Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán
Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán
Nos enseñan que el amor es certeza, entrega, firmeza y tiene un final feliz, pero hay amores
que son todo lo contrario, que son incertidumbre, silencios y promesas sin cumplir.
El amor, a veces, no es más que una promesa que queda en pausa. Los “casi algo”, son
esa historia que nunca llegó a ser, pero dejan una huella. Son una pausa eterna donde el
amor vive, pero no florece.
Amar a veces duele, porque nos confronta con nuestras propias necesidades no cumplidas.
En los “casi algo”, siempre hay un desequilibrio. Una de las personas no está emocionalmente disponible, pero actúa como si lo estuviera, tal vez por miedo o comodidad. La otra, aunque lo sabe en el fondo, se aferra a la ilusión de que todo será diferente.
En estas dinámicas surgen preguntas incómodas: la persona indisponible, ¿es consciente del daño que causa o actúa desde su propio vacío? La persona disponible, ¿está siendo engañada o también se engaña a sí misma?
La conexión oculta, se nombra pero no se siente
Hay vínculos que sólo existen en las sombras. Dos personas que están cerca, pero a medias, de una forma que no todos comprenden. Hablaré desde mi experiencia. Éramos cercanos de una forma que sólo nosotros entendíamos, pero nuestro vínculo existía en secreto. En público, éramos dos extraños, pero en los mensajes éramos todo lo contrario: complicidad, risas y, a veces, sueños compartidos.
Me decía que algo iba a pasar entre nosotros, y yo me aferraba a esas palabras como si
fueran certezas.
Sin embargo, me preguntaba, ¿cuánto tiempo puede sostenerse un vínculo que sólo existe
en las sombras?
El amor que no florece
El amor no puede vivir en secreto ni alimentarse sólo de palabras o mensajes. No basta con
querer, hace falta claridad y reciprocidad. Merecemos algo más, alguien que no tenga miedo de nombrarnos, de elegirnos, de construir algo real y visible. Aprendí que el amor, incluso en sus formas incompletas, tiene algo que enseñarnos. Me enseñó a reconocer lo que quiero, lo que necesito, y sobre todo, lo que merezco. Pero también me enseñó a reconocerme a mí misma. Porque a veces, el acto más grande de amor propio es soltar lo que no florece, incluso cuando duele.
Elegirse, un acto de amor propio y fe
Durante un tiempo esperé que alguien más me eligiera, que sus palabras y promesas llenaran los vacíos que yo no sabía cómo llenar. Pero entendí que el amor no puede vivir de
sombras ni de mensajes a medias. No somos una opción, no somos un “tal vez” ni un “después”. Somos personas que merecemos ser vistas con claridad, amadas con valentía y nombradas sin miedo.
A veces, soltar no es renunciar al amor, sino abrir espacio para algo que realmente pueda
crecer. Sostener lo que no avanza es traicionarse, es negarnos la oportunidad de ser feliz.
Decir adiós no es un fracaso, sino un acto de valentía: una declaración de que nos amamos
lo suficiente como para no conformarnos con menos de lo que valemos.
El amor no debería sentirse como una lucha constante, como un terreno incierto donde las
dudas pesan más que las certezas. Amar no debería doler. Elegirnos a nosotros mismos
significa construir algo con nosotros, ser nuestro propio refugio, nuestro lugar seguro.
No deberíamos depender de mensajes vacíos para sentirnos suficientes; merecemos
encontrar paz y plenitud en nuestra propia compañía. Elegirnos también es un acto de fe:
creer que somos suficientes y que el amor que merecemos llegará en su momento. Pero,
sobre todo, debemos vernos a nosotros mismos antes de esperar que alguien más lo haga.
El amor propio no se limita a la relación con uno mismo, sino que se expande a cada
interacción que tenemos. Si no aprendemos a establecer límites con nosotros mismos, será
casi imposible hacerlo con los demás. Esta práctica de autocuidado y respeto no sólo
fortalece nuestra relación interna, sino que también transforma nuestras conexiones con la
familia, los amigos, nuestras mascotas y el entorno. Al permitirnos ser auténticos y fieles a
quienes somos, abrimos el espacio necesario para cultivar relaciones más saludables, libres
de expectativas irreales y enriquecedoras en su simplicidad.
Elegirse no es egoísmo, es el acto más puro de amor propio y el primer paso hacia el amor
verdadero.
Por: Edgar Serrano Oyorzabal
Buscar para encontrar, el libro que me acompaña
Por: Citlali Núñez Téllez
Oda a las cartas en un mundo efímero y digital