En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Carrie (2013) Stephen King
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Angélica Hernández Plancarte

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Soy Angélica, estudio ciencias de la comunicación por SUAyED, me gusta el cine, hacer postres y pasteles, leer y hacer locución radial.

El papel de la mujer en el cine

Número 16 / ENERO - MARZO 2025

Históricamente, la mujer suele ser más un objeto que un personaje

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Angélica Hernández Plancarte

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

A través de la historia las personas en sociedad han aprendido usos y costumbres de otros a partir de las distintas formas de lenguaje que hemos desarrollado como humanidad. Estas narrativas nos llevan a sentir aspiraciones, sueños, risas, miedos y temores que forman parte de nuestras conversaciones con otros. Del mismo modo, nos llevan a la reflexión e inclusive a la crítica con historias que parten de una realidad y que se presentan como ficción a través de personajes que las actúan y nos explican de qué va el tema.  

El cine más allá del arte forma parte de una herramienta audiovisual de la que también aprendemos no solo usos y costumbres, sino mensajes y conductas morales, éticas, políticas y sociales de forma consciente o inconsciente de las que lentamente se integran a nuestro imaginario. Parte de ello es la imagen de la mujer en la pantalla grande y su papel dentro de círculos sociales-políticos en narrativas que nos ofrece el séptimo arte.  La mujer suele jugar un papel determinado dentro de estas historias: más que como sujeto, como un objeto visto desde su “belleza” y sexualización, condiciones que disminuyen o nos restan voz y decisión dentro de las narrativas expuestas por largo tiempo en el cine.

La mujer sin voz

La mujer vista desde las miradas de directores tanto de cine comercial (llamemos en este caso sobre todo al producido en Hollywood) como de culto, presenta en muchas de sus narrativas a la mujer disminuida a un objeto sexual, sin voz y como recompensa. Esto lo podemos observar en los desnudos lentos (slow motion) en que se suele enfocar a los senos o las caderas. Esto muestra la noción masculina depredadora de la mujer sexualizada.

Ejemplo de lo anterior lo observamos en el inicio de la película Carrie de Brian de la Palma de 1976 basada en el libro de Stephen King. Al comienzo, la cámara en slow motion  ingresa a lo que serían los vestidores de damas de la preparatoria de Carrie, nos presenta desnudos de mujeres riendo y jugando (como una imagen idílica de un paraíso de ninfas griego). Así, después la imagen lenta de una ducha donde el agua y el jabón escurren lentamente sobre el cuerpo desnudo de Carrie –la protagonista–, con una música que inspira un inicio, algo virginal y único. 

La mujer objeto

Esta y otras escenas de diferentes narrativas audiovisuales, presentan a las mujeres en slow motion observadas a través de la mirilla de escopetas o de telescopios y siempre desde lejos. Algunas de estas escenas incluso incluyen grupos de hombres que miran a la o a las mujeres como “algo” a lo que hay que “tomar”, “algo deseable, o antojable”. Todo eso que deriva en la sexualidad. En medio de estas escenas, el o los hombres son personajes con diálogos, con ideas y motivos; la mujer en cambio, el objeto visto desde lejos, el premio a ganar y lo inalcanzable (o alcanzable). La mujer suele ser más un objeto que un personaje.

Ejemplo de ello que suma a esta idea incluida la normalización de ello en el público infantil es la película The Sandlot, conocida en México como Nuestra pandilla, de David Mickey Evans de 1993. En ella, un grupo de niños se encuentran en una alberca y a lo lejos ven a una adolescente en traje de baño. En la escena entra música de blues suave, ellos (los niños) describen a la adolescente a lo lejos y las escenas de ella solo la involucran poniéndose aceite en el cuerpo, las escenas hacen zoom en sus senos, sus piernas y sus manos pasando aceite por cada parte de su cuerpo. Después uno de ellos (de los niños) “toma acción”, finge un ahogamiento para que ella (la adolescente), salvavidas lo rescate con respiración boca a boca. Esto resulta un engaño y el “pequeño bribón” logra robar un beso de ella, sin su consentimiento; pero hizo lo que él por derecho reclamó, a esa mujer que lo incitó a ello. La idea termina en que ellos al final se casan y ella es feliz, que él creció en su grupo como el héroe, el que besó a una mujer a sus anchas… ¿Qué ideas de todo ello repercuten en nuestra sociedad?  

Por un lado, objeto sexual, por el otro la idea de que las mujeres no tenemos voz, ideas ni decisión sobre los besos robados o el sexo y las relaciones sexuales. Ejemplos encontramos varios en distintas películas, tanto de “grandes directores” de cine como de las películas que consideramos “palomeras”. ¿Por cuánto tiempo las hemos visto y por cuánto tiempo forman parte de nuestros chistes, de nuestras aspiraciones e ideas? ¿Es posible que las mujeres desde niñas nos observemos de esa y desde otras conductas expuestas y normalizadas en esas narrativas?

La pedofilia normalizada

Como parte de otras conductas, tenemos narrativas donde la pedofilia disfrazada y normalizada se oculta en la idea de una “infancia precoz” que busca a un hombre maduro que suele ser el protagonista perdido en su adultez. Ejemplo de ello lo encontramos en películas como Danyka de Michael Rowe (2020), Mignonnes de Maïmouna Doucouré de 2020; inclusive la favorita de muchos, El perfecto asesino de Luc Besson de 1994, donde Matilda (Natalie Portman) se ve seducida por este hombre italiano, maduro, solitario, infantil e inocente que la protege. Estas conductas son normalizadas en nuestra sociedad donde las infancias no deberían ser normalizadas en conductas sexuales con adultos, mucho menos siendo ellos protagonistas, en búsqueda de su interior a partir de esta sexualización infantil.

El hombre como guerrero en pantalla grande

Por otro lado, en el cine suele ser un patrón que observamos a ellos, a los hombres, representados con luz amplia (sin luz tenue) a todo color, con imágenes de poder, desnudos del tronco superior hacia arriba en donde los músculos abdominales, brazos anchos y fuertes además de la gestualidad corporal indican acción y conductas agresivas de poder, golpes, disparos. Ejemplo de ello las escenas de 300 de Zack Snyder, de 2007; Gladiador de Ridley Scott, del 2000, o las inagotables sagas de Rápidos y Furiosos que probablemente todos alguna vez hemos visto en cartelera. Hablo de historias que presentan el camino del héroe de ellos, donde su fuerza y poder deja claro escena tras escena la importancia de su personaje y de su masculinidad.

En otro aspecto, la comercialización de películas de directoras de cine que cuentan con una mirada femenina y contestataria hacia el sistema es escasa, ni es demasiado promovida por Hollywood. Sí, es cierto que llegó Barbie, de Greta Gerwig en 2023, película que presentó más que un ícono feminista, un feminismo privilegiado y capitalista desde Estados Unidos a nuestros hogares. Esta película no es suficiente ni real. De acuerdo con datos de Statista: de entre 1998 y 2023, hay menos de 20% de mujeres directoras en Hollywood (y que estas mismas presenten narrativas con una perspectiva diferente) lo cual marca una brecha de género, ya sin contar el gran numero de denuncias de acoso sexual existente en la industria cinematográfica. 

¿Cómo poder empezar a ver cine desde una mirada feminista y contestataria ante una industria que nos vende una visión patriarcal?

Sin duda la respuesta está en la creación, participación e intervención en propuestas desde las mujeres gestionando sus proyectos en todos los rubros que involucra la industria cinematográfica, donde las mujeres desafíen las cámaras y las acciones que han sido normalizadas durante tanto tiempo. Pero ello no solo involucra recursos y oportunidades, sino una enseñanza desde la academia, que se atreva a cuestionar a  directores y guionistas  donde la mujer deje de ser vista de lejos, sin voz, y solamente sexy. Lo que se debe buscar es que no sólo se cuestione lo grandioso que es la mirada del protagonista y su camino del héroe sino también se aborden historias, en que ellas son también personas, con ideas, con sensaciones y no solo objetos sexuales. Y debemos de dejar de apoyar aquellas historias y películas en donde las escenas en que las violaciones son normalizadas porque “ellas siempre querían y los hombres no las obligaban”.

Con ello también, sería bueno replantearse el feminismo barato que nos ofrece Hollywood, donde ahora incluyen a mujeres como heroínas dentro del mismo plano patriarcal de guerra y destrucción (cito todas las películas que ofrecen en cartelera sea Marvel o DC). Películas que “cumplen” con la inclusión forzada de personajes femeninos, pero que siguen la misma norma agresiva y patriarcal que presentan estas narrativas. Para ello, es preciso concebir distintos mundos, mismos en los cuales las mujeres intervienen en problemas reales, relacionados con el poder, la maternidad, u otros temas casi no son comentados.  Podemos citar sobre esto último la película El Babadock de Jennifer Kent de 2014, Huesera de Michelle Garza Cervera de 2023 o Ruido de Natalia Beristaín de 2022.

La mujer y el cine es un tema de conversación amplio y vigente. Un tema donde requerimos repensar las narrativas expuestas, para dejar de ser objetos y pasar a ser personajes: personas que hablan y saben decir sí y no. Las películas que nos fetichizan repercuten en la sociedad normalizando conductas que nos minimizan, que nos callan. 

Te invito para finalizar, a conocer el documental de Nina Menkes, Brainwashed: Sex-Camera-Power donde puedes conocer a fondo cómo la representación de la mujer en el séptimo arte influencia las conductas de una sociedad patriarcal y depredadora. Aquí se expone cómo es que en el cine, la mujer funge como herramienta. Esto en el plano de la difusión masiva, que entre otras cosas, educa socialmente para adoptar una cultura, estereotipos y conductas.

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