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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
FOTO: MOISES PABLO/ CUARTOSCURO.COM
Alfredo Ruiz Martínez

Alfredo Ruiz Martínez

Facultad de Derecho, UNAM

Infodemia y censura

Número 1 / ABRIL - JUNIO 2021

El trabajo y estudio a distancia se han caracterizado por ser un escenario más de la desigualdad

Alfredo Ruiz Martínez

Alfredo Ruiz Martínez

Facultad de Derecho, UNAM

El pasado mes de marzo se cumplió un año desde que la contingencia sanitaria, derivada de la pandemia de la Covid-19, impuso a la población mexicana la necesidad de confinarse y distanciarse, alterando no solo actividades económicas, sino aquellas de otra índole, como el estudio, que al igual que el trabajo, tuvo que retomarse quedándose en casa y haciendo uso de las tecnologías.

Las (ya no tan) benditas redes sociales

Tecnologías que, para la vida de algunos, se han vuelto una herramienta indispensable para lo que se prefiera. Gracias a ellas, podemos acceder a diversas fuentes de conocimiento o entretenimiento, así como interactuar con nuestros seres queridos a través de las redes sociales. Y por supuesto, alzar la voz en pro de las mejores causas.

Pero la dependencia tecnológica ha demostrado tener consecuencias y claroscuros que pueden llegar a ser preocupantes. Si bien el Digital News Report 2020, informe anual publicado por el Instituto Reuters de la Universidad de Oxford (Reino Unido), refleja que el 86% de la población mexicana prefiere informarse en plataformas digitales y redes sociales, por encima de la televisión, la radio o la prensa impresa, las audiencias se ven amenazadas por la peligrosa proliferación de noticias falsas, rubro en el que nuestro país ocupa el segundo lugar, solo detrás de Turquía, de acuerdo con Luis Ángel Hurtado, académico de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Se trata de todo un fenómeno que se ha constituido en una verdadera epidemia de noticias falsas, como lo escribe el fundador y presidente del Centro de Derechos Humanos “Fray Francisco de Vitoria”, Miguel Concha, citando al presidente Andrés Manuel López Obrador:

“El mandatario ha expresado también que a la epidemia del coronavirus en México se agrega una nueva: la de las noticias falsas o ‘infodemia’, término que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha asignado para definir este fenómeno. AMLO sostuvo que ese ‘virus’ produce desinformación y alarma, lo cual afecta la convivencia social.”

Otro ejemplo es la polémica surgida a raíz de los términos y condiciones que la aplicación de mensajería WhatsApp planteó a principios de año, y que las personas usuarias debían aceptar si querían seguir haciendo uso de esta. En México, el caso llegó a oídos del Instituto Nacional de Acceso a la Información y Protección de Datos (INAI), que hizo un llamado a revisarlos detalladamente y tomar una decisión.

También a principios de año, la red social Twitter dio de qué hablar al suspender la cuenta del entonces presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, luego de que hiciera uso de esta plataforma para instar a sus simpatizantes a protestar en el Capitolio de Washington, D.C., contra lo que señaló como un fraude electoral en favor su oponente, el hoy presidente en funciones de ese país, Joe Biden.

La medida dio de qué hablar a nivel internacional, con personalidades como el presidente López Obrador, calificando la suspensión a Trump como “censura” y señalando que “esto es un asunto de Estado, no es un asunto de las empresas”. Respecto a la posterior suspensión del magnate, también en la red social Facebook, el activista y perseguido político estadounidense Edward Snowden, advirtió que “para bien o para mal, esto será recordado como un punto de inflexión en la batalla por el control de la voz en internet”.

Posterior a este caso, Twitter en México llevó a cabo la suspensión de un par de cuentas por su filiación política. Estos acontecimientos empujaron a México al debate sobre la posible regulación de las redes sociales. Al respecto, el periodista Témoris Grecko ha expresado que “en muchos países llevan años buscando cómo hacerlo. Pero estamos llegando tarde a ese debate”. Lo anterior de la mano de una iniciativa del senador oficialista Ricardo Monreal que ha dividido opiniones.

¿Escuela a distancia o a distancia de la escuela?

El debate sobre el papel cada vez más protagónico que juegan las redes sociales en nuestras sociedades llega en el contexto de una pandemia que nos ha impuesto el distanciamiento social, y con ello, el trabajo y estudio a distancia se han caracterizado por ser un escenario más de la desigualdad. Desafortunadamente, no todas las personas o familias del país no cuentan con acceso a internet, ni siquiera luz eléctrica. El nuestro es el décimo país más desigual del mundo, de acuerdo con el Banco Mundial.

La Universidad Nacional Autónoma de México, considerada la máxima casa de estudios del país, no ha estado exenta de esto y puede servirnos como referencia para dimensionar el impacto de la pandemia en el acceso a la educación. De acuerdo con solicitudes de información respondidas por la UNAM, durante 2020 un total de 10, 043 estudiantes de nivel medio superior y superior pidieron una baja temporal de sus estudios. Una gran parte de estas suspensiones se registraron en los estudios de licenciatura y el mayor número de bajas se concentró en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán y la Facultad de Estudios Superiores Acatlán.

Las cifras son alarmantes y es difícil esperar algún apoyo institucional que las revierta cuando la universidad tampoco ha sido capaz de remunerar dignamente a gran parte de sus docentes. A nivel nacional, el panorama no es más alentador, pues el número de estudiantes que han desertado asciende a 8.8 millones, de acuerdo con la “Encuesta para la medición del impacto COVID-19 en la educación”, presentada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). En mi opinión, nos encontramos ante una relación dialéctica y contradictoria en la que dependemos cada vez más de tecnologías en poder de corporaciones que se enriquecen accediendo a nuestros datos personales y autorizan o deniegan su acceso a discreción. Empresas transnacionales que ni siquiera dudan en asumir la decisión de quién se expresa y quién no.

¿Qué hacer?

La mexicana Alicia Bárcena Ibarra, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en el marco del Coloquio internacional “Los acosos a la civilización. De muro a muro”, organizado por la UNAM y la Universidad de Guadalajara, citando al intelectual estadounidense Noam Chomsky (quien se encontraba al lado suyo), manifestó la necesidad de “empoderarnos como ciudadanía” ante el poder de gigantes tecnológicos como Oracle, Amazon, Facebook o Google, pues es “la élite o la gente”.

Demasiado hermoso para ser coincidencia que, para el mismo coloquio, la destacada periodista Anabel Hernández García expresara la urgencia de que “la sociedad mexicana se empodere” mediante la verdad, convencida de que “la verdad empodera a las personas”.

Así, ante la desinformación, la censura, la crisis y la desigualdad, busquemos la verdad. Generemos y hagamos nuestros los medios necesarios para defenderla y crear conciencia. Exijamos al Estado, la academia y la llamada sociedad civil la democratización de los espacios para hacerlos accesibles a todas las personas como un derecho humano, y de ahí promover la educación como aliada para su mejor uso. No podemos dejárselo a las élites.

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