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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Aidan Roof
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Liliana Vergara

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 5

Soy Liliana Vergara Avelar, me gusta bailar, cantar y amo aprender del arte de escrita, soy una chica melómana, me gusta comer elotes y soy una chica encantada del contacto visual.

¡A la salud mental!

Número 6 / AGOSTO - OCTUBRE 2022

Hay decisiones que vuelcan la tierra y sumergen al desterrado

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Liliana Vergara

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 5

Lo que he aprendido estos últimos años requiere tres largas pernoctadas sentada en mi escritorio ya desfasado, roto y viejo; mientras me siento a escribir en mi máquina de escribir.

Se nota lo mucho que extraño sentirme en casa, lo mucho que extraño ver a mi madre sonreír: aquí pareciera hacerse notar la presencia de alguien que no tuvo nombre ni apellido, sin embargo lo veo presente contrabandeando las almas, los recuerdos y al fin, la risa; esos momentos de satisfacción donde te puedes sentir realmente vivo con ganas de todo y sin ganas de nada. Llegaba la hora de llegar a mi casa y yo alentada por entrar abrir la puerta y ubicar geográficamente a mi mamá; aquella mujer vestida por gusto personal y no esas cosas de la moda galante. Llegaba y lo primero que olía era la sopita caliente servida sobre la mesa, los cubiertos puestos y una jarra de agua con fruta natural.

Así recuerdo mi vida, una casa con árboles frutales, pasto verde, el refrigerador lleno de hierbas como los berros, alimentos frescos, ¡la vida natural!

Nuevamente, lo bello de lo natural, extasió mi mente con solo decir esto, ¡lo bello de lo natural!

No todo se vuelve una comisura en los labios, no todo es trascendental y para que esto suceda, requerimos tres sencillas cosas: confianza, seguridad y lealtad. Todos cometemos errores, ¡claro! Pero no como aquellos que desfasan su vida y se avientan con ella a nosotros. Hay decisiones que vuelcan la tierra y sumergen al desterrado.

Quisiera que todo lo que haya visto, escuchado y hablado pudiera haber sido trascendental, algo que realmente manifiesta voz y vivacidad dentro de mi. Algo que me levante los ánimos y la motivación que se fue perdiendo de cacho en cacho; ¡a chorros necesito de mi propia sed y hambre!

Sólo se recuerda lo acontecido y encontraba algo de lentitud al consuelo, el pecho a punta de pie y a bordo de lo que fuera; eso que es el borde de algo: escalofríos, espasmos acompañados de vehementes pesadillas e insólitas sensaciones de huellas, algo más que la mente revuelta por la noche.

Me tenía que dormir, pero pienso que la ansiedad me trataba como se tratan a los que por su aspecto los dominan, como a un trapo roto.

Sin embargo, pequeños insolentes y curiosos que tengo por lectores, cómo es que me tomaba un buen respiro membretear la caída de mis ojos hacia una libreta torcida hecha para dibujar y un lápiz del número 2. Amo lo que se convierte en una buena prosa, sin reglas, sin domesticar, sin dominar y sólo con lealtad.

De infante llevaba conmigo libretas y lápices antes que labiales y juguetes poco amables con la inocencia de un niño (cuidar a un bebé). No se sabe la urgencia por querer crecer,  de un niño pero quieres hacerlo. Me maquillaba con la idea de que el sueño fuera a ser tan real como en la cotidianidad, porque así podía pensar que lo que siento, digo y expreso sea demasiado real para mí.

Y he encontrado formas y contrastes en mí y afuera: todo se relaciona con algo, mantiene conexión y la intimidad espiritual toma su propia conciencia, capaz de trabajar el cero para trascender en uno.

Así pues, aprendí junto a mamá con sólo tener el respeto y el contexto de escuchar. Fue lo único que aprendí a hacer y supongo haberlo hecho bien.

¡Chapuza! En tres pasadas horas del reloj, marqué lo que pude aprender. Soltando las palabras correctas, la prosa que mi mente deseaba escuchar y los deseos poco ensordecedores para mí… escribía mientras dormía, y dormía mientras escuchaba. Era sencillo, pero aquí el arte comenzó a tener sentido. Yo veía lo que escribía y salían corriendo el río por mis pestañas; me sentía roja de pensar lo ocurrido, cuando lo que escribía dejó de agradarme tanto física, mental y espiritualmente.

Me sentía ladrona por tener una libreta escondida escrita con lápiz del número 2 (mi favorito), una libreta de espiral para dibujantes, y mi prosa que nadie pudo leer más que la autora de estos días, que por meses y años, trato de darle a lo que escribía una oportunidad de obra y de aprender a escuchar. Ladrona porque rompí esa prosa y le di una segunda oportunidad para descansar en otro cuerpo, o en mi alter ego.

Por eso hablo así, ¡a la salud mental! Por toda esa prosa robada y troceada que dejé en donde quiera que se quiso ir y tomó la copa chorreada de agua de cebada, embriagada ya de espasmos mentales que reanimaron esa motivación.

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