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Alberto Eliseo Prado Lugo

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

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La ilusión del nihilista

Número 2 / JULIO - SEPTIEMBRE 2021

Quizá incluso algún día veamos esta época con aprecio por habernos enseñado tanto

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Alberto Eliseo Prado Lugo

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

La pandemia ha sido complicada. He experimentado tantos sentimientos y estados de ánimo, que no podría describirlos todos. Sonaba fácil, pero añadirle clases en línea a todo este ruido en mi cabeza fue muy duro.

Las clases virtuales me llegaron cuando apenas comenzaba el primer semestre. Tenía la expectativa de comenzar la carrera en la Universidad, en las aulas. Era una ilusión. Las circunstancias no lo permitieron y el semestre comenzó a distancia, y aun a distancia el primer día fue muy luminoso. Recuerdo mi primera clase con mucho cariño. Me sentía con energía y ánimo de avanzar.

Quizá logré mantener el brío durante el primer par de semanas, pero paulatinamente comencé a frustrarme por la incertidumbre del futuro. Conocía muy bien la sensación, pues venía de dejar una carrera y, en su momento, tuve muchas dudas. Lo mismo sentía ahora en el zoomestre. Me decía cosas como: “¿hacia dónde voy?” o “¿de verdad algún día todo pasará y regresaré a un salón?”. No lo sabía, sigo sin saberlo y sinceramente ya no me esfuerzo mucho en hallar una respuesta. Objetivamente se supone que volveremos, pero mi inseguridad dice que debo esperar lo peor.

De las cosas que más me duele perder es la interacción con mis compañeros. Siempre he sido alguien con un círculo social pequeño, ya saben, lo de siempre, muchos conocidos y pocos amigos, pero amigos que abrazo con fuerza. A través de la pantalla he conversado con personas interesantes, personas que brillan y que me confortan. Sin duda, me hubiera encantado conocerlas en persona, con algunas de ellas aún podré coincidir y con otras probablemente no. Eso justamente, el hecho de dejar ir a esas pocas personas que he conocido y todas las experiencias que pude vivir a su lado es lo que me irrita.

Siento que los días pasan sin dejar nada detrás, no es fácil recuperar las cosas buenas del día anterior y es inútil intentar ver lo bueno del mañana. En este círculo vicioso también entran las actividades, tareas y exámenes. Hay poco acompañamiento, casi todo recae en el alumno y en ocasiones me hallo en callejones sin salida. Trato de aprender porque lo disfruto, pero ahora la prioridad se ha vuelto entregar tareas antes de las 23:59, y no avanzo, no progreso; lo intento, pero es estresante y cansado, la ansiedad me consume.

Día tras día encuentro tantas cosas que me desilusionan y que me hacen pensar que existo por inercia, pero hay otras tantas cosas que me llenan el corazón que sería muy egoísta no darles el valor que merecen. Sería muy injusto no reconocer aquellas cosas que día a día iluminan mi vida.

No todo ha sido malo, soy foráneo, y ahora estaría lejos de mis papás, de mi hermana, en una etapa de mi vida en la que no sé cuándo podré estar con ellos más de un par de meses consecutivos para irme al menos otros cinco. Valoro eso y saberme acompañado es invaluable.

No todo ha sido malo, profesores como Claudia, Luis, Mariana y Luz Elena han hecho el camino menos pesado, siempre intentando sacar lo mejor de mí y acompañándome en el proceso. Rodearse de docentes así es un placer.

Aun cuando he renegado de lo pesadas que se vuelven las actividades, sigo alegrándome cada que recibo una retroalimentación positiva. Significa que todavía permanece algo dentro de mí que se ilusiona sobre que estos problemas pasarán.

No negaré que a raíz de la pandemia he tenido muchas dificultades emocionales, tampoco negaré que las clases virtuales las acentuaron, pero debo aceptar que hay cosas que me hacen aferrarme a mejorar y superar el reto. Es difícil, pero soy terco y sé que mis compañeros y yo podemos reinventarnos cada día. Quizá incluso algún día veamos esta época con aprecio por habernos enseñado tanto. “Los recuerdos son sentimientos del corazón. Cuando las personas tienen malos recuerdos, tienen miedo”, eso dice Hiromu Arakawa, y hace que replantee cómo me enfrento a mis emociones. De las clases a distancia habrá muchos malos recuerdos, pero no quiero que sigan surgiendo más, no quiero recordar estos años, los que deberían ser los mejores, con desagrado. Quiero ilusionarme con lo que vendrá cuando volvamos a las aulas y ría con mis futuros nakamas. Ya no quiero tener miedo, ya tuve suficiente.

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La ilusión del nihilista

Una respuesta

  1. “Ya no quiero tener miedo, ya tuve suficiente” Ufff, es bueno encontrarse con que el sentimiento de sentirse perdido no es exclusivo, y que al final no estamos solos enfrentando esto

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