Facultad de Filosofía y Letras
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Una noche, mis compañeros y yo [fotógrafos] fuimos a un área residencial donde líderes opositores organizaron una reunión con la gente para mantenerse informados. En el lugar había un apagón total. Entonces, inesperadamente, personas comenzaron a aplaudir en la oscuridad. Éstas levantaron sus celulares para iluminar a un joven ubicado en el centro. Él recitó un famoso poema de protesta e improvisó otro. Entre cada una de sus respiraciones, la gente gritaba ‘thawra’: palabra que en árabe significa revolución.
Yasuyoshi Chiba
Cubierta de infancia y destrucción,
esta foto grita en resistencia a la amnesia:
la noche era del color de la piel
de los cadáveres apilados por el silencio.
Le amputaron el alba a la ciudad.
Con la oscuridad cegaron sus ojos.
Mas el odio de la sangre sin cuerpo
floreció soles fieros en sus manos.
La luz arrancó rostros a las sombras,
de cuyas bocas nacieron sus muertos.
Su voz palpó el exceso de las balas,
y liberó la precisión en el recuerdo.
Un canto huyó de la cárcel del miedo
y se amotinó en las gargantas de los niños,
que oyeron su palabra hacerse un arma:
cada imagen desollaba el cinismo,
cada ritmo estallaba en el desinterés.
Su verso halló, en la pared de los días
detenidos, el papel para la escritura.
Cómo escucho el amanecer de la sonrisa,
cuando con caricias de súbita memoria
las mandíbulas mudas de quien duda
aprenden, como en un pentagrama, la música
que guarda la ira madura de la fotografía.
Disfruta la melodía del golpe
del revólver tirado al suelo de tumbas,
cuando el verbo desbordado de ausencias
detenga el viaje de la rabia por el alma,
con la certeza del imperio de la nada
riendo en la caída simultánea
de los vencidos por el delirio de sangre.
Descubre en las heridas del lenguaje,
sitiado por la razón y los capitales,
la sedición de labios que se abren coreando
el desengaño del niño, que ordena
el fusilamiento de la violencia.
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