Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
¿Cuándo estuvimos aquí por última vez? No lo sé, no había jacarandas. Recuerdo que vivíamos sin cubrebocas. No había restricciones sanitarias y “pandemia” era sólo una palabra en el diccionario. La confinación forzada por un virus era una pesadilla apocalíptica, algo destinado a los libros de ficción.
¿Qué hiciste la última vez que vinimos aquí? Saliste de tu casa, abordaste el tormentoso transporte de la Ciudad de México, te quejaste de la muchedumbre que acompañaba nuestros caminos cotidianos. Quizá llegaste tarde, en esta ciudad vivimos con media hora de retraso.
¿Cuál fue nuestra última charla aquí? Hablamos de tareas, de la próxima entrega. Éramos entes perdidos en la lectura obligatoria. Tal vez nuestra conversación fue más allá y giró en torno al último chisme de la semana o la borrachera que nos esperaba el viernes, ese día que nunca llegó.
¿Mi última clase? No la recuerdo, salimos apresurados sin pensar en tareas o ensayos. Estábamos hartos de los pupitres, dos semanas después añorábamos pasar horas en ellos. Extrañamos a los desconocidos que tomaban clase con nosotros, extrañamos la otredad.
¿Recuerdas los olores? El olor a café impregnaba los pasillos de la Facultad. Los imprudentes inundaban con olor a taco y cebolla los salones. Después de las cinco olía a mota y cuando llovía las instalaciones eran secuestradas por el aroma de la tierra mojada.
¿Qué comimos el último día? Comimos tacos de canasta de Rafita, su sabor acompañó mi paladar los dos años que estuvimos encerrados. Un universitario con hambre come lo que sea. Ya teníamos opciones veganas, sabían a cartón, pero cedimos a los nuevos sabores ajenos al especismo.
¿En qué semestre íbamos? Tal vez en cuarto, el encierro eliminó los grados y los semestres. Ahora cursamos diferentes semestres según el horario. Algunos abandonaron la carrera, otros se atrasaron. Después del encierro ya no somos ni seremos los mismos. Bienvenido a la nueva normalidad.
Hoy volvimos. Después de dos años todo cambió. La hierba se comió las instalaciones de la Facultad. Hay profesores que jamás volveremos a ver. Los lugares de comida están cerrados, muchos trabajadores perdieron su empleo. El silencio reina en nuestra escuela, el silencio del abandono, es el silencio que pronto romperemos porque otra vez estamos aquí.
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