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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
William Maximiliano Walo Martinez / Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Oriente
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Javier Cervantes López

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Soy Javier Cervantes, estudiante de la carrera de Ciencia Política y Administración Pública (enfocado en la Administración Pública) en la FCPyS. Me preocupo por los problemas públicos de mi país y trato de estar al tanto de ellos, sobre todo si se habla de temas electorales (mi pasión). Soy respetuoso de los gustos de los demás, exceptuando aquellos que ponen en riesgo nuestra integridad y seguridad.

¿La música que escuchas es violenta?

Número 10 / JULIO - SEPTIEMBRE 2023

Cómo la cultura y pseudocultura puede ser una forma de normalizar la violencia

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Javier Cervantes López

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

“Hay violencias que se condenan, pero que forman parte de nuestra vida y nos negamos a verlo”

Con la apertura de mentes que está habiendo entre nuestras generaciones, es posible evidenciar que, a lo largo de nuestros tiempos, han existido sonidos que promueven prácticas que condenamos hoy, dada la promoción que hacen de determinados tipos de violencia. Sin embargo, algunas personas que cuestionan la injusticia, las desigualdades y la opresión, hoy disfrutan de aquellas letras musicales que deshonran nuestra identidad.

En este espacio no se habrá de criticar a ningún género en especial, más que aquellos que promueven y normalizan una violencia que está destruyendo nuestra cultura, nuestra gente, así como a nuestro país. Hablo del elemento más visible de la narcocultura: los narcocorridos y toda música que enaltezca el quehacer delictivo.

Se respetan los gustos de cada quien, todas las personas poseemos la libertad de decidir nuestras pasiones, eso es innegable. Nosotros/nosotras hemos de buscar elementos que nos ofrecen internet, los medios y la cultura para seguir en contexto con otras personas de nuestra edad para, de esta manera, alcanzar nuestra plenitud como jóvenes. Nuestro pensamiento está sumamente influido por lo que dicta la tendencia de moda, lo que se vea en el video con más “likes” o simplemente lo que satisfaga a nuestro ser como jóvenes. Utilizamos la música como medio para expresar nuestra personalidad, nuestros anhelos, deseos, fines.

El derecho a expresarnos como se nos acomode mejor es algo que constitucionalmente está avalado, pero claramente señala que tenemos la libertad de expresar nuestras ideas siempre y cuando no se altere el orden público. En nuestra Constitución se plasma los deberes que el Estado mexicano ha de cumplir, uno de ellos es la protección de los derechos de las personas que conformamos este país. 

El problema de todo este asunto está en el momento en que se añaden a los repertorios músicas que van, precisamente, en contra de lo establecido en la Constitución, lo que se propone el Estado mexicano y de lo que carecemos. El hecho de que se están haciendo populares canciones y personajes que promuevan el estilo de vida de los criminales no es algo que deba molestar, sino que debería despertar preocupación debido a la situación de violencia que se está viviendo. Ello hace ver que dentro de la sociedad hay una tremenda inconsciencia de los muy evidentes actos de terror que vive México. 

Los delincuentes promueven la violencia, el desorden, la nula tranquilidad y el miedo entre la gente. Toman a las personas para ponerlas a su disposición, conquistan a las comunidades para controlar territorios, se apropian de nuestra cultura, además de ser los causantes de la ola de sangre que derrama nuestra patria. El género musical propio de las organizaciones delictivas y de las personas físicas que las conforman es fiel promotor de dicho desorden. Se intenta celebrar el acto de ir en contra de la paz social y de enriquecerse a costa de las muertes y las desapariciones. Lo más grave es que esa idea de pasar de la carencia social al dinero fácil mediante el tráfico de sustancias ilegales, así como de desafiar al Estado y a su gente, se está popularizando y normalizando en las mentes de las personas.

Sembrar en niños, jóvenes o adultos esa idea de la buena vida (con mujeres normativamente aceptadas y físicamente modificas, adicciones, lujos, excentricidades, grandes armas de posesión ilegal) hace que verdaderamente tengan una repercusión en sus ideales mostrando  ante el mundo aires de grandeza y superioridad, soberbia y egolatría. Se induce a los vicios que ofrecen las drogas, además de abrir la posibilidad de despertar la ilusión de alinearse a las filas delictivas que destruyen a nuestra gente. 

Adicionalmente se añade que, ante la crisis de seguridad que causan las organizaciones delictivas se le suma la incapacidad e inacción de los gobiernos para enfrentar sin cobardía al crimen. Al contrario, hay políticos señalados de tener vínculos con estos, funcionarios públicos que, en vez de estar trabajando por el bien común, la tranquilidad y la paz social, son contribuyentes al crecimiento de este mal. Estamos, pues, hablando de que algunos de nuestros gobernantes, en realidad no nos representan, sino que más bien representan todo aquello que debería ser condenado.

Lo que se intenta concluir con esto, es que no se debería seguir promoviendo la destrucción de nuestro hogar. Cuando se idolatran artistas y cantos que promueven todos los anteriores actos criminales mencionados, se aplaude: el sufrimiento de las personas que han sido víctimas de la delincuencia; las que mueren a manos de ella; que los criminales desplacen a la gente de sus casas y comunidades, adueñándose de estas para tener el control territorial que le pertenece al pueblo mexicano; el irrespeto total a nuestras leyes que intentan dotar de orden a nuestra realidad; la debilidad y cobardía de un Estado que no ha sido capaz de darnos la seguridad que por años hemos pedido; la corrupción y las mentiras de los políticos; las personas que están hoy sumergidas en el mundo de las drogas. En la narcocultura se expresa todo lo anterior mencionado, intentando decir, en otras palabras, que el trabajo duro es causar dichas atrocidades, siendo una total burla al sufrimiento del pueblo.

Como científicas/científicas sociales en formación, debemos ser conscientes de que  todos estos actos generan una repercusión negativa en la realidad social que estamos viviendo. Este, sin duda alguna, puede ser elemento de análisis científico para ahondar en hipótesis y generar conocimiento que puede aportar a las diferentes disciplinas de las ciencias sociales. Pero lo que quiere dar a reflexionar a los lectores/as, es que se deben cuestionar todos estos elementos que destruyen y pudren a la sociedad. No permitamos que una cultura, disfrazada de la que se propuso nuestro pueblo, venga a desplazar esta última. No todo mundo opinará como aquí, pero se espera que la perspectiva de algunos (aunque sea pocos) se abra a la realidad que vivimos.

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