En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Crédito: La Sustancia (2024) Coralie Fargeat
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Diego Cisneros Godínez

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Hola, mi nombre es Diego Cisneros y estudio Relaciones Internacionales en esta universidad. Asimismo, me considero un simple aficionado a la música, la lectura y la escritura, con un particular aprecio por el arte como medio para expresar emociones, promover el pensamiento crítico y fortalecer el tejido social. Muchas gracias por leerme.

La Sustancia, un filme repugnante, pero esperanzador

Número 16 / ENERO - MARZO 2025

Esta película es además una crítica al neoliberalismo

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Diego Cisneros Godínez

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Indudablemente, La Sustancia es una de las películas más memorables, pero polémicas, que el año 2024 nos dejó. Gran parte de ello se debe a que esta cinta –lejos de deleitar a su audiencia por medio de imágenes bellas y de fácil consumo–, intentó cautivar y hacer reflexionar a su público a través del uso de elementos sombríos, sangrientos, vomitivos y, sobre todo, grotescos. En última instancia, fue el empleo de esos recursos “poco estéticos” lo que me animó a ver dicha obra, dado que como lo expliqué en un texto que escribí para el número 14 de este periódico, el arte grotesco tiene a la crítica de los estándares hegemónicos como una de sus especialidades. De este modo, después de ver La Sustancia puedo afirmar que ella es una película deliciosamente grotesca, comentario que realizo con el afán de halagar. A lo largo de los siguientes párrafos comparto parte de mi interpretación del filme y las razones por las que creo que es un trabajo esperanzador, aunque para ello les advierto que hago uno que otro spoiler.

No obstante, antes de comenzar con las reflexiones que dicha cinta me generó, es necesario recapitular sobre qué es lo “grotesco” y su relación con el arte. Como mencioné en mi escrito anterior –titulado Lo grotesco como lo imperfecto y lo imperfecto como rebeldía– lo grotesco es todo aquello que se considera “ridículo” y “de mal gusto” por negarse a seguir los estándares imperantes de la época en la que se vive. En este sentido, si los estándares dominantes hoy día se fundamentan en la búsqueda de una perfección fantasiosa, lo grotesco se constituye entonces como un golpe de realidad que nos recuerda que la existencia no siempre es hermosa, sino que lo “feo” y lo imperfecto también son elementos que integran nuestra vida diaria (López Get, 2015, pp. 85, 95). De esta forma, es posible entender lo grotesco como un discurso subversivo que, al romper con los paradigmas del mainstream, invita a la reflexión crítica y con ello al cambio (López Get, 2015, pp. 82, 85).

Esta capacidad subversiva de lo grotesco es particularmente apreciada por aquellos artistas que conciben a sus obras como armas de denuncia y cambio social, pues ellos estiman que la estética poco bella es una vía cruda y directa de confrontar al público con realidades que nos suelen ser ocultadas en un intento de que éstas no se olviden ni se normalicen (López Get, 2015, pp. 88, 93). Debido a esto, el arte grotesco va muy de la mano con la sátira, al ser ésta una herramienta que le permite al artista burlarse de nociones que se tienen como “sacras” e incuestionables, llevándolas así a un plano terrenal en el que sea posible ponerlas en duda. Para concluir este apartado, se puede resaltar que, como lo afirma Polák (2011), el arte grotesco tiende a florecer en momentos donde se siente una mayor angustia y la percepción del mundo se vuelve más desesperada, quizá en un intento de buscar alternativas a ese modo de vivir.

Considerando lo dicho, es inevitable inscribir a La Sustancia dentro del arte grotesco, al ser ésta una sátira oscura y sangrienta que critica los paradigmas dominantes de un mundo en el que el malestar personal y social pareciera ser la norma. Más específicamente, la trama sigue a Elisabeth Sparkle, estrella de televisión de 50 años que luego de ser despedida por su edad recurre a una sustancia experimental que literalmente le ayudará a sacar su “mejor versión”, desencadenando así un festival bizarro que nos recuerda que el cuerpo humano está lejos de ser ese muñeco perfecto y estático que los grandes medios nos venden. En general, innumerables reseñas han concebido a este filme como un retrato del dolor sufrido por las mujeres al intentar satisfacer los irreales estándares difundidos desde Hollywood. Si bien estoy totalmente de acuerdo con dichas opiniones, para no ser repetitivo, lo que haré a continuación será mostrar por qué esta película también puede ser una crítica a la sociedad neoliberal del rendimiento en la que vivimos, tomando como base las ideas del filósofo sudcoreano Byung-Chul Han.

Han (2014) parte del supuesto de que en la sociedad actual el trabajo ha dejado de ser solamente una parte de la vida para pasar a ser el centro de la misma, siendo el ocio y las relaciones interpersonales cosas secundarias que es mejor evitar si interfieren con la productividad (p. 8). La vida de Elisabeth es una muestra clara de este supuesto, ya que la cinta nos deja ver que ella no tenía ningún vínculo significativo con nadie fuera del trabajo, y después de ser despedida –en vez de relajarse, descansar y disfrutar los frutos del arduo trabajo que realizó durante décadas– se siente obligada a tener que seguir laborando a como diera lugar.

Ahora bien, una de las nociones que más se promueven en esta sociedad del rendimiento es aquella que dicta que tú eres tu propia competencia, que tú puedes mejorar continua e infinitamente con el fin de eliminar tus debilidades y así alcanzar un crecimiento ilimitado de tu eficiencia; en última instancia, la búsqueda de la permanente optimización personal conduce al abuso de sustancias para aumentar el rendimiento –café, bebidas energéticas, drogas– y subsecuentemente, al colapso mental (Han, 2014, p. 27). Esto aparece explícitamente reflejado en el filme, pues Elisabeth utiliza “La Sustancia” para engendrar a una versión joven y “perfecta” de ella misma, Sue, con la esperanza de regresar a la televisión; sin embargo, la existencia de Sue terminó perjudicando la salud mental de Elisabeth más de lo que la ayudó, al hacerla sentir como una perdedora que nunca podría competir con la belleza ni con la popularidad de su “yo” optimizado.

La consecuencia lógica de no poder confiar ni en ti mismo es la propagación de un clima de miedo, siendo éste un elemento recurrente dentro de La Sustancia y más específicamente, a lo largo de la película podemos ver a una Elisabeth abrumada por el miedo a envejecer, a no cumplir con los estándares ni con las expectativas, a perder valor por no ser un miembro productivo de la sociedad, a ser olvidada. Esto es relevante porque, como Han (2024) argumenta, el miedo establece un ambiente depresivo que erosiona la solidaridad, la cordialidad y la empatía. En resumen, la sociedad del rendimiento neoliberal lleva a una apatía intrapersonal e interpersonal que intensifica el deterioro del tejido social.

Justamente, el clímax de la película es también el momento en el que la falta de empatía llega a su punto más álgido. A grandes rasgos, esta escena involucra la llegada de un ser deforme pero pacífico a un set de televisión, sitio en el cual es inmediatamente atacado –tanto verbal como físicamente– por los espectadores; ante la conmoción, lo único que este ser deforme alcanza a hacer es empapar al público con la sangre de sus heridas para luego huir de ese lugar. Para mí, lo que esta escena intenta plasmar es el hecho de que cuando una persona colapsa, al no poder soportar más las exigencias que el sistema le impone, inmediatamente se vuelve el blanco de una serie de críticas que la condenan por su supuesta debilidad y fracaso personal, dejando así impune al sistema que llevó a ese individuo a colapsar en primer lugar. En este sentido, el baño de sangre podría simbolizar los infructuosos esfuerzos de la víctima aislada para denunciar este sistema en el que, de una u otra forma, todos estamos involucrados.

Otro aspecto que quiero destacar del final es que, pese a que ha recibido numerosas críticas por lo sumamente ridículo que puede resultar, esa exageración me parece una gran virtud. Como mencioné anteriormente, el arte grotesco suele hacer uso de la sátira, de la risa sarcástica, de la caricatura y de la parodia como herramientas que le ayudan a “profanar” valores e instituciones de poder aparentemente intocables, siendo el aludido final una clara muestra de ello (Polák, 2011, pp. 43, 47). La cinta cierra con un tono sombrío, ya que nos da a entender que la caída de Elisabeth –a pesar de su nivel de espectacularidad– fue un suceso rápidamente olvidado, dejando abierta la posibilidad de que casos similares tengan lugar en un futuro. En general, La Sustancia y sus polémicas evidenciaron una vez más que el arte grotesco, lo ames o lo odies, nunca te deja indiferente.

La reflexión final con la que deseo concluir este escrito es que La Sustancia, si bien es una película pesimista, también es una obra esperanzadora. Como Han (2024) señala, la esperanza más brillante nace de la desesperación más profunda, esto debido a que la esperanza, lejos de fundarse en un optimismo ciego libre de toda negatividad, reconoce que antes de poder solucionar los males que aquejan al mundo es necesario tener un pleno conocimiento de ellos. En este sentido, La Sustancia nos confronta con las oscuras realidades originadas en la sociedad neoliberal del rendimiento, en un intento de abrir la discusión en torno a ellas y evitar así su normalización. Por último, La Sustancia es un recordatorio de que el arte “feo” y grotesco tiene un gran valor, puesto que tiene el potencial de fungir como un semillero de reflexiones críticas que nos permitan soñar con alternativas a los asfixiantes estándares hegemónicos que imperan hoy día.

Referencias:

Han, B.-C. (2014). Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder. Herder Editorial.

Han, B.-C. (2024, 1 de septiembre). La esperanza más íntima nace de la desesperación. El País. https://elpais.com/ideas/2024-09-02/la-esperanza-mas-intima-nace-de-la-desesperacion.html

López Get, A. (2015). Lo grotesco y el arte contemporáneo latinoamericano. Revista Reflexiones, 94(1), p. 81-96.

Polák, P. (2011). El esperpento valleinclaniano en el contexto del arte grotesco europeo [Tesis de maestría, Universidad Masaryk-Facultad de Filosofía y Letras].

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