En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Edahi Ximena Olguin Miranda | FES Acatlán
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Carolina Jiménez Azamar

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Soy una chica aprendiendo a ser periodista, me encanta escribir y leer. Me considero amante de lamisca y un buen café.

El amor no es un cuento de hadas

Número 17 / ABRIL - JUNIO 2025

Abandonar expectativas irreales permite construir relaciones más auténticas

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Carolina Jiménez Azamar

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

A lo largo de la historia, el amor ha sido idealizado como un sentimiento puro, eterno e infalible. Las narrativas románticas lo retratan como un vínculo indestructible, destinado al triunfo y a la plenitud absoluta. Sin embargo, la realidad dista mucho de esta fantasía. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México el 35% de los matrimonios terminan en divorcio, una cifra que revela cómo el amor, por sí solo, no garantiza la permanencia de una relación. Lejos de ser un ideal estático, el amor es un fenómeno complejo que demanda cuidados, implica entrega y, con frecuencia, conlleva dolor. En la práctica, los desacuerdos y las expectativas divergentes generan frustración y desgaste, demostrando que el amor no equivale a felicidad perpetua, sino a un proceso de aprendizaje y adaptación.

Contrario a lo que sugieren las historias románticas, el amor no es un evento espontáneo ni un estado permanente, sino una construcción cotidiana. Para muchas personas, la creencia en un amor libre de obstáculos deriva en frustración al enfrentar la realidad. Sin comunicación efectiva, compromiso y flexibilidad, los lazos afectivos se debilitan. Un estudio de la Universidad de Harvard sobre bienestar señala que la calidad de las relaciones personales es uno de los factores más determinantes para la felicidad a largo plazo. Este hallazgo refuerza la idea de que el amor no es solo un sentimiento, sino una responsabilidad compartida que exige dedicación activa para florecer.

Amar implica una apertura genuina: compartir experiencias, emociones y vulnerabilidades. No obstante, esta entrega no debe confundirse con la abnegación. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que las relaciones donde uno de los miembros cede sistemáticamente pueden derivar en dependencia emocional o dinámicas de poder tóxicas. Terapeutas de pareja enfatizan la necesidad de establecer límites y preservar la autonomía individual. Una entrega saludable no anula la identidad personal, sino que se basa en la reciprocidad y el respeto mutuo.

Más allá de la imagen idílica difundida por la cultura popular, el amor incluye momentos de dolor. Investigaciones del Instituto Kinsey confirman que los conflictos en las relaciones son inevitables e, incluso, pueden fortalecer el vínculo. Sin embargo, cuando el sufrimiento opaca los momentos de conexión, es crucial evaluar la salud de la relación. La Asociación Americana de Psicología (APA) reporta que el 40% de las personas experimentan síntomas depresivos tras una ruptura, evidenciando que el dolor amoroso trasciende lo emocional y afecta la psique.

El amor no es un cuento de hadas, sino una experiencia humana intrincada que requiere esfuerzo, madurez y conciencia. No ofrece finales garantizados, sino la posibilidad de crecer mediante sus desafíos. Abandonar las expectativas irreales permite construir relaciones más auténticas, cimentadas en la verdad, el compromiso y el equilibrio entre la conexión y la individualidad. Solo al aceptar su complejidad, el amor se convierte en un puente hacia la plenitud compartida, no en una promesa incumplida.

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