Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Sur
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Después de cada discusión siempre
cerrabas la puerta tras de ti.
Y yo solo me quedaba con la frialdad
de tus palabras.
Controlaba el nudo de mi garganta y apretaba
los dientes hasta llegar a mi habitación.
Una vez que solo estaba yo y la oscuridad
me soltaba al mar que se desbordaba
por los trazos de mis ojeras.
El silencio me abrazaba por completo,
no dejaba que gritara todo lo
que sentía en ese momento.
Pero como siempre,
jamás terminamos de hablar.
Pasadas las horas siempre me
preguntabas si estaba bien,
pero a mí me salía mejor cerrar la boca
que decir lo que en verdad sentía.
Y tú simplemente te conformabas con lo que
siempre salía de mis labios.
Estoy bien.
A ti te satisfacía,
a mí me cremaba.
Ese siseo que comenzaba con los labios lejanos,
conocía perfectamente la mentira que saldría de mi boca.
Ese golpe de mi lengua con mis dientes sabía
lo bajo que estaba.
Mis labios se juntan quemándose uno con el otro
para pronunciar esa penúltima sílaba.
Y por último mis dientes se juntan con mi lengua,
no dudan en atraparla para que no grite
algo que no debería.
No podía culparte por no darte
cuenta sobre qué tan acabada estaba.
Siempre he sido buena fingiendo esa
sonrisa que tanto te encanta.
Y tú siempre confiabas en lo que decía
así que no me importaba que no vieras
que lo que salía de mis cuerdas era
una mísera mentira.
Pero no solo te estaba mintiendo a ti.
Me mentía a mí misma tratando de
convencerme que estaba bien,
cuando realmente quería
gritarte en la cara cuánto sentía
y cuánto me dolía tu afilada lengua.
Pero en lugar de ser sincera contigo
prefiero ser cruel conmigo.
Mis sentimientos son como yagas,
arden y sangran,
pero la sangre se limpia
y el ardor se controla.
Porque prefiero aguantar ese dolor
a ser sincera contigo.
Mi garganta arde por el coraje
de no poder gritarte y lastimarte
con mi veneno.
Pero prefiero morir en mi toxina
a ser cruel contigo.
Pero hasta una persona como yo tiene su límite.
La primera vez que grité frente a ti,
sabía que no estabas preparado
para ese momento.
Porque pensabas que pronto moriría
entre mi dolor.
Pero no era así.
Yo estaba harta que la única que sufría
era yo.
Estaba harta de tener que aguantar dolor
y que mi único compañero
fuera el silencio de mi habitación.
Pero…
¿Y tú que hiciste?
Nada.
Solo te quedaste mirando cómo
con cada palabra que desgarraba
mi garganta, me hacía llorar.
Solo guardaste silencio cuando más
necesitaba que hablaras.
No hiciste nada a pesar de que estabas
viendo cómo me derrumbaba.
Cuando me quedo sin veneno
es cuando te das la vuelta
y vuelves a cerrar la puerta
tras de ti.
Era en ese momento cuando quería que
escucharas lo que nunca te decía.
Era cuando deseaba que vieras todo lo que
jamás te había mostrado.
Pero eras lo suficientemente egoísta para no
prestarme la atención que yo siempre te daba.
Actúas igual que siempre.
Pero yo no.
Esta vez no espero a llorar con la
oscuridad de mi habitación.
Esta vez no dejo que el silencio me abrace
No puedo evitar gritar cuánto te odio.
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