cierto que durante mucho tiempo existió un prejuicio a utilizar estos colores en nuestra vestimenta que, aunque difuso, aún permanece en una porción del imaginario colectivo. Si la próxima vez que compres o uses ropa te molestan o incomodan los tonos pastel o el rosado, pregúntate si solo son tus gustos o si estás siendo víctima de la masculinidad hegemónica. Los colores no tienen género, son solo colores.
Recuerdo que a finales de 2023 me comenzaron a aparecer en redes sociales muchos videos de chicos titulados “Ropa que me compré en la sección de mujeres”, en donde armaban outfits con pantalones, camisas, chamarras que les quedaban en la mayoría de los casos increíbles. Hasta ese entonces no me había cuestionado por qué existe una diferencia estricta entre la ropa que es diseñada o pensada para mujeres y hombres, en ese punto comencé a preguntarme si mi masculinidad me permitiría utilizar una prenda de la sección para mujer.
Desde esta perspectiva el principal impedimento que tiene un hombre al querer comprar una prenda de la sección de mujer es comprender primero si su masculinidad es frágil.
“¿Qué es la masculinidad frágil? Es esa masculinidad que hace a los varones tratar de esconder sus emociones, hacerse fuertes ocultando sentimientos de miedo, angustia, debilidad o inseguridad al sentirse vulnerables. Esto se lleva al grado de prohibir prendas de color rosa, o como ya fue mencionado antes, el poder decir que otro hombre es guapo o incluso dar o recibir un beso de ellos. […]” (Gutiérrez Medina, 2021)
Una semana después acudí a una tienda de ropa que podríamos encontrar en cualquier centro comercial y fui a la sección de mujer a buscar unos mom jeans porque me gusta el corte y con la primera dificultad con la que me encontré fue con el tallaje ya que me confundí con lo números, en los jeans de hombres suelen encontrarse los números 28 hasta 40 usualmente y en los jeans de mujeres comienzan en números menores.
Hasta la fecha esos jeans siguen siendo mis favoritos, pero en su uso cotidiano me di cuenta que las bolsas de los jeans diseñados para mujer son muy pequeñas a comparación de las bolsas de los jeans de hombre, después en una plática con mi novia salió el tema a colación y me dijo que por esa razón las mujeres suelen usar bolso o cartera.
Hoy en día existen nuevas propuestas que apuestan por un cambio de paradigma en estas formas y asociaciones de la ropa presentes en las tendencias aesthetic y boxfit, que juegan con tallas y cortes más asociados, tradicionalmente, a “la sección para mujer”. Estas dos últimas tendencias han traído cortes que juegan con las proporciones o “cropean” camisas o playeras cumpliendo la famosa regla de los ¾ que busca una figura más proporcionada.
Por otra parte, podemos observar una corriente que se encuentra entre los denominados “fashion bro”, es decir, una porción de la población joven que está dispuesta a vestirse cómoda y “a la moda” sin importar si sus prendas provienen de la sección de hombre o de mujer, construyendo al “hombre” que puede vestirse como quiera sin importar si eso influye directamente o no en su masculinidad.
La crítica a usar ropa que no está directamente ligada con nuestro sexo se encuentra presente en nuestra sociedad hasta la fecha y no encuentra distinción entre clases. Podemos recordar aquella entrevista que Russel Harty en el programa London Weekend Television realizó a David Bowie en 1973.
Harry pregunta si cree en Dios y Bowie menciona que no le gusta ponerle nombre a aquella energía en la que piensa. La cámara enfoca los zapatos del artista mientras Harry cuestiona: “¿esos son zapatos de hombre, de mujer o de bisexual?” A lo que David contesta “solo son zapatos, tonto” (Briseño, 2022)
Si la próxima vez que compres o uses ropa te cuestionas si es demasiado femenina o si encuentras una prenda que te gusta pero no la compras porque viene de la sección de mujer, pregúntate si solo son tus gustos o si estás siendo víctima de la masculinidad hegemónica. La ropa no tiene género, es solo ropa.
La moda sin género
Ante estas y otros ideas en razón de género a la hora de vestirnos se han creado varias alternativas para vestir a cualquier persona sin importar su género o identidad, entre los que encontramos, por ejemplo, la moda sin género o genderless:
La moda sin género es lo que antes se conocía como ‘moda unisex’, es decir, aquella que puede vestir a cualquier persona, independientemente de su género o de su identidad. (Silva, 2021).
Consiste en creaciones de prendas que son pensadas para que pueda lucirlas perfectamente todo tipo de persona (independientemente de su sexo e identidad de género). Antes le llamábamos ‘unisex’, pero hoy lo conocemos como «moda genderless» y se caracteriza por tener plena libertad e invitar a las personas a vestirse con toda creatividad según su personalidad y preferencias. (Sandra, 2022).
Por otra parte, la asociación del género, además de ser discriminatoria para las personas no binarias y de la diversidad es una limitante para la creatividad. Si dejamos de observar la ropa que usamos con un filtro de género podemos utilizar cualquier cosa o comprar cualquier prenda que nos agrade sin pensar si es para hombre o mujer, la pregunta es, entonces ¿cómo? Vendría bien retomar el origen de estos prejuicios.
Nuevas masculinidades
La alternativa que no implica la industria podría ser, como propuesta, repensar la forma en que ejercemos nuestra masculinidad. Si el usar un color o prenda que se considere femenina nos hace cuestionarnos la forma en que somos hombres, entonces la crítica debería de realizarse a la masculinidad hegemónica y no a la producción basada en la división del género. Las nuevas masculinidades proponen replantear esa idea tradicional de masculinidad para desaprender los roles que todas las personas sin importar el género van adquiriendo desde la infancia en la masculinidad tradicional tal y como la conocemos.
La gran apuesta de las nuevas masculinidades es romper los roles de género aprendidos sobre la masculinidad y la feminidad. Si logramos replantear las formas de ser hombre en nuestra sociedad sin juzgar todo aquello que es femenino, entonces podríamos vestirnos como queramos sin pensar si la ropa que usamos pone en tela de juicio nuestra masculinidad. En conclusión, la alternativa es construir al “hombre” que puede vestirse como quiera sin importar si eso influye directamente o no en su masculinidad y acabar con esa idea de la asociación dicotómica de lo femenino y lo masculino a la hora de vestirnos que se construye desde nuestro sistema sexo-género.
Por: Angélica Hernández Plancarte
Históricamente, la mujer suele ser más un objeto que un personaje
Por Axel Álvarez Barrientos
Del despertar erótico a la búsqueda de identidad
Por Alejandro Sánchez Campo
¿Es amor o es sólo dopamina?
Por María Fernanda Sánchez Badillo Si cuidamos a la naturaleza, nos cuidamos a nosotrxs mismxs
Por Nasya Michelle García García
Cuidarse, entenderse, desaprenderse y reencontrarse
Por Yuriko Alondra Márquez Chávez
Entrega, subordinación y descolonización del amor romántico