Facultad de Estudios Superiores Acatlán
Facultad de Estudios Superiores Acatlán
El tiempo corre, vuela y nos sobrelleva, pasa a través de nosotros, constante y firmemente.
No nos abandona, no nos deja en solitud, siempre nos acompaña y recorre un camino junto a nosotros, no nos suelta de la mano ni por error.
El tiempo alcanza, pesa y cansa ¡es cierto!, pero también otorga memorias que ni con el tiempo se borran, de esos que se funden en el interior del alma, tanto que no pueden separarse del individuo.
Se dejan cicatrices y alguna que otra herida que no sana ni con el paso del tiempo.
Mágico, misterioso, impenetrable y sombrío, diría yo. Actúa de maneras extrañas, juega con su amigo llamado destino que se le parece mucho pero con un toque extra de ironía, unidos por un lazo llamado complicidad.
Ambos juegan, se esconden y hacen travesuras. Les encanta mantenerse unidos sin importarles lo que les depare.
Aquellos que a lo largo de mi camino dejaron huellas irrefutables de aquel otoño, ese que ha estado presente dejando hojas color café con tonalidades anaranjadas por todo el camino.
Mi bello otoño que no se diluye con el paso del tiempo ni con las azares del destino, ese tan cálido y hermoso. Irrefutablemente, salvaje y tan lleno de colores llamativos que dan esperanza y hacen parecer que tengo un hogar.
El alma se llena y el corazón admira, los dos cómplices no saben qué han hecho al poner tremendo espectáculo enfrente de mí.
Agradezco mi fortuna al tener ese otoño, que me hace pensar que ya no estoy destinada a lo maldito de lo efímero.
Y espero desde lo profundo de mi ser que nunca me sea arrebatado y siempre sea tan mío y tan suyo como siempre lo ha sido.
Me siento constante a admirarlo en un rincón por lo espléndido que es por sí solo, no necesita de nada ni nadie más para ser precioso.
Hay ocasiones en las que me hinco aterrorizada por las posibilidades que no muchos pueden visualizar. Veo más allá que cualquier otro y me gustaría a veces no hacerlo, me gustaría ser ignorante del tiempo y destino que amenazan mi otoño.
Me gustaría que las hojas color marrón, a las cuales anhelo, cada año supieran que me han dañado el alma de a poco.
Lo único que le pido al tiempo y al destino es que me permita permanecer junto a aquel que amo tanto, y que jamás me arrebate aquel recuerdo y sentido de pertenencia que nunca había tenido.
Por Armando Arteaga
Cuatro pasos infalibles para lograr la misiva perfecta
Por María Esther González Paredes
De las fronteras entre el cuerpo, el otrx y el universo
Por Diana Laura Yáñez Toro
Sobre el amor a las abuelas y las amistades que duran toda la vida
Una respuesta
Hermoso texto, emotivo e inspirador.