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A lxs maestrxs en su día

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Reflexiones para celebrar a lxs maestrxs que nos enseñan dentro y fuera del aula

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Jaime Martínez Aguilar

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

El 15 de mayo se celebra el día del maestro y de la maestra. Esta celebración fue propuesta por el expresidente Venustiano Carranza, quien en 1917, en la Constitución, plasmó en el artículo 3 que el estado debe proveer educación laica y gratuita en todo el país, y que toda persona tiene derecho a ella; después decretó que el 15 de mayo se celebrara a los maestrxs del país, pero fue un año después, hasta 1918, donde se instituyó en el entonces Distrito Federal y se consolidó en todos los estados del país.

“Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida”, decía Pitágoras al enseñar filosofía y matemáticas. Todxs lxs profesores nos han enseñado alguna cosa que ha trascendido más allá del aula, hemos vivido experiencias satisfactorias, decentes, malas o decadentes con alguno, pero siempre a merced de algún recuerdo o lección. 

Hay que entender que lxs maestrxs también son personas humanas que se sacrifican para sacar una buena clase, para que sus alumnos entiendan, para que dentro del salón de clases se aprenda con conocimiento didáctico, o simplemente se esfuerzan en que los alumnos les presten atención a partir de las herramientas que tengan, esto definiendo a un “buen profesor”.

¿Y el “malo”? Cada quien tendrá su interpretación, pero es aquel que no le interesa en lo más mínimo que lxs estudiantes aprendan, que sólo memoricen sin técnica, expongan sin saber y entreguen reportes o “controles” de lectura genéricos, mecánicos y con una periodicidad que perdura por todo el curso, el que hace actividades por mero trámite administrativo y no con el objetivo de enseñar. 

Paulo Freire, pedagogo y filósofo brasileño, expone que un docente es un ser constructivista que tiene la obligación de modelar, coordinar, facilitar y participar en todo lo referente a los intereses de lxs estudiantes y de los apoyos que necesitan. 

Entonces, siguiendo con el concepto de Freire, no necesariamente se debe tener estudios para ejercer la enseñanza, sino que cualquier persona puede ser un ser “constructivista”. Incluso hay personas que cumplen con este rol en la vida, como lxs padres, lxs tíxs, lxs abuelxs; e incluso personas a las que admiramos dado que nos enseñan y educan desde diferentes lugares y no solamente desde un salón de clases. 

Sin los docentes en las escuelas, la educación se limitaría al aprendizaje hogareño y a las experiencias cotidianas. A pesar de las burlas hacia las tablas de multiplicar, las reglas gramaticales, los datos históricos o los procesos científicos como la fotosíntesis, tras años de clases, es imposible  olvidarlos. Y eso se lo debemos a lxs maestrxs que, con paciencia, nos lo enseñaron. 

No hay que olvidar que a consecuencia de la pandemia de COVID 19, el profesorado tuvo que adecuarse a impartir clases vía remota, donde se careció de un entorno de aprendizaje, pero el maestro o maestra  se “alfabetizó”, encontrando soluciones al desconocimiento de las nuevas herramientas digitales.

En 2024, según cifras del Gobierno de México, hay cerca de 2 millones de docentes atendiendo la educación desde el nivel inicial hasta la educación superior, pero a pesar de ser uno de los sectores con más impacto en el sector laboral y en nuestras vidas, se siguen teniendo exigencias que no terminan por cumplirse como las jornadas laborales, el incremento de salarios y la problemática con contratos temporales, que siguen sin resolverse por completo. 

Para ese maestro que me regañó mientras me reía a carcajadas hasta atrás del salón, al que siempre me hizo participar para poder ejercer el acto más emancipatorio dentro de las aulas que es compartir el conocimiento, al que ya no me dejó pasar por llegar tarde a la clase, al que nos expresó sus vivencias en lugar de dar clase, al que evaluaba con 100% examen, al que faltaba casi todo el semestre, al que dejaba comer en el salón (ese es mi preferido) y al que siempre estuvo dispuesto a escuchar a cada unx de sus alumnxs sin importar las dificultades de expresión (en su mayoría de pena), ¡muchas felicidades! Y gracias a todxs lxs que nos enseñaron algo, aunque fuera mínimo, pero que perdura hasta nuestros días. 

Cierro con una frase que la poetisa y pedagoga chilena Gabriela Mistral menciona en su obra Magisterio y niño: educar siempre: en el patio y en la calle como en la sala de clase.

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