Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9 Pedro de Alba
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Cuando puso su ojo en la cámara, ésta le reveló un secreto estremecedor. Tan pronto la figura quedó marcada en su retina, el flash de la cámara bombardeó múltiples veces la habitación ensangrentada en cuyo piso había un cuerpo degollado; con las explosiones se le alumbraban sus ojos rojos.
No fue el degollado lo que robó su aliento, sino la sombra que lo acariciaba: sus manos recorrían la piel fría del rostro arrancando con violencia los ojos en el proceso. A la figura le creció boca, de la cual salieron sollozos de despedida y luto, dejando escapar lágrimas blancas que trataban de volver a los ojos de su viejo cuerpo; lo extrañan mucho. Al verse descubiertas, dejaron de salir y los sollozos se escondieron en las paredes. Todo quedó en silencio.
La silueta, poniéndose de pie, volteó hacia la cámara, revelando su identidad y la del rostro que acariciaba.
¿Qué secreto esconde aquella sombra? Escondía un espejo…
La sombra se volvió espectro, el espectro se volvió reflejo, el reflejo de sí misma. Revelando además que el cadáver al que extrañaban las lágrimas no era de nadie más, sino suyo.
Cámara y espectro se miraron fijamente, temblorosos, un reflejo únicamente distinguible por lo que decían sus miradas: una se moría de miedo y frío, el otra moría de hambre y sed, tanta que se tragó los ojos rojos de la degollada, los mismos ojos que se escondían tras la cámara.
Otro degollado fue encontrado a la mañana siguiente. También le faltaban ojos.
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