Facultad de Derecho
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Una persona puede cambiar solo con una palabra. Sí, así como se escucha, se puede cambiar a una persona con una palabra.
Me he preguntado a lo largo de mi vida por qué es así, qué lo hizo ser así, crecí escuchando su recurrente frase: “eres una macha”, “las machas no lloran”.
Crecí viéndolo explotar como un volcán en erupción que en desenfrenados desbordes emocionales arrasaban todo a su paso, y yo estaba ahí, admirando cómo él podía hacer tanto daño pero no lloraba, solo era dolor disfrazado de irá, solo eran lágrimas disfrazadas de gritos, no obstante, como las hojas cambian de color, las estaciones pasan, los volcanes se apagan.
El tiempo pasa y yo crecí, ahora no lloraba pero lo evitaba porque él era mi padre y decía que las “machas no lloran”. Ahora él está ahí siendo un volcán más viejo, lejos de mí, pero cerca, deslumbrando mis ojos cada que erupciona, sintiendo mi piel quemarse cada que me acercaba, estaba ahí viendo cómo se apaga y cómo en cada desborde emocional se desconectaba más de sí mismo; sin embargo, nunca fue mi padre, era un volcán que veía a lo lejos erupcionar, pero yo era solo una pequeña isla en el mar que no entendía qué estaba pasando.
El tiempo pasa, ahora entiendo qué significaba esa frase que retumbaba en mis oídos cada que de mi mis ojos surgían sentimientos. Él creció viendo a su padre ser un volcán más grande, más mortal y con solo una palabra cambió a mi padre que nunca supo ser padre porque las emociones no estaban permitidas, porque los “machos” no lloraban, solo ardían en ira y explotaban, llevándose todo a su paso, ahora él era un espejo de su realidad, estaba sumido en una persona que no era y solo comenzó a ser un volcán listo para lastimar.
El tiempo pasa naturalmente, me enseñó lo que sabía y no pudo volverse lo que nunca tuvo, un padre que nunca fue, un hombre con emociones, por eso están por todos lados, las tan condenadas emociones en su género que me condenaron a mí, por eso nunca pude tener un padre.
El tiempo pasa y el volcán se apagó, ahora esas condenadas emociones lo apagaron, la marea subió y se lo llevó a la profundidad del océano porque no supo qué hacer con tanta agua, dejé de ver ese volcán a la vista del mar porque esa terrible marea de “los machos no lloran”, se lo llevó y ¡rayos! ¿Cómo iba a lidiar con la depresión de sus sentimientos si nunca le enseñaron a entenderlos? Por eso se apagó y la marea alta ganó. . .
Así fue que perdí un padre que nunca supo ser padre, por una marea que es más que mortal.
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