En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Crédito: Samuel Flores Rosales / Facultad de Medicina
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Samuel Flores

Facultad de Medicina

Soy Samuel y estudio para médico cirujano, me gusta hablar de temas sociales a los que no se les da importancia en mi carrera.

La comunidad LGBTTTIQ+ en el cine

Número 16 / ENERO - MARZO 2025

Lo que para muchxs es actuación, para nosotrxs son burlas

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Históricamente, en la mayoría de las producciones mexicanas, tanto de cine como de televisión, ser gay o de la comunidad LGBTTTIQ+ ha sido usado como insulto y chiste. 

Aunque hay películas y series que se distinguen por ser innovadoras e inclusivas tales como Sueño en otro idioma (2017) o El baile de los 41 (2020), que exponen algunos de los problemas que enfrenta la comunidad de la diversidad sexual, lo cierto es que se sigue estigmatizando el carácter y la apariencia de todas las identidades y géneros. 

En la esfera del entretenimiento, en México se nota mucho la costumbre de imaginar o crear personajes sexodiversos desde la mente de un productor o un director heterosexual y cisgénero, completamente ajeno a esta comunidad, que presenta, por ejemplo, de manera exagerada que una mujer trans tenga rasgos físicos masculinos y genéticos XY, desde el guion y el casting, hasta la publicidad del personaje. 

En una investigación del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), se menciona que don Pedrito, en La casa del ogro (1938), fue el primer personaje homosexual en una película mexicana, donde se utiliza como el alivio cómico del melodrama. A la fecha, los personajes de la comunidad siguen actuando como alivios cómicos de producciones mexicanas populares y altamente difundidas, lo que hace pensar: ¿de verdad ser de la comunidad debe ser un chiste?

Para continuar con la tragedia, los actores que interpretan a este tipo de personajes no siempre son de la comunidad, sino que son heterosexuales y cisgénero que se ven ‘machos’ e interpretan a personas trans con un supuesto profesionalismo para que sí se vea ‘bien trans’, lo que orilla al chiste o al ridículo. Esto ha generado polémicas, como en el caso de Paco León en La casa de las flores (2018), quien en una entrevista con El Universal declaró: “Manolo me mintió para que tomara este papel. Cuando me invitó de inmediato acepté y luego me mandó el guion y vi de qué iba mi personaje y ahí me entró miedo y casi que no acepto. Me aterraba, no porque no fuera una persona trans, sino porque no quería faltarle el respeto a la comunidad trans y menos hacer una caricatura ni cliché de ellos”.

Otra polémica incluye a Eduardo Yáñez, quien interpreta a una mujer trans en Mi tío (2022), y en una visita al programa Chismorreo (2022) mencionó que vistió ropa interior femenina para la producción y aprendió a caminar en tacones fingiendo pasarelas para ejercer con gran esmero su papel. 

Por su parte, Luis Estrada en ¡Qué viva México! (2023) muestra una extraña perspectiva de inclusión con el actor Cuauhtli Jiménez, quien interpreta a Jacinta, que si bien es otro ejemplo del uso de hombres cis y hetero como mujeres trans, en entrevista con Spoiler Time (2023), Luis afirmó que: 

 

[…] es una película que es reflejo de un momento muy particular de la humanidad […] este fenómeno de la corrección política y la doble moral y en el que ya uno tiene que ser cuidadoso de cómo expresar todo, porque puedes incomodar a alguien y entonces, además, no sólo lo incomodas, sino que te castiga y te cancela y te expone. Yo dije: es un momento importante para hablar con libertad, para dejar de lado la autocensura no sólo política […], sino también de toda una sociedad a través de una familia. Y entonces sí, efectivamente, la película está llena de clichés, de estereotipos, de personajes caricaturizados, pero es un ejercicio de libertad y habrá gente que le incomode, habrá gente que no, habrá mucha gente que la critique, pero es una película que yo firmo y suscribo porque es un poco la manera en la que yo decidí que era la mejor forma de contar esta historia.

 

Y claro, es pertinente incluir a esos entrañables –para muchos– personajes de La hora pico (2020) Paul y Carmelo interpretados por Gustavo Munguía y Adrián Uribe respectivamente, que no sólo servían para chistes y burlas hacia personas gay, sino que por mucho tiempo fueron el estigma de amanerados y, además de que los actores no pertenecen a la comunidad, aún siguen en controversias por temas como el apoyo que Adrián Uribe dio a Arath de la Torre en su participación en La casa de los famosos México (2024), o los intentos de Gustavo Munguía para defender a su personaje Paul Yester de la cancelación como hizo en entrevista con Matilde Obregón: “Una vez me mandó un cuate un mensaje en un post que decía: ‘Gracias a tu terrible personaje arruinaste mi niñez’. O sea espérate, yo no le arruiné la niñez a nadie, era un personaje, punto; no le contesté, no quise entrar en una polémica porque eso se iba a alargar. Y luego te vas a la página de este cuate y tenía cinco seguidores, entonces dices, bueno, este cuate lo que busca son seguidores […] Creo que hay que respetar, hay una línea muy delgada y creo que Paul limita eso”.

Y así pudiéramos seguir analizando varios otros personajes y sus actores, como Agapito en Cero en conducta (1999), Poli en Pink… El rosa no es como lo pintan (2016), Julio Esteban de XHDRBZ (1997) o Yahairo de Black & White (2001).

Si bien hemos avanzado mucho como sociedad para hacer respetar nuestros derechos como comunidad LGBTTTIQ+, palabras como las de Luis Estrada –que pareciera haber descubierto la ética en ese fenómeno que menciona–, realmente exponen la controversia en la que se ve envuelta la diversidad sexogenérica en el cine, televisión y streaming. Tal vez parece correcto que un actor o director ‘macho y trajeado’ ponga en escena chistes directos o indirectos de gays, lesbianas y trans, solamente porque es profesional, pero es indispensable que el debate ponga en perspectiva las ideas de la comunidad para que de verdad la ética pueda aplicarse a las producciones cinematográficas.

Quizá desde la formación de profesionales deba incluirse perspectiva de género más allá de lo cis, además de invitar a participar en las producciones a personas de la comunidad LGBTTTIQ+. A pesar de todos los esfuerzos, habrá personas que sigan insultando y burlándose con términos despectivos hacia las diversidades, pero existe la capacidad y el talento como para evolucionar, porque mientras para muchos es cine, para nosotros es injuria.

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