Nuestra comunidad universitaria es muy amplia, conozcámonos más.
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Camila Dainé Zeferino López / CCH Azcapotzalco
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Montserrat Quiñones Cortés

CCH Azcapotzalco

Me llamo Montse me gusta mucho dibujar, ver series y películas, tomar fotografías, tejer, leer, bordar y hacer nuevas actividades que me ayuden a ver las cosas de diferentes maneras.

Estrellas que se marchan a cruzar los cielos

Número 14 / JULIO - SEPTIEMBRE 2024

Una despedida al CCH Azcapotzalco

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Montserrat Quiñones Cortés

CCH Azcapotzalco

Para muchos de los estudiantes de sexto semestre en el CCH Azcapotzalco, llegó una fecha que se sentía muy lejana: los últimos días del semestre. Sí, este día se vivió y sintió de diferentes maneras, entre la confusión por los disturbios ocurridos en CCH Naucalpan, el miedo y la incertidumbre por saber si íbamos a aprobar todas las materias, el sentimiento de vivir las últimas experiencias como alumno de bachillerato, y claro, el sentimiento de tristeza por ya no ver cotidianamente a las personas que conocimos y sin duda tienen un lugar especial dentro de nuestros corazones. El inevitable cambio de rutina que se acerca.

Pasa así dentro de los diversos planteles en la UNAM: los alumnos vivimos y enfrentamos diferentes retos y experiencias. Desde las más normales como encontrar la papelería de la biblioteca llena justo antes de entrar a una clase y sentir el miedo de no poder imprimir un archivo importante, hasta las situaciones más inusuales, como escuchar una banda en un evento escolar y sentir la emoción junto a nuestros amigos; o bien, el hecho de probar una nueva comida de los alrededores, dentro de las cafeterías o provista por los compañeros que venden dentro del plantel. 

Personalmente puedo señalar que mi experiencia dentro del CCH Azcapotzalco me ayudó a construir a la persona que ahora soy, con ello pude afrontar situaciones que me dejaron experiencias buenas y malas, que me marcaron un antes y un después. Es inimaginable pensar que hace casi tres años –en medio de una pandemia– presentaba un examen en medio de tantos cambios y con el temor de no alcanzar el puntaje suficiente. Luego, al mirar el nombre del plantel (aceptándome) en mi hoja de aspirante, sólo pude imaginar cómo iba a ser mi experiencia y las personas que conocería. Aún no sabía que los simples nombres de “CCH Azcapo” o “Chito”, se volverían un lugar muy especial. Un sitio en el que conocí a muchas personas y pude salir de mi zona de confort. 

Tuve momentos de incertidumbre durante los primeros semestres por los cambios en las estrategias de enseñanza de mis profesores o los nervios que tenía por lo diferente que era todo, especialmente en comparación a la secundaria en la que había estudiado. No pude evitar alegrarme cuando comenzaron las clases en línea y los nervios por conocer a mis futuros compañeros y maestros hacía que mi corazón latiera y mi estómago no dejase de dar vueltas; la experiencia de mi primer día dentro de la escuela aún me emociona, el momento en el que los profesores que nos van a guiar por un año se presentan y nos explican las formas de evaluar, sentir los nervios de levantarse y presentarse frente a un grupo de personas que pasarían de conocidos a posibles amigos y compañeros de vida.

El explorar los espacios de clase y escoger un lugar dentro del salón en el que guardaremos el eco de las risas, pláticas sin sentido, confesiones, chismes, bromas y muchas experiencias sobre los trabajos en equipo, es inigualable. Sin darnos cuenta convertimos un sitio lleno de edificios nombrados alfabéticamente, jardineras y salones, en un pequeño rincón que parece alejado del mundo mismo, del bullicio de la ciudad o de las situaciones –a veces complicadas– en casa; materializamos un espacio que nos permite moldearnos a nosotros mismos a través de nuevas experiencias y de las diversas formas de ver al mundo que forman contrastes entre las realidades que atravesamos. Un espacio único que nos hace creer que la fuerza de una comunidad puede mover montañas y que la fuerza de nuestra voz hace que los demás consideren posible lo inimaginable, un espacio donde se crea nuestra personalidad y desde un inicio moldeamos a las personas en las que queremos convertirnos en un futuro.

Durante nuestro paso por el CCH pude encontrar una gran diversidad de personas y voces que van a dejarme experiencias positivas y negativas, pero más importante aún: formé mi aprendizaje. No podría seguir hablando de mi experiencia sin mencionar a los profesores que me acompañaron durante este tiempo y que, fuera de las materias que impartían o las lecturas temáticas para la clase, dejaron en mí una gran cantidad de saberes y palabras que llevaré conmigo en los nuevos caminos que recorra: siempre dentro de un rincón de mi alma como un recordatorio de la persona que fui y de los sueños que quiero alcanzar.

Cada profesor tenía una idea propia sobre la materia que impartían y lo que querían dejar en cada uno de nosotros: desde un profesor que nos hizo entender la palabra de “taller” y los resultados que tendría el trabajo duro; o mis profesores que hicieron que la filosofía pasara de un “sobrepensar” todo a encontrar en las palabras una llama para crear nuevas ideas y conocimientos para aplicar en mi vida; o por supuesto, esa querida profesora que nos hacía entender los temas de su materia desde nuestro punto de vista como alumnos. 

A pesar de las situaciones buenas y malas, cada profesor dejaba en mí un nuevo aprendizaje, además de las fórmulas y conceptos clave, también nos enseñaron sobre la vida misma y los mensajes que tenían rumbo al futuro; sus rostros, voces y su singular forma de dar cada clase quedará plasmada en mi memoria y sin importar el paso del tiempo seguirá siendo un recordatorio de este momento que se va.

A la espera de los resultados del pase reglamentado para la universidad me encuentro de nuevo nerviosa como entonces, cuando una versión más pequeña de mí añoraba entrar en su primera opción y, al leer el nombre del plantel, no pudo evitar imaginar cómo sería el futuro. Me enfrenté a grandes tristezas, pérdidas y frustraciones, pero también a risas, nuevas experiencias y a la alegría de ver a las personas que ahora tienen un lugar en mi corazón.

En pocas palabras puedo decir que me sentí –y me siento– como una pequeña hormiga, una pequeña forma de vida que explora los rincones, en busca de un nuevo lugar en el que descubrirse, y al encontrarlo lo explora con curiosidad y emoción regresando así a su lugar de origen. Una hormiga que enfrenta desafíos fuera de su imaginación y entiende a veces esto la hace sentir inferior y nerviosa, pero con el tiempo, aprende en el camino que nada se logra a la primera, aunque con el suficiente esfuerzo y dedicación todo se convierte en algo único. Ahora que ya terminó su periodo dentro de ese lugar mágico, la hormiga debe partir para seguir descubriendo el mundo que la rodea y encontrarse a sí misma.

Espero regresar en otro momento al CCH Azcapotzalco, como una persona diferente, y ver con otros ojos los espacios que hicieron que mi alma floreciera en algo nuevo.

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