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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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CREDITO: DGCS UNAM
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Alejandro Flores Santamaría

Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo

Estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo, que espera dedicarse a los medios escritos en un futuro.

El accidente del profesor Jorge

Número 12 / ENERO - MARZO 2024

Los mitos también producen miedo para moldear el comportamiento

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Alejandro Flores Santamaría

Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo

Jorge miraba a sus alumnos perdidamente, los veía teclear sus aparatos mientras las pantallas de sus celulares iluminaban sus rostros de distintos colores. Algunos jóvenes se mantenían hipnotizados en silencio, otros dejaban escapar sonidos breves de sus celulares: música, risas e incluso sonidos indistinguibles.  

  El pobre profesor ya había intentado de todo para que prestaran atención a su clase, desde hacer actividades, darles premios, e incluso castigos severos, pero nada funcionaba, por lo que no tuvo otra opción más que dejar que sus alumnos dominaran su clase con aquellos aparatos. 

  Derrotado y de camino a casa, Jorge paró en una pequeña tienda para comprar un cigarro que lo ayudaría a sentirse aún más vencido. Pronto, los llantos de un pequeño niño inundaron sus oídos, tenía apenas tres pelos, pataleaba enérgicamente y jalaba el suéter de su somnolienta madre para convencerla de que le comprara una paleta. El cansado profesor solo desviaba su mirada con disgusto y hartazgo hasta que la madre decidió darle fin a aquella rabieta del niño. La mujer se inclinó, tomó sus manos encerrándolas en las suyas y diciéndole que le compraría el dulce, pero antes le contaría una pequeña historia. El niño confuso, tallando dramáticamente su ojo con su pequeña manta, accedió con su cabeza. La madre cambió su voz a un tono misterioso, tomó la envoltura del producto, dejando ver a la peculiar mascota de la golosina, que no tenía un dejo de creatividad: era una paleta con ojos, boca, brazos y pies, haciendo una mueca de miedo. La madre le dijo a su hijo que esa paleta había sido alguna vez un niño, pero por portarse mal y comer muchos dulces, se transformó y, por eso, la paleta del paquete estaba tan asustada; reafirmándole así, que, si no se portaba bien, podría pasarle lo que a aquel niño. La criatura continuaba mordiendo sus dedos de miedo, pero su berrinche paró. 

Al llegar a su casa Jorge no dejaba de pensar en aquella situación en la tienda. Su mente estaba llena de dudas, pero a su vez de posibles soluciones, se decía así mismo: “si tan solo pudiera tener el mismo efecto en mis alumnos”. En ese momento, el profesorcillo tomó su libreta y comenzó a hacer un pequeño esquema para tratar de clarificar su idea, hasta que en la madrugada logró una solución.  

Al siguiente día, Jorge anotaba un ejercicio de física en el pizarrón, tratando de hacer una pequeña plática con su clase, les preguntó con cierto afán cómico: “¿No les duelen las manos con aquellos celulares?”. Algunos jóvenes lo ignoraron, otros lo miraron feo, y el resto sólo se rió incómodamente. 

El profesor tomó su celular y continúo diciendo “No sé si lo sabían, pero el año pasado, a un joven le explotó su celular en la mano, les recomiendo no usarlo en los salones, la radiación es alta, y les puede pasar lo mismo”. Las risas llenaron aquel salón, pero antes de que éstas cesaran, algo en el celular de Jorge comenzó a brillar. En cuestión de segundos, su celular explotó en su mano, causando gritos y gestos de horror en el lugar, lo que provocó que varios alumnos tiraran sus teléfonos al suelo. 

Minutos después, Jorge fue llamado a la dirección por lo ocurrido. Él trató de explicar su ingenioso plan, argumentando que había utilizado cables eléctricos, detrás de un celular que ya no servía, para que las chispas, y el ruido estruendoso de éstas, diera la impresión de que explotó. Mostró que las supuestas quemaduras de su mano, eran solo maquillaje. A pesar de las explicaciones, y los ruegos, Jorge fue despedido.

A la siguiente semana, cuando el profesor de reemplazo llegó al salón, los alumnos estaban quietos, con la mirada baja, ninguno tenía su celular en mano. Aunque eran obedientes, el rostro que tenían era de terror e incertidumbre constante. Los alumnos del grupo 300 A, que no habían asistido el día del accidente, rápidamente se enteraron de aquel suceso, y lo platicaron con los compañeros de la sección B, estos fueron con el grupo vecino que le conversó los hechos a su profesor, este se dirigió a sus colegas profesores, y estos últimos con más y más personas. Pronto sin darse cuenta, toda la escuela ya sabía del suceso.

“Al profesor de física del tercer semestre le explotó su mano”, eso era lo que se sabía en un primer momento. En algunas versiones se decía que incluso la había perdido y en consecuencia lo despidieron; en otras que se volvió loco y trató de explotar el aula con sus alumnos dentro. 

Pasaron los años, ya casi todos los alumnos se habían graduado, la mayoría de los profesores habían sido reemplazados, pero el mito permanecía. A pesar de que los nuevos alumnos no vieron aquel accidente, continuaban temiéndole a la idea de que a ellos les pudiera ocurrir lo mismo que al profesor de física.

Pese a que algunos docentes sabían lo que en realidad pasó, pronto se dieron cuenta del temor que le tenían los nuevos alumnos al tan famoso incidente del profesor Jorge, por lo que no lo desmintieron, comenzaron a extenderlo y a modificarlo, para que se respetaran otras reglas. De repente podías explotar si no contabas con el uniforme adecuado, si le faltabas el respeto al profesor o si no entregabas la tarea. No importa lo tonto que sonara, los jóvenes no se atrevían a cuestionar si aquellas consecuencias podían pasar en realidad. El miedo a aquel mito era tan grande que no les permitía ir en contra de aquellas reglas, a pesar de que las aborrecían. 

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