Para comprender nuestra historia incompleta y turbia, se debe tratar de comprender la participación indígena en sus procesos, pues su mal entendimiento (como lo ha mencionado Federico Navarrete) tiene mucho que ver con el “lastimero trauma de la conquista”, seguido de esto, el entierro de la perspectiva indígena, su modo de comprender lo ocurrido en el tiempo, la opacidad en la visibilidad que se le da a su contexto, comunidades, lenguas y creencias; en un México con una existencia de grupos de grupos tan amplia, ocurre lo inevitable, existen numerosas formas de expresiones, modos de comunicar contexto y vida. 

El mito y la leyenda han podido traspasar la barrera que margina otras formas de ver el mundo, que hoy nos divide tajantemente de nuestro pasado, vuelve de total relevancia su transmisión, pues conforma parte de la cosmovisión indígena sistemáticamente marginada y echada a un lado. A través de ella, podemos ser testigos de lo ocurrido en el pasado, apreciar la diversidad politeísta de México, la distribución geográfica en función de la región y comunidad en que se sitúa. 

Su transmisión oral ha facilitado que sobrevivan a lo largo de nuestra intrincada historia nacional, esto ha podido aceitar la unión colectiva, el mito y la leyenda son algo recurrente en nuestras pláticas comunes, y para muchas personas, vivencias pasajeras, escuchar a un conocido hablar sobre el avistamiento de un nahual o un aluxe no es ajeno, está entre nosotros, los aliens como relevantes en la conversación de México en 2023, así que podamos identificarnos al escuchar historias, forman parte de nuestra cultura e identidad social, colectivamente debemos seguir haciendo la labor de difundirlas, defenderlas y optar por visibilizarlas; hacer esto directamente nos pone en el papel de desvelar la maltratada visión de los diversos grupos, que hoy libran el conflicto por la obtención de espacios para poder expresarse y que continúan siendo segregados. Es momento de valorar el saber ancestral indígena, de reconocer que el mito y la leyenda son mucho más que simples relatos folclóricos, son piedras angulares que nos permiten entender la complejidad y riqueza de la cosmovisión indígena, en ella nuestro ser colectivo.