Facultad de Ciencias
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Una enorme mariposa nocturna entró a través de la ventana de un séptimo piso, en el departamento de la parte más alta del edificio, dentro de un pueblo rural en el que abunda el infortunio y la superstición. Dentro de tal aposento una anciana mira resignada al gran insecto grisáceo que se ha postrado en la sala.
La mirada de la mujer, con sombríos ojos perlados, negros como los de su anfitrión, denota desasosiego a causa de tal premonición en el curso de la noche. Porque, cuando una polilla entra a tu casa, la muerte es inminente. Sin embargo, las características que se reflejan en el insecto le hacen preguntarse cómo será su culminación. Tantos años caídos sobre su cuerpo marchito, la muerte se torna natural y tranquila en el aspecto de su ya agotada longevidad. La polilla que hay frente a sus ojos la hace dudar acerca de la forma que tendrá su muerte.
En el vientre hinchado del insecto hay pequeños bultos traslúcidos que se agitan levemente como si algo en ellos creciera. La polilla, al parecer, será madre de más huestes mensajeras de la mortandad. Tiene dos pares de alas y dos pares de antenas, y emite un curioso sonido gutural que traspasa lo común en su especie lepidóptera.
Un miedo supersticioso escala por la precaria columna de la anciana. Mira asustada a la polilla regordeta que tiene enfrente, observando su fino pelaje y las marcas grabadas en sus alas opacas y semitransparentes. Medita unos minutos acerca del aspecto del siniestro animal. Mira constantemente la forma que tiene –¿Alguna vez alguien ha visto semejante tipo de polilla? –piensa ante aquella forma de vida que le resulta extraña. En medio de su trance, en medio de su atontada contemplación de aquello que la hace temblar, un sonido en el exterior le hace darse la vuelta.
Por las ventanas, por la puerta y por cada orificio presente en su departamento, una neblina oscura emerge en grandes cantidades, como un mar negro cuyas olas son la unión de un millar de sonidos agudos para el oído humano. Aquel enjambre de polillas la envuelve ahogando sus desgarradores gritos.
Pasaron muchas horas desde que los vecinos escucharon los alaridos en la planta alta del edificio. Por las ventanas, donde antes se divisaban las luces encendidas, ahora solo hay oscuridad, una oscuridad danzante, que se mueve como una gran sombra de horrenda constitución.
Una vorágine de grandes mariposas nocturnas emerge en una enorme nube cambiante. Tal voluta se confundiría con la negrura que propicia la noche, de no ser porque aquella tiene la forma de una polilla monstruosa, una figura siniestra formada por un millar de ellas, una figura que hace temblar a las estrellas por desafiar a la oscuridad que viste a la noche, perdiéndose en ella.
De los ahí reunidos, un grupo entra al edificio y sube hasta el séptimo piso. Justo en el centro del suelo de la sala hallan una osamenta humana, con huesos pulidos y blancos, como la luna llena y gibosa que se refleja en las ventanas.
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