Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón
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El final de la serie británica Good Omens comenzó a rodarse a mediados del mes de enero, vale la pena analizar cómo una historia de amor reprimido se esconde entre líneas (en este caso entre escenas) dentro del camino de un ángel y un demonio para evitar el apocalipsis.
Alerta de spoilers: Good Omens, primera y segunda temporada
Basada en la novela de los escritores británicos Terry Pratchett y Neil Gaiman, Good Omens sitúa a Aziraphale, un ángel que adora los libros y el sushi, y a Crowley, un demonio que conduce un Bentley de 1933 y usa gafas de sol aún cuando no lo hay. Han pasado los últimos 6,000 años en la Tierra conviviendo con humanos en un intento de evitar las acciones del otro para esparcir el bien o el mal, respectivamente. Las invenciones de la humanidad los han cautivado con el paso de los años, por lo que su vida y hábitos están más que asentados en el mundo humano. Cuando el Cielo e Infierno anuncian los preparativos del esperado fin del mundo, estarán dispuestos a hacer todo lo que esté en sus manos para evitarlo, mientras luchan por encontrar el balance al priorizar la lealtad y comodidad.
Mientras que la premisa inicial de la novela de 1990 y su adaptación de 2019 aborda esta historia, la relación de los protagonistas también se desarrolla. En el libro con sutiles diálogos endulzados con la comedia británica de la época, se deja a la libre interpretación que entre ellos existe ‘algo’ más que la convivencia entre dos seres que por naturaleza deberían ser enemigos. En la serie, Gaiman y el vocero del fallecido Pratchett, Rob Wilkins, se encargaron de darle un enfoque distinto y más dramático a la historia.
Conociéndose en el Jardín del Edén y reencontrándose una y otra vez en los puntos más importantes a lo largo de la historia humana, se muestra al demonio Crowley interesado en cuestionar la moral que el Cielo, Dios y los ángeles inspiran en el mundo, a la par que conoce a Aziraphale, quien continuamente se culpa por fraternizar con el enemigo, pero sus reuniones y la inmortalidad de ambos causó que, “se acostumbrara al único rostro que había estado presente más o menos por seis milenios”. Gracias a sus puestos en el jardín de Dios, el Querubín protector del Árbol de la Vida, y la serpiente que tentó al primer pecado, existió esta primera interacción en la Tierra, y fue la decisión de Aziraphale que se consideraba en contra de los planes del Creador, que el demonio siente curiosidad y atracción por el ángel, pasando el resto de la historia buscándole y queriendo conocerle. Dos mil años después, tras algunas reuniones y un malentendido, en la Segunda Guerra Mundial, un reencuentro en Londres y una intervención demoníaca para salvar los preciados libros de Aziraphale, desencadenan en él un sinfín de sentimientos encontrados por Crowley.
En adelante, su actitud del se mantiene sin mucho cambio, reservado, educado, sigue al pie de la letra las leyes que impone el Cielo, pero es junto al demonio con quien se permite ser más como le gusta, espontáneo, cómico y gentil, disfrutando de la buena comida y de la magia sin ocultarlo; además, ciertas miradas furtivas y la constante preocupación por el bienestar de Crowley son indicios de que Aziraphale se ha enamorado de él, por lo que debería de ser igual que en el libro, ¿no?
No en realidad
Ambos son conscientes de los sentimientos del otro, mas hay un muro entre ellos que construyeron, lo que limita sus interacciones, escasea la comunicación sobre sus sentimientos y su relación no avanza más que solo viajes a 90 millas por hora en el Bentley, reuniones clandestinas en el parque St. James y elegantes cenas en el Ritz que culminan con cantidades exorbitantes de alcohol en la librería del ángel.
¿A quién se debe esto? A ambos, Crowley teme ser rechazado una vez más, varias fueron las propuestas que le ha hecho a Aziraphale y que él negó. Con argumentos como “vas muy rápido para mí, Crowley”. El demonio tenía milenios encariñado con el ángel y éste recién comenzaba a plantear sus sentimientos treinta años atrás con una fase de autoconocimiento que en el camino arrastra confusión y conflicto interno. Sin embargo, no podemos olvidar que ambos fueron ángeles, pero en la Gran Guerra entre los ángeles fieles a Dios y los aliados a Lucifer, derivó en que estos cayeron, se formalizó el Infierno y los demonios, así que una relación entre enemigos no solo sería mal vista, sino castigada.
Ciertas acciones rebeldes en Aziraphale muestran que él no teme tanto al Cielo o a lo que pasaría, su preocupación se presenta en la idea de qué es lo que le harían a Crowley. Con años de existencia conoce las amenazas en nombre de Dios, la presión ejercida por los arcángeles y las reprimendas que el Cielo ejerce, y al conocer la condena que el Consejo Oscuro habría puesto sobre su amigo, hace que para el ángel sea primordial mantener a salvo su vida sin importar qué. “A mi bando no le gustaría eso”, y “Ellos podrían herirte”, son palabras con las que Aziraphale expresa cuán importante le es Crowley, por lo que es capaz de renunciar a toda pertenencia material que tiene, sin importar cuánto luchó por ella, con tal de verle a salvo, una genuina muestra de amor incondicional. Por desgracia, esto sucede en la segunda temporada, sus vidas corren riesgo al descubrir un polémico secreto del Cielo, y en aquel momento de elegir prioridades, Crowley elige el amor, pero Aziraphale se decide por el bando angelical.
Lo que para muchos fue una acción errónea y que causó un intenso odio al ángel, no es más que el mejor ejemplo de un sacrificio por amor que se atrevió a llevar, mal entendido por la falta de comunicación. Se habla de Crowley como el demonio menos malvado y de Aziraphale como el ángel menos bueno, pero hay un diálogo que aclara la situación, “se ha vuelto nativo”. Los humanos no son perfectos, vivimos día a día con flaquezas, dudas, pecados y errores, y para dos entidades celestiales que desde sus inicios dudaban sobre la verdad de Dios y al haber pasado una eternidad conviviendo con el hombre, su filosofía e ideales cambiaron, se les podría interpretar como un ángel y un demonio bastante humanos, y la mayor debilidad es no saber expresar sus sentimientos con claridad.
Crowley propone alejarse de todos, escapar y estar juntos, ambos saben que serían repudiados por el Cielo y cazados por el Infierno. “Nada dura para siempre”, son las palabras de Aziraphale, tratando de hacerle entender que dejaría su librería, la comida, la música clásica, su vida en la Tierra para que el demonio recupere su estatus angelical, pueda ser feliz y estén juntos en el Cielo sin temor a ser eliminados, sin saber que el demonio ya es feliz así, con la humanidad y estando a su lado. Para una relación que tomó milenios y que avanzó gradualmente, la combinación de la presión por traumas religiosos, el miedo a decir lo que se lleva por dentro y una supuesta oportunidad para cambiar el status quo celestial, llevó a derrumbar un vínculo tan fuerte que ni el mismo Armagedón pudo destruir, pero la fragilidad de los sentimientos fue la causa de su final. Solo resta esperar y ver al arrepentimiento, sufrimiento e impotencia que colman el alma del ángel; y la desconfianza, decepción y amargura apoderándose del demonio, una etapa más en el descubrimiento personal para ambos que ayudará a definir qué será de su futuro.
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