Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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Si bien con el paso del tiempo la educación ha evolucionado, lo cierto es que en la actualidad vivimos cambios importantes consecuencia de la pandemia de COVID-19.
Varios recordamos que un buen día nos avisaron que tendríamos una semana de suspensión de clases, pero esa semana se transformó en un mes y finalmente en años. Personalmente, cursaba el último año de la secundaria. En todo ese tiempo de confinamiento se evidenció la diferencia de realidades que coexisten en la educación a distancia, la realidad de que algunos tenían que escoger entre estudiar o ver por su salud y su familia.
Mientras que el mayor problema de alguien era no poder salir con sus amigos, el de otros era llegar a fin de mes y poder pagar el internet, luz, agua, comida u otros gastos necesarios. De un día a otro tener una computadora o un dispositivo electrónico se volvió una necesidad primaria para tener acceso a las clases, además de que las dificultades se agudizaron en algunos niveles socioeconómicos, como en zonas marginadas, donde las clases se suspendieron definitivamente al no tener las herramientas digitales. Todo lo cual afectó la calidad de la educación recibida y abrió una interrogante: ¿solo un sector privilegiado podría recibir educación de calidad?
La educación en línea surgió espontáneamente como respuesta al confinamiento en casa y al impedimento de ir a la escuela de manera presencial, usando herramientas como Zoom, Classroom, Microsoft Teams, entre otras. Pero hay diversos estudios que, tras la pandemia, han concluido que los alumnos que vivieron esta modalidad de estudios, realmente no alcanzaron todos los aprendizajes esperados, lo cual es alarmante si tomamos en cuenta que en la prueba Planea, organizada por la SEP, desde el 2018 se ven cifras preocupantes, y si nos vamos a la actualidad, ni siquiera dan aún los informes de las pruebas realizadas en 2023, levantando sospechas del porqué omiten publicarlos.
Son mucho los factores que propiciaron que esta educación no funcionara del todo, como lo son los distractores que hay en casa, la poca relación entre alumnos y profesores, la falta de recursos para poder asistir a una clase o hacer tareas, factores que de manera presencial no eran tan notorios o no tenían tanto peso como lo fue en la modalidad a distancia.
El día a día que consistía en ver a los amigos, el deporte, las reuniones familiares, las salidas a comer o pasear, evolucionaron a estar todo el día en casa tomando clases y haciendo tareas, en los mejores casos. En los peores casos se sufrieron pérdidas de amigos o familiares, entre otras situaciones difíciles.
La forma en la que el gobierno abordó la situación en el contexto de la educación básica generó inconformidades. En el caso del programa “Aprende en casa”, solo eran una sola guía y un solo estándar en donde no se tenía espacio para dudas; los propios alumnos eran su propio maestro, o sus padres tenían que cumplir ese rol para el que la mayoría no estaba calificado.
Los universitarios también se vieron afectados al no poder realizar sus prácticas de manera presencial, y al no recibir un constante seguimiento al progreso de las habilidades que usarían como profesionistas, suponiendo, simplemente, que acabaron la carrera; por otro lado, por las mismas situaciones que se han planteado antes como lo es la falta de recursos para poder seguir con los estudios, muchos tuvieron que desistir de su vida académica.
No hay que olvidarnos de un sector que muy probablemente recibió fuertes embates de la pandemia: la comunidad indígena, que históricamente ha padecido una educación ineficiente e indigna, pero la imposibilidad de acceder a la modalidad en línea les rezagó aún más.
Pero, ¿debemos culpar de todo a la falta de recursos? No. También nos enfrentamos al hecho de que había profesores que no eran empáticos, ya sea por desesperación de no saber usar los programas digitales o por su incapacidad de comunicarse con el grupo. La educación, en cualquier nivel, es un vínculo pedagógico, una relación entre el maestro y el estudiante, se tiene que ir a diversos ritmos de acuerdo a la diversidad de estudiantes, porque de lo contrario, si se lleva una sola forma de enseñar, solo algunos aprenderán.
Las dificultades de la educación a distancia no solo abrieron la brecha socioeconómica de los alumnos, sino que también afectaron el estado mental debido al aislamiento social y la presión académica que se recibía. Toda una generación nos perdimos de experiencias, nos perdimos a nosotros mismos. Parecía que el tiempo se detuvo y nos quedamos en otra edad. El ser humano es un ser social y el hecho de que estuviéramos confinados durante años provocó diversos problemas psicológicos y hasta físicos.
Con todo lo anterior no pretendo solo criticar las medidas que se tomaron durante la pandemia, finalmente fue una respuesta espontánea a una situación igual de espontánea, ningún gobierno estaba preparado para enfrentar una pandemia mundial, sin embargo, considero que sí debemos reflexionar sobre cómo podemos garantizar una educación de calidad que no solo esté enfocada en las herramientas, sino también en el estudiantado y cómo los cambios nos afectan en aspectos físicos, mentales y emocionales.
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