Facultad de Psicología
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A pesar de que en México siempre ha existido la delincuencia, durante los últimos años, casos de feminicidas, homicidas y de crimen organizado han sido inspiración para lanzar series, documentales o películas donde la mayoría se centra en la historia de los agresores, lo que en ocasiones pareciera glorificar el delito y la crueldad, perpetuando de este modo dicha cultura, dándole poder y normalizándola. Esto es resultado de cómo medios de comunicación han abordado la problemática, de una forma poca humana, con un lenguaje poco adecuado y en ocasiones hasta sarcástico, pues el foco de atención siempre lo han puesto sobre los delincuentes, jugando con el dolor de los perjudicados al invisibilizarlos.
Por lo anterior, es fundamental entender que, al poner al criminal en el centro de estas narrativas, se corre el riesgo de deshumanizar a las víctimas y, peor aún, crear un espacio donde el dolor y el sufrimiento queden en segundo plano. Por ello, resulta crucial cambiar la narrativa en los medios, enfocándose en las víctimas y reconociendo el impacto psicosocial que los delincuentes tienen en la sociedad.
En muchos casos, se ha buscado comprender la historia de vida del criminal pues los presentan como personajes complejos e incomprendidos. Si bien, en algunas situaciones lo realizan con el fin de contextualizar el proceso investigativo, puede originar que la empatía se desplace del dolor de las víctimas hacia el agresor e incluso, en ocasiones, surgir un enamoramiento hacia ellos, lo que corresponde a la parafilia llamada hibristofilia, donde personas tienen un deseo por mantener una relación con sujetos que han cometido hechos perversos.
En el contexto mexicano, donde la violencia es un problema complejo y de magnitudes alarmantes, cambiar esta narrativa es urgente. En algunos casos, el asesino se convierte en un personaje casi mítico, cuyas historias y nombres se recuerdan por la sociedad mexicana a través de varias generaciones, en cambio, la información y consecuencias que sufren las víctimas son olvidadas.
En lugar de perpetuar este sistema de glorificación por los agresores, es necesario replantear el enfoque de los medios de comunicación, donde se debería dedicar más tiempo a contar las historias de las víctimas y sus familias, mostrando el impacto psicosocial profundo que dejan hechos atroces de esta magnitud.
Los perjudicados atraviesan diversas consecuencias a nivel individual, familiar, social y económico. Interrumpen proyectos de vida y se mantienen expuestos a múltiples pérdidas, así como a una estigmatización. Además, las comunidades que sufren estos crímenes viven bajo una constante sensación de miedo, ansiedad e inseguridad, lo que afecta la calidad de vida y bienestar, creando un daño transgeneracional.
Es importante priorizar su voz, reconocerlos como humanos y no casos, no números ni cifras, sino como vidas que tienen valor, que son actores sociales y es importante que se apropien de sus derechos y los exijan al Estado pues son sujetos políticos que no deben guardar silencio ni sentir culpa, sino por el contrario, se debe establecer públicamente que los hechos ocurridos fueron injustos y que el Estado y la sociedad tienen la responsabilidad de restablecer sus derechos y también reparar los daños sufridos.
Por lo anterior, resulta relevante cuestionar el sistema de justicia ineficiente y la impunidad que existe en México, así como también las negligencias, pues esto ha generado una desesperanza y una indefensión en los mexicanos. Se necesita romper con la brecha institucional pues no todos tienen al alcance una institución de justicia. Se necesita un sistema de transparencia, certeza y claridad, un vínculo comprometido donde exista una alianza psicológica, política y social que coloque al centro principios éticos como la dignidad, autonomía y libertad de los individuos dañados. Se debe mantener un trato digno hacia ellos procurando no generar más daño o violencia, tener cuidado para que no exista una descalcificación, revictimización o culpabilización hacia ellos o una dilución de responsabilidad del criminal.
Sin duda, el lenguaje tiene un impacto en la sociedad, tiene el poder de desinformar, pero también de informar y de fomentar una memoria colectiva que es muy importante y se construye a partir de narrativas comunitarias, vínculos, escucha activa.
Debe de existir un interés por el estudio de los fenómenos emocionales considerados como fenómenos culturales y sociales para que no exista un olvido de los hechos. El arte como murales, música, poemas, bordado, espacios de escucha, etc. son algunas formas de visibilizar y nombrar lo sucedido.
El cambio de enfoque en las narrativas radica en priorizar la dignidad de las víctimas, empatizar con ellas, nombrar lo sucedido en búsqueda de justicia y cómo ha afectado en su vida. Es importante no mitificar ni romantizar al criminal para que violencias sistemáticas dejen de escalar, tampoco se debe de monstrificar el daño. Hay que reflexionar y aceptar que los asesinos, violadores y torturadores, no son demonios, bestias, ni seres irracionales, son humanos como nosotros con los que convivimos cotidianamente y que de ningún modo se justifica el tipo de actos cometidos, la persona que hace el daño debe de reconocerlo y repararlo.
Se busca que los afectados se logren reincorporar a sus vidas. Si los medios de comunicación y las producciones audiovisuales adoptan un enfoque que los posicione en el centro, esto podría ayudar a fortalecer la conciencia social sobre los daños irreparables que causan estos crímenes. Además, es posible que la sociedad mexicana comience a priorizar la justicia.
En conclusión, la importancia de dejar de glorificar a los criminales y cambiar las narrativas en los medios es crucial para la construcción de una sociedad más justa y consciente. México, con su contexto de violencia estructural, necesita replantear las historias que cuenta en sus películas y series, empatizando con las víctimas y reflexionando sobre el impacto psicosocial de los crímenes, para que así exista un desarrollo de una propuesta de reparación integral, para un proceso de memoria histórica y conocer los hechos para hacer una acción sin daño.
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