Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
En una realidad tan confusa y caótica como la que se presenta en la actualidad en México y en todo el mundo, el estudio, el análisis y la generación de propuestas que tengan como objetivo el modificar las condiciones sociopolíticas y administrativas que se viven en la sociedad es fundamental si verdaderamente se pretende no sólo entender la realidad, sino también transformarla.
En este sentido, me parece interesante el tratar de exponer la manera en cómo percibo a la sociedad mexicana desde los grupos de poder que la conforman y cómo se presenta la impunidad y la corrupción como mecanismos de poder que sólo beneficia a un sector exclusivo de la sociedad. Para ello, en el contexto donde cada concepto puede tener tantas aristas y tantas interpretaciones según las convicciones e ideologías de quien emite los comentarios, me parece necesario especificar bajo qué autores se justifican mis ideas planteadas.
Así pues, en primer lugar, comenzaré por explicar cómo entiendo al poder según la interpretación personal que tengo del concepto desde la definición realizada por Hanna Arendt. De esta manera pretendo separar la visión weberiana de que el poder necesariamente tiene que ver con “imponer la propia voluntad dentro de una relación social, aún contra toda resistencia…” (Weber, 1993) y abordarlo desde un aspecto más colectivo – organizativo en la relación que existe entre las diferentes organizaciones de la sociedad y el Estado.
Una vez que haya planteado, desde la perspectiva de Hanna Arendt, una aproximación de qué se va a entender como poder durante esta ponencia, trataré de explicar las relaciones que intervienen entre los diferentes grupos de poder que se gestan en las diferentes organizaciones existentes dentro de una sociedad; cómo sólo algunos, a través de la violencia impuesta con impunidad y corrupción, se ven beneficiados por participar de forma indebida en la toma de decisiones y qué hace falta para equilibrar los pesos y los contrapesos en las relaciones de poder dentro del espacio público.
Y, para finalizar, considerando el panorama mencionado previamente, generó una propuesta que tiene como objetivo fomentar la participación y la injerencia de todos los jóvenes en la construcción y organización de nuevos paradigmas en la forma de gobernar y, por ende, de administrar al Estado Mexicano. Esto, a través del uso de mecanismos existentes, y de otros aún por innovar, que implementen la rendición de cuentas y la transparencia de tal manera que la sociedad civil organizada pueda tener un control real sobre el comportamiento del gobierno, sus instituciones y que, además, le permita intervenir en la toma de decisiones en cada uno de los espacios públicos correspondientes de manera directa.
El Poder como resultado de la colectividad y la organización
Las múltiples definiciones y redefiniciones sobre el significado del concepto de poder históricamente han sido motivo de interminables debates. En lo personal, opto por uno que me parece describe y refleja al poder como el resultado de la conjunción de decisiones individuales en pro de alcanzar los objetivos pactados en común acuerdo a través de la acción colectiva como lo plantea Hanna Arendt (Arendt, 1993).
A diferencia de lo que normalmente se entiende como poder, donde la idea de la dominación violenta del hombre por el hombre para conseguir lo propuesto por cada interés individual imponiendo cualquier método de sometimiento y adiestramiento es la que prevalece, Arendt permite vislumbrar los factores que componen a la relación de “mandar – obedecer” y en su estructura señala la conjunción mal entendida que tiene el poder con la violencia (Montbrun, 2010).
Entender que la violencia y el poder son dos aspectos que no necesariamente son los mismos como lo han hecho hacer creer es fundamental para encontrar, en el origen de la concepción de la definición que plantea Arendt, el argumento propio que sirva como referencia para poder desarrollar propuestas que permitan descentralizar el poder de aquellas personas que están relacionadas con el gobierno y la toma de decisiones, que por su carencia de legitimidad y/o representatividad para con la sociedad han trasladado este malestar hacia las instituciones que éstas dirigen y han contribuido así a desestabilizar y debilitar la consolidación de un Estado de derecho que en gran parte de México ha sucumbido a los distintos poderes fácticos que se han presentado como alternativas a una crisis generalizada dentro del Estado Mexicano.
Hanna Arendt menciona que el poder “corresponde a la capacidad humana no sólo de actuar sino de actuar en concierto. El poder no es nunca una propiedad de un individuo; pertenece al grupo y existe sólo mientras éste no se desintegra” (Arendt, Sobre la violencia (trad.: Miguel González), 1970) Por lo que, siguiendo con esa misma línea de pensamiento, el poder se centra en la interacción generada por un grupo de personas buscando un mismo objetivo y en la capacidad que tienen éstos de accionar para conseguirlo estando unidos.
Me parece que en la medida en que más se fortalezca este grupo a través de la organización y coordinación de las ideas propuestas por los integrantes, y éstas, a su vez, puedan ser plasmadas en acciones, más posibilidades tendrán de llevarse a cabo los planes y las estrategias para conseguir los objetivos que motivaron la creación del mismo grupo de personas.
De esta manera, como ya comenté antes, con el mismo origen del concepto también se puede explicar la clara decadencia de legitimidad y confianza que el gobierno, a través de sus instituciones, ha tenido para con sus representados.
Considerar a las instituciones como manifestaciones y materializaciones del poder, como lo plantea Arendt permite entender lo expresado en el párrafo anterior; es decir, una vez que los ciudadanos, aglutinados por medio de organizaciones públicas, civiles y privadas dentro de la sociedad, dejan de respaldar a las instituciones, el poder del gobierno automáticamente se ve reducido en su alcance y proporción de mando, y es entonces cuando se hacen presentes los intereses de aquellos que cuentan con los recursos necesarios para transgredir y suplantar las actividades fundamentales del Estado debilitando así las funciones básicas de cualquier gobierno y sobreponiendo sus intereses privados por encima de los intereses públicos (Pego, México).
Así pues, encuentro que el gobierno, al ir disminuyendo el control que debería de tener sobre las decisiones políticas y administrativas que le confiere el poder de la ciudadanía para que pueda ejercerlo en beneficio de ella, éste opta por utilizar la fuerza y la violencia institucionalizada, estructurada y sistematizada para tratar de imponer ideas, que en nada o muy poco contribuyen a combatir las necesidades que la mayoría de la población mexicana sufre y, por el contrario, busca favorecer, aún más, a aquellos ciudadanos que se encuentran en la parte más alta de la estructura social, que generalmente son los que más impuestos evaden, más normas quiebran, más relaciones de poder tienen para solucionar sus conflictos y por ende, más impunidad y corrupción estimulan.
Es en este contexto, en el que la violencia aparece de manera explícita e implícita dentro de la relación del Estado, a través del gobierno y sus instituciones, con las organizaciones públicas, privadas y civiles como una característica más del poder, es donde se aprecia directamente la diferenciación que hace Arendt cuando separa al poder de la violencia. Ya que, como precisa Hanna, entendiendo el concepto de autoridad como el reconocimiento que le concede un grupo mayoritario de personas a otro minoritario para que el primero obedezca al segundo sin necesidad de implementar el miedo o la coerción, la fuerza o la violencia aparecen cuando esta autoridad fracasa (Montbrun, 2010).
Bajo esta lógica, considero que el problema central del poder y de la violencia institucionalizada en México no radica únicamente en conocer, de manera estructural, quiénes lo ejercen sobre quiénes, ni cómo lo ejercen, sino también y fundamentalmente en la falta de constitución de espacios donde los ciudadanos puedan desarrollar contrapesos políticos dentro de la sociedad. Es primordial que cualquier persona tenga, a través del dialogo y la contemplación de lo diferente, la posibilidad de organizarse y coordinarse para llevar a cabo acciones políticas que tengan el propósito principal de solucionar sus demandas y necesidades sin tener que ser criminalizados, perseguidos o asesinados por afectar intereses de otros grupos organizados ligados al sector empresarial.
Además, dichos grupos, en comparación con los otros sectores, son los que están más organizados, son los que cuentan con más y diferentes tipos de recursos, concentran más poder en la esfera pública y también son los que directamente se ven más beneficiados por la mayoría de actos que quedan impunes, justificando y perpetuando así la violencia institucionalizada antes mencionada y dejando claro que sus intereses económicos privados, motivados por el mercado, están por encima de los objetivos sociales y colectivos motivados por las demandas y necesidades públicas de los ciudadanos.
Porque me es necesario dejarlo claro, desde mi perspectiva, si bien la impunidad y la corrupción se presentan en cada una de las estructuras de la sociedad mexicana, no en cada una de ellas se castiga ni se persigue de la misma manera ni en la misma proporción. Es sencillo, para los asaltantes a mano armada, para los jóvenes denominados ‘narcomenudistas’, para los campesinos que siembran marihuana o para las mujeres que matan a su agresor por intentar violarlas existe la cárcel y la persecución; para otros, en cambio, para quienes cometen fraudes fiscales, quienes ayudan a cometer fraudes electorales o dan ordenes de matar, desaparecer y torturar personas existen puestos políticos y administrativos, concesiones o facilidades de crecimiento económico para las empresas que ellos dirigen o administran y la certeza de que muy difícilmente podrán ser juzgados, enjuiciados y castigados por sus actos.
Pese a lo anterior, para tratar de controlar, prevenir y erradicar estas prácticas impunes e injustas me parece necesario contrarrestar este tipo de acciones con organización y acción política de manera colectiva por parte de las organizaciones sociales que busquen romper con las relaciones de poder que postergan la dominación política, a través del uso de la violencia sistematizada, de un grupo reducido de actores sobre las mayorías, tal y como Hanna Arendt entiende a la acción política. Y es que, para ella, la “acción política, como cualquier otro tipo de acción, es siempre esencialmente el comienzo de algo nuevo; como tal es, en términos de ciencia política, la verdadera esencia de la libertad humana” (Pego, México).
Finalmente, propongo que como jóvenes asumamos la responsabilidad social que nos confiere el estudiar en una universidad pública y busquemos la forma de incidir y dirigir procesos colectivos – organizativos en la que pongamos en práctica todo lo adquirido en la academia para empoderar a la sociedad a través de acciones políticas que verdaderamente influyan en las decisiones que se toman.
Estas acciones pueden ser el regular las actividades privadas y empresariales que influyan en la toma de decisiones, romper con las prácticas heredadas que sirven como origen del arraigo de la impunidad y corrupción en la sociedad, socializar el conocimiento técnico, científico y tecnológico aprendido para que más personas pueda hacer uso de ellos, fomentar la rendición de cuentas y la transparencia a través de los canales existentes, innovar herramientas que impulsen o mejoren la transparencia clara haciendo uso de la tecnología y, finalmente, ser consecuentes con nuestros actos para buscar contribuir así, por encima de cualquier interés individual, al mejoramiento de las condiciones de vida de las mayorías.
Referencias bibliográficas
Arendt, H. (1970). Sobre la violencia (trad.: Miguel González). México: Joaquín Mortiz.
Arendt, H. (1993). La condición humana. Barcelona: Paidós.
Montbrun, A. (2010). Notas para una revisión crítica del concepto de “Poder”. Revista de la Universidad Bolivariana, 367 – 389.
Pego, A. D. (México). Poder, violencia y revolución en los escritos de Hannah Arendt. Algunas notas para repensar la política. Argumentos.
Weber, M. (1993). Economía y Sociedad. México: FCE
Por: Yunuen Michelle Velázquez Cervantes
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Una respuesta
Sin duda un bonito escrito, en mi percepción seguramente dirigido en tiempo al periodo del ex presidente Felipe Calderón, no lo entendería de otra manera. Si realmente los jóvenes Universitarios desean impulsar la democracia, comiencen en casa; es una vergüenza que la máxima cada de estudios la dirija una camarilla de 15 personas y sea técnicamente hereditaria. Es inaceptable en “tiempos de democracia” y no lo vean así. Es mi opinión. Saludos cordiales.