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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Rakicevic Nenad/Pexels
J. Poncé

J. Poncé

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Soy J. Poncé, estudiante de la licenciatura de Ciencias de la Comunicación al que le apasiona la fantasía y la ficción pero también las ciencias naturales y sociales. Me gusta mucho redactar mis sentimientos y experiencias para inspirar a otros a no darse por vencidos a veces de forma directa u otras en cuentos o relatos metafóricos.

Estrellas

Número 4 / ENERO - MARZO 2022

Comencé otro viaje, pero esta vez de introspección en el que aprendí a amarme, a soltar el pasado, a ver la vida con otras gafas y que está bien no estar bien

J. Poncé

J. Poncé

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

“When you wish upon a star…” La canción de la estrella azul de Pinocho siempre me gustó, tiene una esencia que transmite magia, esperanza, inocencia y calidez, es simplemente magnífica y le gustó a tanta gente que se volvió estándar en las producciones de Disney pues es la melodía de apertura de todas sus producciones. En lo personal ese fue uno de los factores que me llevaron a interesarme en el firmamento nocturno, pues, tengo la dicha de vivir en un lugar con poca contaminación lumínica, por lo que me es posible ver cómo cambian los astros a lo largo del año. Pronto descubrí la existencia de las constelaciones, el zodíaco y sus mitos, recuerdo levantarme temprano para arrancar las hojas del calendario y revisar los datos curiosos del reverso cuando empezaba algún signo del horóscopo tradicional, solía pensar en ellos como deidades, espíritus guías que compartían su sabiduría con los mortales.

Mi interés creció tanto que hallé en la biblioteca del aula (ese pequeño estante en los salones de las primarias y secundarias con diversidad libros y autores) un atlas del cosmos y en él un mapa estelar. Como podrán imaginar los más enterados del tema, la primera constelación que ubiqué fue a Orión, mejor dicho, su famoso cinturón, para mí fue como si hubiera hecho el descubrimiento del siglo y aunque realmente amaba observar el cielo hasta tal punto que recuerdo quedarme parado en el patio de mi casa durante las noches sólo observando la luna y esos puntos de luz circundantes que me susurraban historias en las que me convertía en su protagonista…

De la nada mi pasión se apagó, ese interés innato se extinguió, dejé de soñar con perseguir al león de Nemea, bailar como el grácil cisne, apuntar con mi arco y flecha como el centauro, de montar al pegaso para acabar con la hidra de Lerna o de tocar en la lira dulces melodías que enamorarían a las Pléyades, pues gradualmente en mi mente se había formado una tormenta que eclipsó cualquier haz de luz, esperanza e imaginación.

Desde los trece años comencé a experimentar síntomas de ansiedad y depresión, me diagnosticaron a los quince con trastorno ansioso-depresivo mixto, pero no comencé a atenderme formalmente hasta los diecinueve, durante esos seis años mi vida cambió como la de cualquier otro adolescente, con la diferencia de que con cada año que pasaba mi mente se deterioraba, la alegría era cada vez más pasajera y los malos recuerdos que me causaban culpa y tristeza perduraban semanas. Mi vida perdía sentido con cada error que cometía, con cada examen que no aprobaba, con cada regaño que recibía, con cada gol que no anotaba, con cada día en que tenía que madrugar para intentar llegar a tiempo a clases y en el que ni siquiera me interesaba parar a observar a la luna y a las estrellas cambiar de lugar ni dejar que sus historias estimularan mi imaginación.

El zodíaco seguía rotando en la bóveda celeste, pero yo me había quedado estancado en la oscuridad, hacía lo posible por luchar y no dejarme consumir pero eventualmente la vida me llevó a mudarme de ciudad para poder perseguir mis sueños autoimpuestos, quería probar que podía hacer más que los demás, que podía cargar con el mundo entero en mis espaldas sin involucrar a nadie más… Recuerdo perfectamente que la primera noche que llegué a la gran ciudad me abrigué bien y subí al techo del edificio esperando contemplar la magnificencia del lugar, esperando percibir un presagio de buena suerte que me animara con el camino que estaba por emprender, pero el cielo estaba mudo, solo una pálida luna me devolvía la mirada, ni siquiera resplandecía, era opaca, sentí una punzada de dolor al darme cuenta que las luces de los edificios circundantes eran cegadoras pero no reconfortantes ni esperanzadoras, si no estáticas y frías. Definitivamente eran un presagio de lo que acontecería en mi vida, aunque no lo sabía en ese momento hasta que el otoño llegó mi mente y mi cuerpo cedieron y toda la carga que había estado soportando colapsó arrastrándome con ella al filo del abismo donde estuve a unas píldoras de liberar al mundo de mi existencia.

¿Qué me detuvo? Realmente no lo tengo claro, creo que fue una canción, algunos recuerdos llenos de amor, el instinto primario de autoconservación o quizás fue el deseo de superar la adversidad, no sé qué fue lo que me impulsó a pedir ayuda, lo único que sé es que esa tarde salí corriendo de mi departamento hacía el único lugar donde esperaba me pudieran socorrer: la escuela.

Tuve suerte pues en cuanto expuse mi caso a los encargados de la ventanilla me canalizaron con un psicólogo quien me terminó de convencer de quedarme aquí y así comencé otro viaje, pero esta vez de introspección en el que aprendí a amarme, a soltar el pasado, a ver la vida con otras gafas y que está bien no estar bien, a aceptar esos males como parte de mi ser, pero sin dejar que destruyan y absorban mi personalidad.

Entonces regresé a casa con más incertidumbre que nunca, pero, cuando volteé hacía arriba y vi a esas resplandecientes estrellas supe que iba a estar bien y no voy a mentir, he tenido recaídas en estos dos años de tratamiento psicológico y psiquiátrico, no ha sido un proceso fácil como muchos sabrán, pero ahora, en mis peores momentos intento recordar aquellas historias que tanto me inspiraron de pequeño y así como Orión quedó ciego pero no renunció a su pasión o Ladón quien no dejó de cumplir su misión hasta que la muerte le llegó les invito a nunca dejar de luchar para superar sus adversidades sin olvidar cuidar de sí mismos para poder progresar.

Extendamos nuestras alas amigos, seamos los cisnes, mariposas o pavo reales que devuelvan al mundo la ilusión por imaginar, crear y vivir, así que no dejemos de soñar pues solo así podremos remontar el vuelo.

Gracias por leer, hasta la próxima.

“When you wish upon a star…” La canción de la estrella azul de Pinocho siempre me gustó, tiene una esencia que transmite magia, esperanza, inocencia y calidez, es simplemente magnífica y le gustó a tanta gente que se volvió estándar en las producciones de Disney pues es la melodía de apertura de todas sus producciones. En lo personal ese fue uno de los factores que me llevaron a interesarme en el firmamento nocturno, pues, tengo la dicha de vivir en un lugar con poca contaminación lumínica, por lo que me es posible ver cómo cambian los astros a lo largo del año. Pronto descubrí la existencia de las constelaciones, el zodíaco y sus mitos, recuerdo levantarme temprano para arrancar las hojas del calendario y revisar los datos curiosos del reverso cuando empezaba algún signo del horóscopo tradicional, solía pensar en ellos como deidades, espíritus guías que compartían su sabiduría con los mortales.

Mi interés creció tanto que hallé en la biblioteca del aula (ese pequeño estante en los salones de las primarias y secundarias con diversidad libros y autores) un atlas del cosmos y en él un mapa estelar. Como podrán imaginar los más enterados del tema, la primera constelación que ubiqué fue a Orión, mejor dicho, su famoso cinturón, para mí fue como si hubiera hecho el descubrimiento del siglo y aunque realmente amaba observar el cielo hasta tal punto que recuerdo quedarme parado en el patio de mi casa durante las noches sólo observando la luna y esos puntos de luz circundantes que me susurraban historias en las que me convertía en su protagonista…

De la nada mi pasión se apagó, ese interés innato se extinguió, dejé de soñar con perseguir al león de Nemea, bailar como el grácil cisne, apuntar con mi arco y flecha como el centauro, de montar al pegaso para acabar con la hidra de Lerna o de tocar en la lira dulces melodías que enamorarían a las Pléyades, pues gradualmente en mi mente se había formado una tormenta que eclipsó cualquier haz de luz, esperanza e imaginación.

Desde los trece años comencé a experimentar síntomas de ansiedad y depresión, me diagnosticaron a los quince con trastorno ansioso-depresivo mixto, pero no comencé a atenderme formalmente hasta los diecinueve, durante esos seis años mi vida cambió como la de cualquier otro adolescente, con la diferencia de que con cada año que pasaba mi mente se deterioraba, la alegría era cada vez más pasajera y los malos recuerdos que me causaban culpa y tristeza perduraban semanas. Mi vida perdía sentido con cada error que cometía, con cada examen que no aprobaba, con cada regaño que recibía, con cada gol que no anotaba, con cada día en que tenía que madrugar para intentar llegar a tiempo a clases y en el que ni siquiera me interesaba parar a observar a la luna y a las estrellas cambiar de lugar ni dejar que sus historias estimularan mi imaginación.

El zodíaco seguía rotando en la bóveda celeste, pero yo me había quedado estancado en la oscuridad, hacía lo posible por luchar y no dejarme consumir pero eventualmente la vida me llevó a mudarme de ciudad para poder perseguir mis sueños autoimpuestos, quería probar que podía hacer más que los demás, que podía cargar con el mundo entero en mis espaldas sin involucrar a nadie más… Recuerdo perfectamente que la primera noche que llegué a la gran ciudad me abrigué bien y subí al techo del edificio esperando contemplar la magnificencia del lugar, esperando percibir un presagio de buena suerte que me animara con el camino que estaba por emprender, pero el cielo estaba mudo, solo una pálida luna me devolvía la mirada, ni siquiera resplandecía, era opaca, sentí una punzada de dolor al darme cuenta que las luces de los edificios circundantes eran cegadoras pero no reconfortantes ni esperanzadoras, si no estáticas y frías. Definitivamente eran un presagio de lo que acontecería en mi vida, aunque no lo sabía en ese momento hasta que el otoño llegó mi mente y mi cuerpo cedieron y toda la carga que había estado soportando colapsó arrastrándome con ella al filo del abismo donde estuve a unas píldoras de liberar al mundo de mi existencia.

¿Qué me detuvo? Realmente no lo tengo claro, creo que fue una canción, algunos recuerdos llenos de amor, el instinto primario de autoconservación o quizás fue el deseo de superar la adversidad, no sé qué fue lo que me impulsó a pedir ayuda, lo único que sé es que esa tarde salí corriendo de mi departamento hacía el único lugar donde esperaba me pudieran socorrer: la escuela.

Tuve suerte pues en cuanto expuse mi caso a los encargados de la ventanilla me canalizaron con un psicólogo quien me terminó de convencer de quedarme aquí y así comencé otro viaje, pero esta vez de introspección en el que aprendí a amarme, a soltar el pasado, a ver la vida con otras gafas y que está bien no estar bien, a aceptar esos males como parte de mi ser, pero sin dejar que destruyan y absorban mi personalidad.

Entonces regresé a casa con más incertidumbre que nunca, pero, cuando volteé hacía arriba y vi a esas resplandecientes estrellas supe que iba a estar bien y no voy a mentir, he tenido recaídas en estos dos años de tratamiento psicológico y psiquiátrico, no ha sido un proceso fácil como muchos sabrán, pero ahora, en mis peores momentos intento recordar aquellas historias que tanto me inspiraron de pequeño y así como Orión quedó ciego pero no renunció a su pasión o Ladón quien no dejó de cumplir su misión hasta que la muerte le llegó les invito a nunca dejar de luchar para superar sus adversidades sin olvidar cuidar de sí mismos para poder progresar.

Extendamos nuestras alas amigos, seamos los cisnes, mariposas o pavo reales que devuelvan al mundo la ilusión por imaginar, crear y vivir, así que no dejemos de soñar pues solo así podremos remontar el vuelo.

Gracias por leer, hasta la próxima.

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