Escuela Nacional Preparatoria 7, UNAM
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Woodstock fue el festival de música más grande en la historia hasta el momento, realizado en 1969. Aunque para algunos conservadores fue un desastre, para la gran mayoría significó mucho más, pues representó un acto de resistencia, un gran símbolo de los movimientos pacifistas y de la contracultura hippie. Este evento reflejó a través de la música un mundo sin guerras, un mundo libre, un mundo nuevo.
A pesar de todos los disturbios ocasionados en el proceso de planificación, como la búsqueda de un lugar adecuado, el limitado tiempo para la construcción de un escenario y taquillas, y la escasez de comida y servicios sanitarios, el festival se llevó a cabo de una manera armoniosa. Los colores psicodélicos prevalecían en todos lados junto con los enormes símbolos de amor y paz. Reinaban los abrazos, los besos, la unión y la fraternidad. Existía un ambiente puro, mágico y espiritual.
Se podría decir que de alguna manera todos aquellos desconocidos estaban conectados, pero no solamente por la música hecha para ellos, sino también por su estilo de vida. Todos esos jóvenes buscaban respuestas, buscaban visitar el mundo que soñaban, uno luminoso y libre, donde pudieran ser quienes realmente anhelaban, donde compartieran el mismo espíritu y, tal vez, donde pudieran cambiar el mundo con amor y rock and roll.
Así, 52 años después, Woodstock sigue teniendo una enorme relevancia. En lo personal considero que marcó un antes y un después. Fue el ícono de una generación cansada, que abrió paso a una nueva era, a la modernidad, al disfrute, a la sensibilidad, a la diversión y a la experimentación.
Este festival fue la voz de la juventud y, a su manera, fue el evento perfecto lleno de imperfecciones.
Woodstock lo hizo.
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