Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán
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Desde mi niñez y hasta el día de hoy, diferentes canciones y artistas han entrado a mis oídos, unos por coincidencia familiar y otros por gusto propio. También, por sucesos circunstanciales dentro de mi cotidianidad y con mis amigos, pero con el mismo punto en común: la música, que marcó momentos en mi vida, mi personalidad y hasta vínculos con varias personas tanto de mi edad como de otras edades.
Y es que, cuando empecé a caminar, la música siempre estuvo presente en mí por las melodías o canciones para bebés que mi mamá solía ponerme y los gustos musicales de mi familia, donde predominaban los géneros instrumental, cumbia, ranchero, regional mexicano y otros, aunque para entonces no tenía algún género que me gustara, solamente me limitaba a escuchar los diferentes éxitos que se tocaban en el estéreo del coche o en la bocina de la sala principal.
Era común que los más grandes de la casa reprodujeran canciones de los años 60s, 70s y 80s, en las que resaltaban artistas como Javier Solís, Juan Gabriel, Lupita D’Alessio, José José, José María Napoleón, Celia Cruz, Rigo Tovar, Federico Villa, y agrupaciones como La Sonora Dinamita y la Sonora Santanera, por lo que, durante mucho tiempo me acostumbré a estos tipos de música y heredé parte de ellos gracias a la cercanía existente con mi círculo más cercano.
Conforme fui creciendo, mi relación con la música trascendió del plano familiar al plano social, e involucró a otros aspectos de mi vida y cotidianidad cuando en el transporte público, internet, las redes sociales, programas de radio y televisión, videos de YouTube, comerciales y lugares que frecuentaba o donde realizaba mis actividades, conocí otros géneros musicales y diferentes canciones, lo que permitió abrirme a nuevos estilos, incluso, me atrevería a decir que gracias a ello, también conocí canciones religiosas, políticas y de otras índoles.
Por ejemplo, uno de los géneros que me agrada, el Pop Latino, lo conocí gracias a los llamados “vagoneros” del Metro de la Ciudad de México y a los sonideros que hay dentro de los peseros o microbuses, y hoy, es uno de los que más escucho frecuentemente.
Pero la importancia que adquirió la música en mi vida se dio hasta la adolescencia y la juventud, cuando, junto con mis amigos escuchaba canciones de Reggaetón, Urbano y diversos géneros modernos; y en fiestas y eventos reproducían a artistas como Bad Bunny, Natanael Cano, Daddy Yankee, Ozuna, Maluma, Luis Miguel y a agrupaciones como Cártel de Santa, CNCO, Caballo Dorado, entre muchos más, mismos que incidieron en mis gustos musicales, al agradarme sus estilos, ritmos y coincidir con mi forma de ser y pensar.
También, con la llegada de Spotify comencé a definir mis artistas y canciones favoritos a través de las playlists, y a su vez, me adentré a conocer diferentes tipos de música que jamás sabía de ellos, como lo es el caso del Folk, que a través de cantantes como Kevin Kaarl y Ed Maverik conmovió mis sentimientos y me hizo recordar situaciones tristes y agridulces que he enfrentado a lo largo de mi vida.
Sin embargo, no sería hasta que entré al CCH cuando la música adquirió una fuerza más especial en mi vida, al conocer a tres grandes amigos: Iván Tiscareño, que se convirtió en un músico del género Folk; Santiago Roque, que toca con una banda de Rock Moderno; y Diego Montañez, que produce canciones de cualquier estilo bajo el nombre de G MONT, volviéndome así parte importante de sus carreras musicales, al apoyarlos desde mi trinchera y con miras hacia el éxito. Esto representó un cambio significativo en mi visión acerca del mundo artístico musical.
Y por si fuera poco, no se limitó a ello, también profundizó radicalmente mi vida cotidiana cuando descubrí que varios chavos, incluyendo amistades, tocaban la guitarra, lo que provocó que se convirtiera en mi instrumento musical favorito, por la tranquilidad que ofrece con su hermoso sonido ocasionado por la vibración de sus cuerdas.
Por otro lado, la música me interiorizó a tal grado de que se convirtiera en un gran aliado en todas las redes, particularmente Instagram, al permitirme subir historias con mis canciones favoritas y con aquella música desconocida que resultara ideal y llamativa para compartir todos y cada uno de mis momentos con mis seguidores.
Esto último, me llevó a descubrir su lado más orgánico, al conocer estilos y canciones de artistas no famosos, como Yayo Villegas, que con su contenido, ofrecen una experiencia distinta y muy agradable que abre el panorama acerca del impacto que representa la música no solo en la fama, sino en la vida diaria.
Fue a partir de entonces, que la música se convirtió en un pilar fundamental de mi identidad, al ser un elemento cotidiano de mi vida que además de permitirme desenvolver día con día, me desconecta de la realidad en la que vivo, olvidándome por completo de todo mi alrededor; inclusive, en la actualidad no podría vivir sin escuchar música a diario, gracias a que es un elemento con el que me desestreso después de una jornada larga de estudio y trabajo.
Y no solo eso, gracias a ella adquirí parte de la esencia que me caracteriza al día de hoy, mejoré mi autoestima, logré una apertura con mis pensamientos y conocí amigos con los que comparto gustos musicales y que están construyendo sus carreras artísticas, lo que sin duda alguna hizo que sea el pulso de mi vida.
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Una respuesta
Me gustó mucho el título de tu artículo porque comparto totalmente la escencia. Uno crece con ciertos géneros de música, lo más maravilloso es que al crecer abrimos nuestro panorama y enriquecemos nuestros gustos musicales. Ser universitario nos da la oportunidad de mejorar y disfrutar ritmos, artistas, movimientos, inclusive de otros países y otros idiomas, trascendiendo lo que escuchamos en casa cuando fuimos pequeños. Nos vamos como tu lo mencionas identificando con ideologías, épocas, contraculturas, etc. y entonces al final podemos elegir aquello que nos representa no sólo porque esté de moda sino porque es coherente a nuestros valores de vida. Felicidades.