CCH sur
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“Prohibido prohibir” dirían los estudiantes del 68, pero ¿la libertad de muchos debiese terminar cuando los afectados son los más desprotegidos? No lo sé, pero en esta ocasión quiero contarles de alguien que vive esta situación, porque él no puede hacerlo, él es Fuso, mi “michi amigo”, el gatito vecino que habita junto con su dueño, en los llamados “cuartos de estudiantes”.
Mi vecino… su penetrante presencia podía olerla todo el día; reconocido por tener siempre su puerta abierta, propagando su característico e inconfundible hedor de la llamada “mota”, de cuyo envolvente hedor Fuso, su gatito, no podía escapar. Pero este era el precio a pagar con tal de vivir cerca de mi amado CCH Sur y evitar más de tres horas de viaje desde mi casa; sin embargo, el cohabitar con personas en un espacio reducido suele ser muy complicado, más aún cuando tienes que respirar el mismo aire, o lo que es peor, cuando abrazaba a Fuso y percibía el olor a mota en su negro pelaje, observaba su mirada perdida y su andar confuso; y sí, me encontré con injusticias como esta y aún me resulta imposible no sentir la rabia y necesidad de hacer algo al respecto… Pero ¿qué se puede hacer?, me pregunté.
Muchas veces pensé que el bello minino rememoraba con claridad la primera vez que experimentó tal éxtasis; joven, fuerte y atractivo, el centro de atención para las gatitas de la colonia. En aquella ocasión su joven cuidador se encontraba reunido con colegas en el cobertizo de sus padres, uno de los hombres acompañantes prendió un objeto que inundó el cuarto con un adictivo aroma. Al instante, Fuso quedó totalmente hipnotizado y desconectado de la realidad a la que no tardó en regresar con una horrible sensación de malestar. Desde ese momento, este ciclo se repitió: primero cada mes, tras cada semana, para convertirse en una adicción; sin embargo la gratificación que Fuso sintió aquel día no volvió a manifestarse. Solo quedaba el duro golpe de afrontar el presente, mientras que mí ya mencionado vecino, apenas y dirigía la mirada al oscuro gato, cuyos ojos reflejaban el dolor de su existir, sumergido en una verdad que parecía difícil sobrellevar. Es realmente incomprensible cómo un ser tan sensible pudo ser desplazado sin titubear por su razón de ser, su humano especial, todo por el efímero placer de aquella hierba. Felino que solo anhela amor, maúlla, arquea la espalda y se entrega boca arriba con total confianza, dando vueltas con su dulce inocencia perdido de vergüenza mientras ronronea sin cesar, es entonces que recordamos que nosotros también hemos maullado por amor.
La oscuridad yace en el corazón del ser humano, a menudo nos enfrentamos a dilemas morales que son complejos de comprender y aún más difíciles de superar; porque te has preguntado ¿Qué pasa cuando nuestras acciones trascienden y afectan a seres indefensos? Incluso cuando estos dependen de nosotros para sobrevivir. Si en la actualidad consideramos que los animales ya forman parte de nuestra familia, son quienes nos miran con amor y confianza esperando nuestra benevolencia y cuidado, entonces ¿Es justo que tengan consecuencias por lo que hacemos? Y lo más preocupante, que no exista autoridad alguna que defienda a capa y espada el derecho a la vida y un trato digno para todos, sin importar si anda en dos o cuatro patas.
¿Te imaginas el mundo sin el cálido ronroneo de un gato? Esa melodía reconfortante que nos envuelve en un halo de paz y calma. Parece impensable, ¿no?… El anciano felino Fuso, cuya vida ha tomado un giro inesperado, campeón indiscutible en peleas de tejados, las que ahora son solo un recuerdo ya que su vida pende de un hilo, misma que lo había llevado a ese punto tan bajo, aquel aroma que en su gloriosa juventud encontró relajante fue la causa de su deterioro. Me gustaba verlo disfrutando sus momentos más gratos, cuando observaba la nocturna vista de la ciudad a través de una desgastada ventana junto a su cuidador, condenados a una desfavorecida realidad, aquel hombre solitario cuya presencia era evocada por un peculiar y penetrante olor en el edificio. Fuso tenía el potencial de convertirse en un héroe sin capa, un minino terapéutico capaz de ofrecer consuelo y alivio, posibilidad que le fue arrebatada sin piedad.
Del tema de las drogas ya se ha hablado y mucho, de sus efectos nocivos, de la libertad que los consumidores tienen o debieran tener, este hecho me lleva a cuestionarme hasta donde las drogas dejan de ser una supuesta “libertad personal” pasando a afectar a seres que no tienen voz ni “derecho” no debemos olvidar que legalmente, los animales son considerados como objetos a disposición de los humanos, lo que refleja una dura e inhumana “realidad social” ante la cual no debemos cerrar los ojos, ni callar.
Lo cierto es que actualmente en México no existe ningún artículo que prohíba a los responsables de animales consumir sustancias incluso si estas afectan a su cuidado, por lo que: ¡Fuso no es el único ¡ Basta con mencionar lo sucedido en Coacalco, Estado de México, el 25 de julio de 2023, hecho del que se dio cuenta a través de las redes sociales: “por favor necesito de su ayuda, no sé qué hacer, estaba esperando el transporte en la parada del Aurrerá de Fovissste y este loco estaba fumando marihuana, obligando al perro a tragarse su humo, además de que el pobre animal tenía todo el cuello lleno de heridas”. Es preocupante la muestra de falta de protección y respeto hacia los animales, pues si bien existe la “Ley de protección animal del Estado de México” en la que el artículo 25.4 solo prohíbe hacer ingerir bebidas alcohólicas o suministrar drogas sin fines terapéuticos o de investigación científica a los animales; sin embargo, es desalentador saber que las consecuencias para los infractores son insuficientes, limitándose a una simple llamada de atención y en el mejor de los casos el retiro del animal.
¡Fuso no es el único! Es lamentable pensar en la transformación de la vida del felino una vez que llenó a su dueño de amor incondicional, a verse envuelta en la tristeza y desdicha mientras mi vecino como muchos otros, optan por ignorar su sufrimiento. La situación se torna desafiante, tal vez no sea fácil encontrar una solución inmediata, pero como comunidad estudiantil tenemos la opción de unirnos y promover el respeto a todas las formas de vida, por lo que a ti querido lector te invito a formar parte de “Patitas Del Sur” (@Patitas_delsur) grupo pro-animal de estudiantes de la UNAM. Queda en nosotros y en nuestra responsabilidad social, lograr la convivencia respetuosa de aquellos seres cuyo sufrimiento no tiene voz y la injusticia que viven no tiene defensa.
El felino cuyo pelaje solía brillar en su juventud se fue apagando al igual que su esperanza de una vida alegre. No pudo decir “no” ni dar su consentimiento; todo lo que dio fue su amor y confianza al humano que lo acogió cuando era apenas un cachorro, con el paso de los años esa confianza se fue desvaneciendo al igual que la capacidad del hombre para cuidar adecuadamente de quien había sido su amigo por largos 13 años, ambos crearon una conexión única a primer ronroneo, Fuso apostó su amor incondicional al señor quien pudo verter sus penas en el compresivo animal, sabido por muchos los felinos con sus abrazos silenciosos brindan compañía y consuelo a nuestros corrompido corazones, y que con un maullido abrazan cálidamente nuestra alma sin esperar nada a cambio. La triste realidad de fuso no es la única, es momento de tomar conciencia y abogar por leyes más sólidas que protegen a los que no tienen voz, ver por las vidas de seres tan especiales como Fuso, solo entonces podremos asegurarnos de que el mundo siga siendo un lugar donde el ronroneo de un gato sea una melodía eterna de felicidad y amor incondicional.
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Una respuesta
Es un tema que considero importante a tratar, de hecho se muestra muy frecuente y es una situación que deberíamos difundir porque no muchas veces se conoce, incluso se ignora.