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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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"Luces en la noche" Giovanna Márquez FAD, UNAM
Daniella Patiño Pérez

Daniella Patiño Pérez

Escuela Nacional Preparatoria 5, UNAM

El colibrí

Número 1 / ABRIL - JUNIO 2021

Pasarás días pensando en aquella ave que algún día atravesó tu ventana y que se quedó en tu corazón, luego te centrarás la falta de comprensión que le diste

Daniella Patiño Pérez

Daniella Patiño Pérez

Escuela Nacional Preparatoria 5, UNAM

Te detendrás en la ventana y por el cielo verás atravesar una miga de estrella de color verde esmeralda. La verás moverse como si fuera la hoja más fina de un árbol que arrastrara el viento, se detendrá de la nada y avanzará en línea recta hasta tu ventana, cuando se acerque estirarás tu brazo y en la punta del dedo medio el ave se desplomará; con el cuidado que una mano humana puede proveer la tomarás, esta chillará y aleteará intentando que no la lastimes, pero por un momento te mirará fijamente y restregará su cabeza con uno de tus dedos.

Las alas del ave, decoradas con esmeraldas de punta de azafrán sangran-te y desgarradas pusieron tu compasión en la palma de tu mano, sacaras una caja de quien sabe dónde y de una de tus sábanas cortarás un recuadro, lo pondrás en la base y usarás tiras de periódico para crearle un nido, lo pondrás junto con dos tapas, una de agua y otra de azúcar diluida, el ave se acurrucará y con cuidado y precisión limpiarás cada magulladura. Tarea nada sencilla, incluso para el relojero local.

Así, cada noche de primavera y después de verano el ave parecerá mejorar, pero esa pena en los ojos no se le irá, continuamente el ave volará a tu hombro y una vez ahí, chillará intentando adentrar el pico en tu oído, pero continua-mente lo ignorarás y lo dejarás nuevamente dentro de la caja.

Una de tantas tardes, mientras desarmas un reloj, el ave repetirá esta acción y cuando te decidas a escuchar el canto, notarás que deja de cantar, pasarán unos minutos y lo tomarás en tus manos, lo acercarás a tu lente y ahí verás esas patitas engarrotadas y las esmeraldas apagadas; al cabo de unas horas el ave dejará ese calor tan presente cuando se acurrucaba en el nido amarillista que le construiste.

Buscarás el árbol más frondoso que pueda haber en toda la ciudad y ya ahí abrirás un hueco entre sus raíces, colocarás la caja, pero esta vez, tiene una tapa. La cubrirás con tierra y la dejarás ahí, por primera vez en la oscuridad que tú crees, aquella ave jamás había vivido.

Pasarás días pensando en aquella ave que algún día atravesó tu ventana y que se quedó en tu corazón, luego te centrarás la falta de comprensión que le diste. Recordarás cada una de las veces que se acercó a tu oreja y te culparás de dejar ir a aquella ave, también por olvidar el mensaje que pudo haber dejado en tu oído.

Luego te darás cuenta de que en realidad no es tu culpa, fue el ave quien atravesó la ventana y es que tú nunca hablaste averrogía y mucho menos aletegría, por lo que nunca habrías podido entender aquel ruidito que hacía ella ca-da vez que junto a tu oído gritaba prosa y verso libre en un idioma que tu desconocías.

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