Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Enrico Händel pexels.com
Picture of Sandibel Alcántara Martínez

Sandibel Alcántara Martínez

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9

Soy alguien que adora el anime, los videojuegos e incluso escribir y crear pinturas… ver las cosas desde otro ángulo.

La celda de tus pensamientos

Número 14 / JULIO - SEPTIEMBRE 2024

Me convertí en prisionera de mi propia mente y mis propios monstruos

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Sandibel Alcántara Martínez

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Me encuentro ahora en la prisión donde mi mejor amigo solía ser guardia. Hace unos  días reportaron su muerte en el periódico, parece ser que los reos no son más que unos  buscapleitos cualquiera que se la pasan fastidiando como si no hubiera un mañana,  seguramente Cheison estaría de acuerdo con eso. Desde que trabajo como detective privado ha sido todo un éxito monetario para lo poco  que debo hacer, ya que por más loco que suene solo debo hablar con el sospechoso no  más de 1 hora y sabré exactamente si fue el culpable o no. La mayoría de las personas  cree que lo sé a través del lenguaje físico pero no son más que un invento para dejar de  lado mi realidad.

Desde los 8 años siempre escuchaba más voces de las que debería en mi cabeza, en la  primaria llegué a tener calificaciones impecables por solo escuchar la mente de la  maestra y saber cuáles eran las respuestas, en muchas ocasiones fue cruel la idea de  escuchar cosas que desearía borrar de mi cabeza, pero no fue hasta ese día que conocí  a Cheison, ese niño que no me dejaba solo ni un segundo, era tan adorable y no había  un solo día que no me invitara un poco de su comida, su mamá nunca dejó de pedirme  que fuera a todos y cada uno de sus cumpleaños; él llegó para cambiar no solo mi vida,  sino a mí por completo, fácilmente yo podría usar mi habilidad para mi bien común, pero  Cheison no permitió que me corrompiera, gracias a él estoy aquí, pero como todo buen  recuerdo, tuve que ser yo quien cavará su tumba. 

-¡Silver!- dijo una voz muy familiar llegando a rodearme el cuerpo poco a poco. 

-Oh… Supuse que eras tú Milly- le sonreí de forma amigable intentando dejar de lado  aquel recuerdo. 

-Supongo que viniste por lo de Cheison. 

-Esa es la única razón por la que pisaría este maldito infestadero de ratas de nuevo. 

-Alguien corrió el rumor de que Charles tomaría el caso y que en unas horas le llevarían  al cuarto de interrogatorio a un posible sospechoso. 

-Tendré que hablar con él, nunca fue amigable con Cheison… dudo que resuelva el caso  como debería. 

Me despedí de forma sutil de ella para ir corriendo a la gestión de archivos y asegurarse de que el rumor fuera cierto en su totalidad, al confirmar que en verdad había esperanza  para el caso, tomé mis cosas y fui directamente con Charles a su oficina. 

-¿Charles?- dije en cuanto vi ese cabello pelirrojo asomarse por la puerta. -Uy..Silver que sorpresa verte por aquí… creí que estabas ya acompañando a Cheison.

-No seas idiota con esos temas, él no diría lo mismo si hubieras corrido con la misma suerte. 

-Eres un aguafiestas, pero bueno, creo es algo que evidentemente ya debes de saberlo por tu cuenta, dime ¿Por qué estás aquí? 

-Supe que se te asignó el caso de Cheison, pero no sabes en verdad cuanto quisiera ser  yo quien haga ese interrogatorio. 

-Dudo que seas la persona correcta para este caso, Heimer es toda una fichita. -Sabes que mi historial es impecable, fácilmente podría resolver el caso hoy. -No me digas que sigues con la misma historia de que puedes leer la mente de los otros. -¿Y qué tiene si fuera así?- Dije con algo de seriedad mirándole a los ojos. 

-Es solo un rumorcillo muy idiota de los demás, pero dejando ese tema para otra ocasión,  está bien, no pierdo nada con dejar esto en tus manos pero sabes muy bien que todo  tiene un precio. 

-Adelante, ¿Cuánto quieres por ese trabajito? 

-39,000 dólares… 

-¿Estas bromeando?, no pagaría esa cantidad. 

-Seamos directos Silver, ganas más que eso, no veo de donde sería imposible para  alguien como tú que lo tiene todo… 

-Al carajo con eso. 

Dije en un impulso para tomar un cheque de mi billetera y comenzar a facturar esa  cantidad, no dije nada más y le aventé ese pequeño trozo de papel a la cara para darme  la vuelta sin mirarle y salir algo molesto, no era más que un maldito interesado. 

No pasó mucho tiempo para que fuera hora de entrar al cuarto de investigación, algo que  sin duda ya era muy común para mí, pero esta vez tenía algo de diferente, las luces eran  más intensas en aquel lugar, mis pies comenzaban a sentir una gran pesadez a cada  paso que estaba dando y por si fuera poco al intentar leer algo de su mente juraría que  estaba hueco, no escuchaba nada, seguramente estaba nervioso y no sabía en donde  dejar su cabeza. 

Cuando finalmente tomé mi lugar frente a él, pude darme cuenta de que no eran los  típicos sujetos que solían traer a la prisión, tenía un aspecto peculiar que no dejaba de  generar inquietud en cada uno de mis huesos. 

-¿Usted es el detective Silver?- dijo sin apartar la vista ni un segundo.

-Sí, ¿Nos hemos visto antes? 

Él no respondió a mi pregunta y solo sonrió de forma sarcástica haciendo que  comenzáramos con un juego de miradas, leer la mente de los criminales es desgastante  pero puede forjarse un carácter en donde si pierdes la cordura, automáticamente estás  acabado. 

-¿Qué pasa Silver? ¿Ya la escuchaste? 

Esa pregunta me dejó helada la piel al pensar que podía referirse a algo en concreto, me  limité a observarlo unos segundos y pasar desapercibida su pregunta. 

-¿La música de afuera? Si… está sonando mi canción favorita, vamos a darnos prisa y  por suerte saldré antes de que acabe mi turno. 

-Si… me refería a eso. 

Su seriedad no me dejaba mucho en lo que podría cuestionarlo, me concentré en hacerle  plática de forma fluida y sin necesidad de que fuera tan notorio mi propósito. Llevaba más  de 10 minutos intentando escuchar esa doble voz de su cabeza y no me resultaba nada  fácil, comenzaban a pesarme los hombros y mis pensamientos no dejaban de ser vagos  y sin sentido. 

-Vamos… hazlo. 

-¿Estás jugando?- dije ya algo irritado. 

-No te hagas el idiota, el que viene a jugar aquí, eres tú. 

Apreté un poco los puños por la actitud tan mediocre que parecía tener en ese momento,  no podía hacer más que calmarme y pensar que seguramente era cuestión de tiempo,  no pasó mucho para que se levantara de su asiento colocando las manos sobre la mesa  y me tomara por sorpresa. 

-Veo que sigues sin saber cómo hacerlo… parece ser que te subestiman demasiado. Me  han dicho cosas bastante buenas sobre ti, a tal punto que creí debía de esforzarme más… que lástima que fuera en vano. 

Levanté la mirada hacia él poco a poco notando que esas palabras no provenían de sus  labios, en ningún momento abrió la boca ni un maldito segundo, mis ojos quedaron en  blanco al darme cuenta de lo que había estado pasando todo ese rato en la habitación.  No pude hacer nada mientras él dejaba el lugar y yo escuchaba el silbido que rebotaba  con las paredes y resonaba el eco, escuchaba su asquerosa risa en mi cabeza pero ni  siquiera gesticulaba una sonrisa, que carajo le sucedía a mi propia mente, que hice mal… 

-Lo siento Cheison…- Fueron mis últimas palabras mientras Milly corría hacia mí.

-¿Silver?¿Silver?¿Me escuchas?- Decía Milly sujetándome de los hombros mientras su  voz se quebraba y yo me limitaba a perderme poco a poco. 

-Cheison…..- dije entre lágrimas perdiéndome en las luces de aquel lugar hasta sentir  como mi cuerpo caía con gran pesadez al suelo, todo me daba vueltas y mis ojos  terminaban llenos de oscuridad a medida que la voz de Milly pedía ayuda a lo lejos. 

Cuando desperté no podía ni siquiera moverme, los ojos eran la única cosa que podía  redirigir hacia donde quisiera y la respiración para mi estaba bastante limitada, alguien  entraba a la sala y me miraba con gran preocupación y yo solo entraba en una pequeña  crisis al ver que no podía oír nada, sus labios solo se movían de un lado a otro y era inútil para mí, cosa que comenzó a ser tedioso hasta que entré en razón y mis ojos quedaron  como dos platos en blanco. El ingenuo caso que había hecho que yo fuera el prisionero  de mi propia mente.

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