Escuela Nacional Preparatoria plantel No. 6
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La búsqueda de la identidad y la moralidad es un tema universal que trasciende las fronteras religiosas y culturales. Algo que las grandes religiones comparten es que ya sea con parábolas o profecías, tratan de orientar a los seres humanos hacia el camino del bien, y esto solo se logra por medio de valores y principios que han estado ahí, desde el comienzo del mundo. Estos principios son el núcleo de la fe, no se le pueden atribuir a un solo Dios o una sola religión, sino más bien a la conciencia, dignidad y moral humana.
La identidad es todo aquello que podemos decir que es nuestro o de lo que somos parte, la forman nuestras creencias, valores y costumbres. Estos valores se forjan primero en la familia, y muchas familias hoy en día están desunidas, separadas o ausentes, lo que deja a niños y jóvenes con una enorme libertad, pero también con una inmensa crisis de identidad. Las juventudes saben su nombre y edad, mas no saben sus creencias o valores dado que no tienen un ejemplo o modelo sólido en el cual basarse.
El mundo exterior también influye en la escasa o nula identidad. Al no tener el núcleo principal sólido, la familia, el niño se va al siguiente núcleo qué tiene a su alcance, la escuela y los amigos. Estos pueden ayudar a que se encuentre por fin esa identidad, pero también la puede destruir, más en un mundo afectado por factores contemporáneos como el uso del celular y la cultura virtual. Día con día todas las personas alrededor del mundo navegan entre distintas aplicaciones como Instagram, Facebook, Tik Tok y demás, consumen diferente contenido por horas, el cual altera y cuestiona la percepción sobre quién eres. En el mundo digital los valores como el respeto, la honestidad, la empatía o la tolerancia son algo que no existe. La dependencia a las redes sociales aumentó desde la pandemia, si empiezas a ser dependiente de algo, normalizas su consumo y entonces el mundo caótico y tóxico que solo existía en las pantallas se incrusta en nosotros y nos modifica, perdiendo nuestros valores e identidad, o adaptándola a lo que esté de moda.
Habrá quien argumente que no es una pérdida de valores, sino que los valores están evolucionando, así como la sociedad, y que se están adaptando a una nueva realidad. Sin embargo, los índices de homicidios y suicidios están al alza, sobre todo en niños y adolescentes, el bullying y acoso en las escuelas no para e incluso se intensifica cada vez más; así que no, los valores no están evolucionando, están pereciendo.
Por esta nueva cultura digital hay una crisis de identidad, por ende, una crisis en los valores. Los valores forman la ética, la ética forma al humano, y un ser humano sin ética es como una bestia soltada a este mundo. La Caja de Pandora está abierta hoy más que nunca, y lo único que queda es aferrarse al único valor que aún no hemos aniquilado y que brilla con más intensidad en los malos momentos: la esperanza. La esperanza de que aún podemos cambiar, de que aún no es tarde para volver a recuperar nuestros valores y principios, porque de otro modo habrá un momento en que ya no habrá retorno y terminaremos de cavar la tumba hacía nuestro fin.
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