Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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¿Por qué es chido si un extranjero se pone botas y sombrero, pero si un mexicano hace lo mismo es “naco”? Esta disparidad refleja una tendencia a valorar lo “exótico” o “diferente” cuando viene desde afuera, mientras se menosprecia lo propio. Es una manifestación de falta de aprecio por nuestra identidad y una preferencia por lo extranjero, lo que perpetúa prejuicios y desigualdades. Es momento de cuestionar estos estereotipos y celebrar nuestra diversidad cultural sin distinciones ni discriminaciones.
La gentrificación es un fenómeno urbano complejo, que a causa de la globalización, está transformando el rostro de muchas ciudades mexicanas. A medida que áreas antes marginadas se convierten en enclaves de moda, el tejido social se altera profundamente. Esta transformación va más allá de los edificios y las calles; también influye en cómo nos vestimos y en cómo somos percibidos. Esto no solo trae nuevos cafés boutique y galerías de arte, sino también un cambio en la dinámica social. Las comunidades de bajos ingresos se ven desplazadas por el aumento de los costos de la vivienda, mientras que los residentes de mayor poder adquisitivo se mudan, trayendo consigo su cultura y sus estilos de vida.
El cambio de población también trae consigo una nueva estética, una reinterpretación de la cultura local filtrada a través de los gustos y tendencias de los recién llegados. Lo que antes era considerado como “auténtico” ahora es visto como “pintoresco” o “exótico”, mientras que los elementos de la cultura local adoptados por los recién llegados son aplaudidos como “innovadores” o “chic“.
En este contexto, la forma en que nos vestimos se convierte en un símbolo de estatus y pertenencia. Los residentes originales pueden sentirse marginados o incluso avergonzados de su forma de vestir, mientras que aquellos que adoptan las tendencias de moda gentrificadas son elogiados y admirados. Esta dinámica refleja una profunda desigualdad social y cultural, donde la valoración de ciertos estilos de vida sobre otros perpetúa divisiones y estereotipos.
Además, la forma en que somos vistos por otros también se ve afectada por estos cambios. Los residentes originales son a menudo estigmatizados, mientras que los recién llegados son elogiados. Esta percepción sesgada refleja la influencia del poder económico y cultural en la construcción de la identidad y la imagen pública.
En última instancia, la gentrificación no solo transforma el paisaje físico de nuestras ciudades, sino también la forma en que nos vemos a nosotros mismos y cómo somos vistos por los demás. Es importante reconocer y cuestionar estas dinámicas para construir comunidades más inclusivas y respetuosas, donde la diversidad cultural sea valorada y celebrada en todas sus formas.
Cierto, la gentrificación no es un fenómeno puramente negativo; de hecho, puede impulsar intercambios culturales enriquecedores que promuevan una sociedad más diversa y vibrante. Por lo tanto, el desafío no radica en detener la gentrificación, sino en encontrar estrategias que nos permitan aprovecharla en nuestro beneficio. Teniendo esto en mente, me gustaría compartir algunas propuestas específicas que podrían ayudarnos a mitigar los problemas asociados con este fenómeno, al mismo tiempo que aprovechamos las oportunidades que presenta.
La batalla contra el blanqueamiento comienza directamente en la regularización de la vivienda y el comercio. La industria de la moda, además de ser globalizada, tiende a seguir las imposiciones eurocentristas de las mayores compañías textiles. Para poder romper estas expectativas, es necesario mejorar o implementar políticas públicas que garanticen un hogar digno y, de esta manera, evitar que la gentrificación crezca.
¿Cómo reducir la gentrificación?
Las propuestas presentadas, además de buscar enfrentar las problemáticas de la gentrificación, plantean reforzar la lucha diaria por crear una imagen propia. Es decir, nuestra elección de ropa y estilo personal, al igual que recuperar los espacios tomados por el blanqueamiento, son una resistencia política. Desde la regulación de la participación extranjera en empresas locales hasta la implementación de un sistema de renta diferenciada y el apoyo a productores locales, estas medidas buscan construir comunidades más inclusivas, resilientes y culturalmente diversas.
Como primera propuesta sería buena idea implementar una ley parecida a la “Ley de Empresas” en Hong Kong. Esta ley permite a los extranjeros abrir empresas en Hong Kong, pero establece que al menos una persona local debe ser designada como director o accionista de la empresa. La razón detrás de esta disposición es fomentar la participación de los residentes locales en la economía y garantizar que las empresas extranjeras no dominen completamente el mercado. Al tener al menos un local como parte de la empresa, se busca promover la creación de empleo local y el desarrollo económico dentro de la comunidad.
Como segundo punto, específicamente en vivienda, ayudaría enormemente crear un sistema de renta diferenciada que fomente la equidad y el arraigo local en el mercado de alquiler en México.
Podemos empezar implementando las siguientes medidas:
Por último, debemos de impulsar el consumo de productos locales en áreas gentrificadas mediante medidas que apoyen a los productores mexicanos, reduciendo los costos de producción y promoviendo precios más competitivos para los consumidores locales y nuevos residentes.
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